23. Primer paso: sinceridad

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Alec.

No podía respirar, sentía como mi pecho se oprimía y no permitía el paso del aire, por más que intentará los ruidos no cesaban y el aire tampoco se hacía paso por mi pulmones, me sostuve en de la mesa de noche, pero aun así mi cuerpo se sentía demasiado pesado, termine cayendo al suelo, pero el dolor no llego a mí, solamente sentía mi cuerpo adormecido y un horrible pitido en mis oídos.

Sentía unas tremendas ganas de llorar, de gritar y de romper todo lo que estaba a mi alrededor, pero no podía hacerlo, por más que intentará recuperar el control de mi cuerpo no podía hacerlo, no podía ponerme de pie, no podía respirar y sin duda no podía callar mis pensamientos, escuchaba los gritos de los padres, a las enfermeras y aquella odiosa máquina marcar que ya no se percibía el pulso, solo un eterno pitido que no mostraba más señales de vida, cuando miraba mis manos estas estaban llenas de sangre, sangre que claramente no era mía por más que lo quisiera.

—¡Alec! —no miraba ni escuchaba claramente a la persona que me llamaba— Vas a estar bien, todo estará bien.

No podía ver a Noah, pero sabía que era él porque éramos los únicos dos en el departamento, así que solamente era cuestión de lógica.

—Vamos a estar bien, ¿okey? —habló y a duras penas pude entender—, vamos a contar hasta diez, debes repetir después de mí, ¿De acuerdo?

No sabía si había hablado o solamente asentí, pero hice lo que dijo y empecé a contar conforme escuchaba cada número salir de su boca.

Uno...

Dos...

Tres...

Mi respiración empezó a fluir conforme el ritmo que él mantenía cada vez que decía un número, y pude sentir como el aire se hacía paso a mis pulmones de a poco.

Cuatro...

Cinco...

Seis...

Empecé a sentir mis mejillas mojada y no sabía en qué momento había empezado a llorar, pero todo se sentía tan liberador que ni siquiera le di importancia a llorar frente a él.

Siete...

Ocho...

Nueve...

Pude ver su rostro con total claridad, bueno, aquella que las lágrimas me permitían poseer, pero ahí estaba él, frente a mí con una sonrisa tranquilizadora, con sus manos sosteniendo las mías, lo suficientemente cerca para sentir su calidez, pero también suficiente lejos para no sentirme sofocado.

Diez...

Por último, solté un suspiro que no sabía si era miedo, alivio o preocupación, pero sabía que tenía demasiados sentimientos encontrados y claramente mezclados que ya no sabía ni que sentía.

—¿Estás mejor? —preguntó Noah.

—S-Si —respondí.

—¿Quieres contarme que sucedió? —su tono de voz era calmado, hasta llegaba a ser dulce.

Negué lentamente, no quería hablar, solamente quería quedarme donde estaba y sentir la calidez que el me brindaba, no estaba listo para ser sincero.

Ninguno de los dos hablo más, en su lugar se sentó frente a mí y abrió sus brazos para ofrecerme un abrazo, lo que hice tal vez estuvo fuera de lugar, tal vez no era lo correcto, pero lo necesitaba, luego me disculparía con él por abusar de su confianza.

Lo tome por la cintura y lo senté en mis piernas, como había hecho hace dos días, pensé que iba a alejarme, pero en su lugar dejo que le abrazara y que llorara cual niño pequeño en su pecho.

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