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Adam.

Este lugar estaba rodeado.

Tuvimos que matar a uno cuantos. Ya que nos mataron a un par de mis chicos.

Una corazonada me dice que aquí acaba todo. La voy a encontrar. Y si habían tantas personas protegiendo la casa, es porque es aquí.

Aquí es.

Dios estoy seguro.

Dejamos a los muertos en el suelo, cuando aparece el idiota del año.

—hola, caballeros—entra muy campante con las manos en alto—no disparen señores, vengo a buscar a mi esposa y me voy.

Nos dedica una sonrisa asquerosa.

—Si crees que ese acuerdo aún sigue en pie, es porque estás realmente lunático.—es el turno de una vieja para aparecer.

¿Dios, hasta cuando aparecerán personas?

—Pero si es mi suegra, que tierna—saca su pistola—muévase señora, no me gustaría dejar a mi esposa sin madre... por ahora.

—¿Cómo llegaste aquí?—pregunta Arturo sin dejar de apuntarle.

—GPS—contesta—cuando la tuve conmigo me encargué de implantar un rastreador, no sería un buen marido si no sé donde está mi mujer.

Me hierve la sangre.

Jodido idiota.

No es suya.

—estás más loco que tu puto padre muchacho—la señora de la nada saca un arma—mi hija no se casará con un enfermo mental como tú, así que saca tu maldito trasero de mi jodida casa.

—Era mi casa.—escucho susurrar a Arturo, y lo veo desviar la pistola a la señora.—Esta era mi casa antes de que ustedes llegaran y acabaran con la vida de mi familia.

¿Qué jodida mierda es esta?

¿Acaso soy el único que no entiende nada?

—Pero si es el chilenito —la señora mira a Arturo—lo siento chico, pero el encargado de eso fue mi exesposo, lamento tu perdida, tu madre me hizo conocer los manjares de chile y tu hermana, dios esa chica era adorable.

Joder, si mi salud mental es comparada con la de ellos, yo estoy totalmente cuerdo.

—¡Este no es el jodido momento para discutir!—mi respiración se vuelve pesada—y tú—señalo al tal Massimo—¿Quién más conoce la ubicación de Isabella?

—Nadie...—antes de que termine de hablar, saco el seguro a mi arma. Y tres balas perforan su cuerpo.

La primera impacta en la cabeza.

La segunda es su entre pierna, más específicamente en la polla.

Y la última en el pecho.

Las dos últimas eran innecesarias pero tenía que desahogarme de cierto modo.

La señora loca me alza el pulgar en aprobación.

Por otro lado, Arturo no deja de mirarla con rencor.

Y yo, yo me preocupo de subir las escaleras.

Voy en la mitad de la escalera cuando otro disparo ajeno a nosotros se escucha.

Escucho un grito.

Luego varios disparos más.

Dios.

Reconocí ese grito.

𝓶𝓪𝓵𝓭𝓲𝓽𝓸 𝓵𝓪𝓭𝓻𝓸𝓷 |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora