Capítulo 39: Rumores

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─¡No te vas a creer lo que ha pasado!
Raquel había venido a nuestra casa a las once y media de la mañana a contarnos algo. Amaia y yo estábamos en pijama, pero dejé a Raquel entrar a casa de todas formas.
─¡Raquel! ¡Qué sorpresa! ─exclamó mi compañera de casa, mientras preparaba café─. ¿Qué te trae por aquí?
─Traigo chisme. Y creo que os va a interesar.
Amaia y yo nos miramos a los ojos, confundidas. Habíamos estado muy tranquilas en casa y no había habido ninguna noticia. Nos habíamos acostumbrado a no vernos afectadas por dramas.
─Maribel ─nos miró como si nos estuviera contando el más grande de los chismes, causando expectación e intriga por nuestra parte─. Maribel y Adrián.
Miré a Amaia extrañada y sorprendida, levantando una ceja. Hacía tanto que tratábamos de olvidarnos de aquellas andanzas de mi madre con Juan y, por ende, de Maribel, que no imaginábamos que fuese a haber noticias. ¿Qué novedades nos traería Raquel?
─¿Te acuerdas de que Adrián se quedó muy sorprendido con lo de que Maribel saliese con Juan sabiendo que Juan salía con tu madre? Tipo, el pobre no se lo esperaba, ¿no? ─empezó a contar Raquel, mientras nosotras dos escuchábamos atentamente cada palabra que decía─. Encima tu madre y su madre adoptiva, la Maribel, eran superamigas. Y pues a Adrián le pareció fatal lo que hizo su madre, claro.
Durante esos segundos de pausa que hizo Raquel para seguramente causar suspense, la chica optimista de ojos verdes y yo asentíamos, porque era totalmente normal que Adrián se hubiese decepcionado con su madre por lo que hizo. Maribel había resultado ser toda una víbora, de los pies a la cabeza. Y Adrián se acababa de enterar apenas ahora.
─Pero bueno… Eso vosotras dos ya lo sabéis, así que, bueno, continúo ─prosiguió la jovencita de la trenza─. Me han dicho por ahí que ya no se hablan. O sea, Adrián se ha enfadado tanto con su madre que ya no la quiere ni ver. Ay, qué triste llegar a ese nivel, ¿no? Pero, bueno, a lo que iba; que Adrián y Maribel discutieron, y pues él siguió enfadado con ella y le dejó de hablar, y aprovechó para apuntarse al intercambio. Dicen que últimamente él estaba siempre en la calle con sus amigos y así, porque no quería ni ver a su madre.
Amaia me miró con pena. Se veía en su mirada que le daba pena Adrián y el punto al que habían llegado su madre y él de no hablarse. Qué triste llevarse tan mal con la madre. Convivir todos los días y no pasárselo bien… No sé, es triste.
─Se rumorea que ella se lo ha tomado muy mal y está más amargada que de costumbre y está intratable al punto de que casi nadie quiere hablar con ella.
─Vaya… ─dijo Amaia─. Pobre Adrián. ¡No me extraña que haya querido huir de su casa teniendo a esa bruja como madre!
─Pobrecillo… ─murmuré.
Adrián me daba pena. Él nunca imaginó que su madre fuera así. Él y yo discutimos sobre eso en su día, y nos peleamos. Pero se equivocó, y tendría que lidiar no sólo con lo malvada que era Maribel, sino también con haber sido tan cabezota, haberse equivocado y haberme hecho daño. Sin duda todavía tendría remordimientos de aquella vez que discutimos.
─¡En fin…! ─y suspiró─. Eso es todo lo que sé.
Capitán entró en escena y, para nuestra sorpresa, se aposentó en el regazo de Raquel.
─¡Hala! Parece que ha perdido el miedo que me tenía ─supuso la muchacha, esbozando una tierna sonrisa.
─Se habrá acostumbrado a ti de tanto verte por casa ─explicó mi amiga, sonriente.
─Pues sí, será eso.

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