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Isabella.

Para mi sorpresa este tipo me contrató.

Sí, estoy tan feliz que sería capaz de cosas inimaginables.

Me pidió que me quedara esperándolo fuera de la oficina por unos papeles y bla-bla-bla.

Minutos después sale informando que los papeles tendré que firmarlos en recepción y dejar mis datos.

Estoy tan contenta, es relajante conseguir un trabajo.

Llego rápido a la recepción, y el chico de la recepción me hace firmar las cosas, y todo pasa tan rápido que mi impulso de loca, me hace saltar de felicidad cuando está todo listo.

—Señorita, está todo listo, aquí dice que puede empezar cuando quiera, pero le aconsejo, empiece mañana, tiene que descansar para lo que se viene.—Dice lo último en modo de advertencia.

Y yo estoy tan feliz que no le tomo importancia, decido hacerle caso al chico.

Camino hacia la salida, pero me paro, y me devuelvo hasta donde está el chico.

Tiene unos veinte y tantos.

Por lo que me acerco a él y lo abrazo.

Es un desconocido.

Sí.

Pero no tengo con quien más festejar que conseguí trabajo.

Este es mi pequeño modo de festejar.

Así que antes de ser juzgada corro a la salida.

(…)

Llego a mi casa, por fin, con mi propósito conseguido puedo relajar cada parte de mi cuerpo.

Si quiero que mi trabajo dure tendré que cambiar, voy a partir por despertarme extremadamente temprano, mi vida no está resuelta, y no me puedo dar el lujo de llegar tarde, antes no lo entendía pero ahora sí. Tengo planeado llegar más temprano de lo solicitado.

Hace un rato me llego un correo de la empresa, me explicaron mi función y a la hora que tendría que entrar a trabajar. Por eso me propuse dormirme a las diez de la noche desde ahora, y me iré al trabajo a las seis de la madrugada, una hora con antelación para no andar apurada, ni con retrasos.

Aparte así puedo pasar a tomar un café, y de paso llevarle un café a mi jefe, me arriesgaré a llevarle un café serio, ese café es él sin azúcar y muy cargado.

Hablando de mi jefe, se me pareció conocido.

No sé dé donde, puede que esté confundida por lo enredada que ha estado mi cabeza en estos días.

En fin, me meto a mi cama, mañana tendré un día muy largo, y según me advirtieron, será complicado atender al señorito jefe.

Tendré que cuidar este trabajo como si mi vida dependiera de ello, y ciertamente así es, no me puedo dar el lujo de una falla, un retraso, o un error.

No.

Ya no más.

Es hora de cambiar...

𝓶𝓪𝓵𝓭𝓲𝓽𝓸 𝓵𝓪𝓭𝓻𝓸𝓷 |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora