Al día siguiente, domingo, salimos de casa, pensando en acudir a la morada del hombre que en su día había sido pareja de mi madre.
─¿Qué hora es, Colibrí? ─preguntó mi amiga.
─Son las cuatro y cuarto ─respondí─. ¿Por qué lo preguntas?
─Pues por mera curiosidad ─confesó ella.
─Ah, de acuerdo.
─Y también porque quería dar una vuelta antes de ver a ese hombre. Quiero relajarme caminando para estar tranquila y que no me afecte lo que diga ese señor.
─Bien ─dije yo, taciturna─. Suena muy zen. ¿No prefieres la meditación?
─Colibrí, meditar es aburrido.
─No es aburrido. Se supone que es para relajar.
─¿A ti te relaja?
─La verdad es que no; me estresa ─admití riéndome.
─Ja, ja, ja ─se rio Amaia─. Pues ya ves. Supongo que somos muy jóvenes como para meditar y que nos sirva de algo. Tampoco tenemos unas vidas tan estresantes.
Me paré a pensar. Yo mi vida la consideraba muy angustiante, deprimente y estresante. Pero probablemente podría ser mucho peor. Hacía tiempo, yo había acordado conmigo misma que iba a dejar de sobrepensar, y que iba a aceptar mi vida tal y como era y simplemente tratar de mejorarla. Viendo solamente las partes negativas, uno se queda casi paralizado, cayendo en un agujero negro, en vez de ver lo bueno y que eso te motive a seguir adelante.
─Colibrí, te estoy viendo en la cara que estás pensando en que tu vida sí que es estresante ─espetó sonriente y comprensiva, aunque algo cansada, esperando a que le contara los pensamientos que rondaban por mi cabeza en ese momento.
Era verdad que en ese momento había reflexionado sobre que mi vida era trágica, pero luego también pensé en que podría ser peor.
─La verdad es que no ─negué, esbozando una alegre y simple sonrisa en mi rostro.
Amaia se mostró sorprendida, pero intuí que para bien.
─Yo también me equivoco en mis predicciones, ¿sabes? ─y se mostró aún más contenta que yo─. Y la verdad es que me alegro de eso.
Era muy buena persona. Siempre pensando en los demás, a pesar de que tuviera pequeños deslices. Su empatía la hacía aún más considerada y agradable. Las personas poco empáticas resultan menos carismáticas, creo. Al final a uno le agrada que piensen en él y lo entiendan, y le puedan dar consejos adecuados y útiles. Eso cae bien, y por tanto deseas estar con esas personas más que con otras. Eso es el carisma por ende, ¿no?
─Yo también ─añadí.
Nos reímos un rato, mientras pasábamos por las calles del centro, para pasear tranquilamente.
─A esta hora el tiempo está agradable ─comenté contenta.
Era raro en mí hacer comentarios de repente, sin planearlos previamente, y más sin mayor relevancia.
─Sí, es verdad. Hacen diez grados ahora.
─Tengo ganas de que llegue el verano, ¿tú no? ─pregunté.
Sonaba a algo que diría Amaia. Ahora yo me estaba convirtiendo en una chica más habladora.
─La verdad es que no.
La miré extrañada. Todo el mundo deseaba calor y sol, y vacaciones en la playa, cuando se encontraba en un tiempo frío, oscuro y desagradable. ¿Por qué ella no?
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El Sueño De Colibrí
Teen FictionMaría es una niña huérfana muy curiosa y con mucha imaginación, que siempre sueña con un mundo mejor. En su camino para encontrar la felicidad vive muchas aventuras surrealistas. ¿Dónde termina un sueño y empieza la realidad? Esta joven narra todas...