Capítulo 10: Oportunidades

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Obviamente le conté todo lo sucedido a mi amiga Amaia, quien me apoyó en todo momento.

-Pues claro, es lógico: no puede pretender conocerte en dos días. Has hecho bien en actuar así y dejarle claro que no volverías con él.

Tocaron al timbre.
Por suerte, yo ya estaba vestida.

-Será él -dije-...

-No le abras, no merece tu grata compañía.

Le dije que no tenía importancia, que no me importaba hablar con él si era para zanjar el asunto y dar aquella efímera relación sentimental por terminada.

Abrí la puerta con cara de disgusto.

-Hola… Ayer fui un poco borde y maleducado -en su cara se iluminaba una sonrisa avergonzada-. Grosero e irrespetuoso, también. A parte de insensible, escornacabras y catacaldos.

-Desde luego. Veo que controlas los sinónimos bastante bien. Sobretodo los que tienen que ver con tu actitud. ¿Algo más?

Mi cara seguía inexpresiva y distante. Fría y dolida. No quería mostrarle el dolor que me había causado, no quería que pensara que realmente tenía tanto poder sobre mí y se sintiera poderoso.

-¿Podemos hablarlo?

-¿Es que esto que estamos haciendo no es hablar? -dije tajante.

-Bueno, ya… A ver… Digo que si podemos hablar más del tema y, no sé, dar una vuelta… ¿Me das una oportunidad?

Las segundas oportunidades nunca habían sido buenas. Bastaba fijarse en la vida de la gente, libros y telenovelas para ver que las segundas oportunidades siempre desencadenaban desastres y más dolor. Pero sentía algo de curiosidad por saber cómo acabaría esto si lo intentábamos una vez más… Quizás no era tan mala persona. Es algo comprensible que te molestes por dar mucho en una relación y no recibir nada a cambio.
Demonios, ¿qué relación? Había sido un beso, después de vernos un par de horas como mucho.
Habíamos empezado con mal pie. Lo que bien empieza, bien acaba. Entonces, ¿lo que mal empieza, mal acaba? Pues sí.
A ver qué nos deparaba el destino…

-Puede.

Me encogí de hombros.

-Hmm, ya veo… Qué misteriosa.

-En lo que no va a haber ningún misterio es en que no vas a tener terceras oportunidades. No me pierdo mucho de no estar contigo.

Mentira. Mentira, mentira, mentira. Sí estaba enamorada. Pero quería ver cómo reaccionaba.

-Vale. ¿Paseamos?

Me despedí de Amaia, cogí mi abrigo marrón y fui con este chico.

-En serio, perdón por lo de ayer. Me frustraba un poco que no reaccionaras después de mostrarte mis sentimientos. Tenía miedo de que ese sentimiento no fuera correspondido.

¿Ese sentimiento? ¿Por qué no podía llamarle directamente "amor"? Bueno, supongo que así habían sido criados los hombres, gracias al patriarcado. Seguramente le costaba expresar sus sentimientos. Y para una vez que lo había conseguido hacer, yo no le dije ni una palabra. También había sido poco comprensiva.

De pronto, vi que no todo era tan negro. Los dos teníamos algo de culpa.

-Vale. Te perdono. Te quiero.

Lo abracé cálida y gentilmente.

-Gracias. No te defraudaré.

Nos sentamos en el mismo banco del otro día.

Mientras charlábamos tranquilamente y arreglábamos nuestros problemas, algo se le cayó del bolsillo derecho del pantalón.
Un collar de mujer.
«Un collar de cadena bastante simple, del que colgaba un corazón casi esférico bastante pequeño, con una gran «M», que parecía que se podía abrir.» pensé.
Me había venido a la mente esa frase, tan cual. ¿De dónde la había sacado? Definía perfectamente el objeto.

El Sueño De ColibríDonde viven las historias. Descúbrelo ahora