Pasaron los días sin grandes novedades. Un día fuimos a ver un concierto de guitarra clásica, acompañada por una orquesta. Siempre me había gustado ese instrumento, y en cuanto Amaia se enteró de que había uno, enseguida compró entradas. Nunca había escuchado un concierto en vivo; de pequeña quería tocar la guitarra, pero tampoco había indagado en el tema. ¿Cómo iba a cumplir ese "sueño"? También había sueños que no merecían ser cumplidos... ¿Cuáles sí lo hacían? Pues eso era algo que dictaminaba el corazón, y se podía saber escuchando atentamente a mi intuición. Ser feliz era algo más que un sueño; era un objetivo necesario, el más importante de todos. No era un capricho, era una obligación. Impuesta por mí, aparentemente. Una meta que creía haber cumplido, y por la cual había decidido no preocuparme más, pues pensaba que no me llevaría a nada. ¿Qué objetivos tenía ahora? ¿No tenía? Me sentiría vacía entonces.
¿Me sentía vacía, sin propósito? No. Me sentía mal, pero no era por eso; de momento estaba tranquila con respecto a mis objetivos. Me preocupaba alguna que otra cosa. Pero no los sueños. Me preocupaba Adrián, me entristecía lo de mi gato, me daba miedo Maribel, me daba asco Juan... Tantos sentimientos juntos reunidos para luchar contra mí y hacerme sentir impotencia.
Un día, vimos a Juan. Era una tarde soleada de finales de abril, un veintisiete de abril.
Como faltaban solamente seis días para nuestro viaje a Milán, decidimos ir a comprar alguna que otra cosa que nos hacía falta.
Estábamos en una tienda de bolsos y accesorios, buscando un bolso para Amaia y una cartera para mí.
─Hm, es que este color no pega con el vestido de flores que voy a llevar... Es un tono un poco más oscuro, el del vestido... ─dijo cuando le enseñé un bolso verde claro.
─Ya veo. ¿Qué te parece este?
─Ay, es que es demasiado de señora mayor, y tiene demasiados bolsillos...
Ningún bolso parecía ser del agrado de mi amiga.
─¡Perfecto! Ya he encontrado uno bonito ─exclamó llamándome desde la otra punta de la tienda.
─Mira, ¿ves? Este tono sí pega con mi vestido. Este tipo de verde oscuro resulta elegante sin dejar de ser ciertamente juvenil. ¡Me encanta! ¿Tú qué opinas, Colibrí?
─Bien, es bonito. Seguro que queda muy bien con tu vestido.
Nos dirigimos a la caja para pagar. Yo había cogido una cartera gris bastante bonita, que seguramente llevaría a Milán.
Pagamos y nos fuimos.
Nada más salir de la tienda, vi que aquel innombrable estaba tan sólo a unos metros de nosotras y Amaia me cogió agresivamente del brazo y entramos corriendo en una tienda de ropa.
─¿Pero qué te pasa, Amaia? ─quise saber, algo enfadada, pues me había dado en el codo con un maniquí gracias a ella y me dolía bastante (y el maniquí casi se cayó al suelo; y quién sabe si nos habrían hecho pagarlo si se rompía).
─Shhhh ─me mandó callar la muy educada señorita.
Me quedé en silencio, sin dejar de estar sorprendida.
Se asomó un momento y me dijo: "Ya está" y me sugirió ver ropa en la tienda, que según ella era bonita y a buen precio.
─Pero a ver, ¿a qué ha venido semejante agresividad por tu parte? ─pregunté, molesta.
─¿De verdad no has visto a Juan pasar por ahí?
─... ¿Eh?
─Sí, el innombrable ha pasado a nuestro lado. No quería que nos viera, y tú tampoco, ¿no?
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El Sueño De Colibrí
Teen FictionMaría es una niña huérfana muy curiosa y con mucha imaginación, que siempre sueña con un mundo mejor. En su camino para encontrar la felicidad vive muchas aventuras surrealistas. ¿Dónde termina un sueño y empieza la realidad? Esta joven narra todas...