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ISABELLA.

Salgo corriendo de ese lugar. No pienso demasiado en Adam que estaba ahí, solo me interesa escapar.

Si soy sincera no sé de donde saqué fuerzas para luchar y salir de  ese sitio. Pero lo hice, eso es lo que importa.

—¡Isabella!—me gritan y eso hace que corra más rápido.

No sé quien me grita.

—¡Isabella detente, soy yo, Adam!—escucho los pasos cerca de mí.

Al oír su nombre caigo al suelo. Mis piernas reaccionan al ejercicio.

Y un dolor intenso se extiende en mi pantorrilla.

Mierda.

Un calambre.

—Mierda, mierda.—me quejo.

Me duele demasiado. Sé porqué me pasó, falta de ejercicio, y mala alimentación.

—¿Isabella, estás bien?—nada más lo veo.

Estoy demasiado ocupada quejándome como para responder.

No hay tiempo para lanzar mis comentarios de odio.

—Joder, un calambre—digo apuntando mi pierna tensa.

Él se tira al suelo conmigo, y me abraza desde atrás, dejándome con la cabeza apoyada en su pecho.

—Vamos... respira, ya va a pasar—dice tomándome la mano.

No le hago caso, solo me quedo ahí esperando que se me pase solo.

—ya estoy bien, suéltame—digo a medida veo como se niega a soltarme.

—Shh...—me abraza más fuerte.

—Ya, en serio suéltame, estoy incómoda así, me duele la espalda.

—Bien, si, lo siento.—se para y enseguida me ayuda a pararme.

Cuando estoy de pie, me doy cuenta de que Adam tiene sangre en su ropa.

Toco la sangre, y casi pregunto como está, pero me lo guardo.

—No es mía—dice mirándome—es del otro sujeto.

—¿Cómo supiste donde estaba?—pregunto.

Tengo muchas preguntas, pero no creo hacerlas todas, ya que estoy demasiado cansada como para pensar en llamar a Arturo para que lo encarcelen nuevamente.

—por mi hermano, me enteré de que trabaja para él, bueno, lo seguí, y te encontré—apenas lo dice me alejo.

¿Acaso Adam también forma parte de ellos?

—Tranquila, yo no soy de ellos, confía en mí.—responde como si pudiera leer mis pensamientos.

Cuando estoy a punto de abrir la boca para hablar y decirle que no me pida que confíe en el, me interrumpe.

—Bien, cierto, no confíes en mí, pero créeme, no soy parte de ellos—con esto me confirma que definitivamente me está leyendo la mente.

—Bueno, en ese caso gracias y adiós—me alejo caminando de él.

Si tiene sangre no creo que sea necesario seguir escapando.

—Espera, déjame llevarte a donde sea que vayas.—se acerca nuevamente.

—¿Y si voy a la comisaria?—encaro una ceja.

—Te llevo, me pienso entregar sabiendo que estarás bien.—responde.—ven, puedo conseguir un auto.

—¿robarás uno?—pregunto cuando lo veo acercarse a uno cualquiera.

—Bueno, considerando que me entregaré a la policía, veo conveniente tomar prestado este auto para llegar más rápido.—me dedica una sonrisa y yo pongo los labios en línea.

Bien, si esto hará que lleguemos más rápido, no lo voy a impedir.

Tengo demasiado sueño.

𝓶𝓪𝓵𝓭𝓲𝓽𝓸 𝓵𝓪𝓭𝓻𝓸𝓷 |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora