Capítulo 8: La historia del trébol

31 12 4
                                    

¿No da rabia la gente que quiere hacerse la importante cuando a nadie le importa su vida realmente? Pero más rabia da aún cuando esa gente realmente consigue causar intriga y realmente te empieza a importar su vida.
Pues este chico se hacía el interesante y misterioso. Y lo peor era que funcionaba: me tenía intrigada. Y a Amaia, seguramente también.
Pero no caía mal; al contrario, resultaba original, travieso y pícaro.

Salimos a la calle y paseamos por las callecitas del centro. Subimos un poco más y empezamos a caminar por donde las murallas.

Se empezaba a oscurecer el cielo.
La vista desde ahí arriba era hermosa y se podía ver toda la ciudad bajo un cielo anaranjado que pronto se tornaría estrellado y oscuro.

Amaia y yo estábamos observando el precioso paisaje, mientras Adrián parecía buscar algo en el suelo o la muralla.

-¡Ah, aquí es!- exclamó de pronto, provocando que nosotras diéramos un salto debido a lo relajadas que estábamos, contemplando las bellas vistas.

-¿El qué?- dijimos al unísono nosotras.

Señaló una parte de la muralla, donde estaban escritas unas frases, junto a un trébol.
Debían de estar escritas con tinta fluorescente, porque sólo se veían a la noche.

Los tres nos acercamos para leer lo que se hallaba escrito.

"Mi trébol eres tú.
Ojos verde esperanza,
sueños siempre cumplidos.
Atardecer sonriente,
bella oscuridad.
Sentimientos revelados,
amores encontrados."

Era un poema un tanto extraño, que apenas rimaba.

-¿Y bien?- pregunté curiosa, esperando que hubiera algo más, relacionado con tréboles.

-Este poema viene de una historia que se transmitía en mi familia de generación en generación. Era tradición que, cuando un hombre de mi familia se enamoraba, contara este cuento a su amada. La historia iba así -empezó a contar el muchacho- :
"Érase una vez un pequeño trébol que vivía entre seres como él, pero éste tenía algo de especial: no tenía tres hojas, sino cuatro. Todos los tréboles se burlaban de él porque era diferente y el pobre estaba muy hundido.
Pero un día, un gigante llegó a Trebolburgo y lo vio. El ser enorme les comentó entusiasmados a sus compañeros gigantes que había encontrado un trébol de la suerte. Nuestro pequeño trébol lo entendió y se quedó confuso. ¿Acaso alguien lo apreciaba?
Los gigantes se llevaron al trébol con ellos y lo subastaron por millones de euros, haciendo que nuestra plantita se sintiera especial, en vez de rara."
Así que la moraleja es que no tienes que cambiar para que los demás te acepten, porque ya lo harán, sólo hay que saber rodearse de la gente adecuada.
Y también para uno es una cosa especial, y para otro, no. Todos tenemos opiniones diferentes.-

Empecé a sentir cómo las lágrimas mojaban mi rostro. Esta historia me recordaba tantísimo a la que me había contado mi madre, la del colibrí…

Aún con la vista inundada por agua, vi cómo Amaia me miraba angustiada y comprensiva, la posición de sus ojos y cejas transmitía preocupación, pero extrañamente, parecía como si quisiera infundirme tranquilidad.
Adrián, por otra parte, tenía cara de sorpresa y confusión, con un poco de pena. Era lógico, ya que no sabía ni podía intuir la razón de mi tristeza.

Nos sentamos en un banco.

Ay… Siempre estaba pensando en mi pasado. Con una historia como la mía, me resultaba imposible disfrutar del presente. Todo me recordaba a mi madre y a mi padre. Nunca conseguiría ser feliz. ¿Por qué tenía que contar un cuento? ¿Desde cuándo está tan de moda que las familias cuenten historias con moralejas?

Mientras el joven de ojos azules y oscuro cabello miraba confundido a Amaia, esperando alguna explicación para mi llanto, la chica dijo algo sería y firmemente:
-Adrián, creo que es mejor que te vayas…

-Pero…¡Yo también puedo ayudar!

Mi joven amiga le dirigió una mirada insistente de desprecio, ciertamente algo amenazante.

-Adrián.

Amaia me miró, buscando que respaldara su propuesta con la mirada. Asentí entre sollozos.

-Bueno, muy bien. Me voy.

El chico estaba bastante ofendido, pero es que realmente su presencia me incomodaba en ese momento. No me apetecía que me viera en un momento tan vergonzoso y delicado. Tampoco quería que me preguntara el porqué de mi llanto, porque no quería decírselo aún, pero tampoco decirle que no se lo quería contar, porque pensaría que no confiaba en él. Es que apenas lo conocía; no podía revelarle mis secretos tan pronto. Obviamente no confiaba en él.

Algo enfadado, pero sin refunfuñar (porque al fin y al cabo tenía que respetar nuestra decisión) se marchó.

-Ya está, tranquila… -dijo la empática chica que me estaba abrazando- Llora lo que quieras, desahógate…

Ya me sentía mejor, pero no podía reprimir mis lágrimas, aunque se encontrara sentada a mi lado a la mejor amiga que pudiese tener.

Pasados unos silenciosos minutos, dejé de llorar. Estuvimos tranquilamente observando nuestro entorno en silencio.
Amaia era tan comprensiva… Entendía perfectamente que no me apeteciera hablar y lo respetaba, sin ser necesario decirle nada. Me entendía tan bien.
Entonces fui yo la que empezó un tema de conversación, para intentar olvidarme de lo que había sucedido en mi pasado.

-¿Oye, no te parece que esta historia del trébol era un poco como la del Patito feo?

-La verdad es que sí. Pero no del todo. Quiero decir, ¿qué moraleja enseña realmente el Patito feo…?

-¡Exactamente! ¡¡Eso le digo siempre a la gente!! -dije muy animada de repente- ¿Cuál es la enseñanza? ¿Que si cambias los demás te aceptarán? Es horrible.

-Ya, exacto, en el cuento el Patito feo era diferente y por eso nadie quería estar con él. De la noche a la mañana, se convierte en un cisne y todos lo aceptan. Pero… Bueno, igual es que él sólo se había visto feo antes y ahora se veía atractivo y por eso se vuelve un bonito cisne… ¿No crees?

-No sé… Pero él tampoco es como si de repente hubiese empezado a tener más autoestima y por eso los demás lo aceptaran. Sólo que de repente lo aceptan porque ha cambiado.

-Pues sí -dijo mi amiga-. Si es ese el caso; es una moraleja horrible. Pero, ¿ no es raro que un cuento infantil tan famoso sea tan poco educativo? Digo, igual sí tiene una enseñanza que todavía no hemos detectado.

-Puede ser.

Ya me sentía totalmente normal. Bueno, no normal, porque normalmente estaba triste; estaba medianamente feliz. Estaba empezando a cumplir mi sueño, al lado de una excelente muchacha que me había ayudado mucho.

El Sueño De ColibríDonde viven las historias. Descúbrelo ahora