Chika no llegó solo al Palacio Blanco, llegó acompañado por una guardia de sus mejores hombres, así como un enorme jarrón de hidromiel traído desde el otro lado del Mar del Amanecer como regalo para la Malthai. Él estaba tranquilo, aunque era un hombre contra un reino, estaba seguro de que ganaría porque ese trono era suyo por derecho legítimo.
Los guardias de la puerta lo detuvieron, le quitaron las espadas a él y a sus hombres y los dejaron entrar al Palacio Blanco. Chika no necesitaba espadas para pelear porque fácilmente podía desarmar a uno de los guardias y conseguir una, así que dejar sus preciadas espadas en la entrada del castillo no fue un problema para él.
Chika caminó por los pasillos por los que había corrido cuando era niño y esperó a la Malthai dentro de la sala del trono.
Su trono.
Cada vez que Chika veía ese trono, él recordaba las palabras de su padre donde le aseguraba que algún día se sentaría en él y sería alabado como el Señor del Desierto. Si no fuera por la Malthai, si no fuera por esa mujer, su vida habría sido diferente.
Sus hombres estaban inquietos, sedientos por la inminente pelea que se desataría en ese salón del trono, pero Chika tenía otros planes para este momento.
Poco tiempo después, la Malthai entró al lugar y se sentó en el trono de los Señores del Desierto, con una corona tan grande que era imposible ignorarla, con la frente en alto. Los soldados que la acompañaban se apostaron en las puertas, convirtiendo esa sala del trono en una jaula para evitar que su invitado escapara.
Chika admitía que había entrado en la guarida del lobo, pero conocía ese lugar como la palma de su mano y sabía que escapar no sería tan difícil.
— Príncipe Chika, arrodíllate y suplica clemencia en este momento, y tu vida será perdonada.
La voz de la Malthai era fuerte y autoritaria, pero Chika solo sonrió ante la orden y agitó la mano para que dos de sus hombres le presentaran el jarrón de aguamiel a la Malthai. Un pequeño regalo por los tres intentos de asesinato.
— ¿Me perdonarás la vida? — La pregunta de Chika salió con una dosis de burla que hizo que las cejas de la Malthai se fruncieran. — Es algo tan generoso que te daré un regalo traído de las Tierras del Amanecer.
— No me interesan tus regalos. Si no te arrodillas, la ley se ejecutará como se ha hecho desde la antigüedad y serás decapitado.
Chika ignoró las palabras de la Malthai porque sabía que esta oferta de paz era solo una artimaña para hacerlo bajar la guardia, e hizo que sus amigos abrieran el jarrón de hidromiel que llevaban consigo. Inmediatamente, el aroma a alcohol y muerte se mezcló en el ambiente, provocando que casi todos en esa sala hicieran una mueca.
Chika sonrió, miró a la Malthai y metió la mano en el jarrón, sintiendo el hidromiel en sus dedos. El calor del desierto echaba a perder la carne demasiado rápido si no se conservaba adecuadamente, y el hidromiel no era ideal para conservar la carne.
— Deberían interesarte. Es una ofrenda de paz por el vino envenenado que enviaron a mi campamento hace dos días. — Chika sacó del jarrón la cabeza cortada de un hombre, la cual arrojó al pie del trono haciendo un ruido similar a un trapo mojado muy pesado cuando es arrojado al piso, provocando un ruido de sorpresa general entre los presentes. — Tu consejero militar. Se negó a unirse a mí en mi reclamo al trono y perdió la cabeza. Nunca le gusté, así que no es una gran pérdida... para mí.
La Malthai se levantó de su trono de inmediato, la furia brilló en sus ojos, y lo señaló con el dedo. Los guardias inmediatamente tomaron posiciones para ir tras él tan pronto como la Malthai diera la orden.
— ¡Tú! ¡Asesino! ¡Olvídate de la piedad! — El gritó de la Malthai resonó por la sala del trono. — ¡Serás encerrado y ejecutado al amanecer, como dictan las reglas de herencia!
Los guardias de la Malthai, los que estaban apostados a las puertas de ese salón del trono, desenvainaron sus espadas y comenzaron a caminar hacia Chika y sus hombres, quienes se disponían a defenderse y llevarse a algunos soldados al infierno antes de morir; pero antes del ataque, dos de esos guardias se volvieron contra sus compañeros y los atacaron, provocando una distracción para que el Príncipe Chika pudiera escapar de ese lugar.
Chika sabía que esos guardias iban a morir, pero lo harían bañados en gloria por defender a su verdadero rey.
— ¡Ustedes ya saben qué hacer! — Chika gritó mientras escapaban del Palacio Blanco por los pasadizos que solo él conocía.
Los hombres que lo acompañaron en esa fuga se separaron luego de confirmar la orden que les dio antes de ingresar al lugar.
Uno de esos hombres tenía la misión de informar a los soldados dentro del castillo, los que habían jurado lealtad a Chika, para que asaltaran la sala de armas y pudieran abastecer el campamento. Otro de los hombres tenía la misión de reunirse con los Consejeros que estaban en contra de Malthai y Barragán; y otro tenía la misión de infiltrarse en el harén y secuestrar al hijo recién nacido de Yushiru.
Esta última era prácticamente una misión suicida, pero sus hombres creían en su causa.
Chika sabía que la Malthai controlaba la ciudad y la mayoría de los soldados, pero sabía que el hambre y la escasez serían sus aliados contra la Malthai.
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El Ruiseñor 2 || IchiRuki FF
FanfictionContinuación de El Ruiseñor. Ichigo y Rukia se casaron, sobrevivieron al intento de rebelión y al atentado en la luna de miel. Los culpables han sido castigados y todo parece de nuevo estar en orden. Parece... El viaje a la antigua Vayalat de la Som...