Maximiliano miró a la señora Sabadell con seriedad, timidez y algo de lamento. Le acababa de decir que su amiga Agatha había cogido una gripe, por lo que estaba en la cama y no podía salir a jugar con él.
Misterio resuelto de por qué Agatha no había acudido al lugar donde se encontraban todos los días. Pensó en que a lo mejor ayer cogió frío en la cascada, se les hizo algo tarde y volvieron a casa algo mojados. Sin embargo, quería ver a su amiga. Por lo que a mitad de camino dio la vuelta y corrió de regreso a la gran casa. Fue directo, pero con sigilo a la ventana de Agatha. Era imposible escalar hasta ella. Golpeó el cristal con unas piedras pequeñas. Nada. No hubo respuesta. Gritó en silenció el nombre de su amiga con la esperanza de que le oyera. Pero tampoco obtuvo respuesta alguna. Pensó en qué hacer.
De repente, la ventana se abrió, él se alejó un poco para ver si era Agatha, y para su desgracia no fue así, era una de las doncellas de la casa. El joven italiano corrió a esconderse. Cuando comprobó que podía salir, se rindió y decidió volver a casa sin lograr ver a su amiga.
Al día siguiente, Maximiliano no esperó a que su amiga apareciera en el lugar de siempre. Corrió directamente hasta su casa. De nuevo, la señora Sabadell le dijo que Agatha seguía enferma y que no podía salir de la cama aún. Sin embargo, no se rindió. Con mucha educación, solicitó ver a la señora de la casa, a Margot. La señora Sabadell dudó, pero finalmente llamó a la señora.
Al cabo de unos minutos, la señora Margot apareció, tan elegante y guapa como siempre.
· Hola querido
· Buenas tardes, señora
Margot miró con dulzura a Maximiliano.
· Me temo que Agatha sigue en cama. No es muy grave pero el médico recomienda que no haga esfuerzos en unos días.
· Sí, señora.
Maximiliano esperó unos segundos pensando si lo que iba a ser era buena idea o no.
· Señora, ¿sería posible que pueda ver a Agatha?
Él era consciente de que su propuesta no era de todo correcta. Cómo se le hubiese ocurrido pedir permiso para ver a una joven enferma postrada en su cama. Incluso estaría en pijama. Sin embargo, él conocía a la señora Margot, pensó que ella a lo mejor lo entendería.
Para su fortuna fue así. La madrastra sonrió dulcemente y asintió.
· Seguro que le hace ilusión verte. Sígueme.
Llegaron a una habitación diferente a la suya. Ahora entendió por qué ayer no contestaba a los golpes a su ventana de ayer.
Al abrir la puerta, el joven italiano se encontró con una gran habitación. Decorada y amueblada con todo tipo de lujos. Agatha se encontraba debajo de un gordo edredón en la inmensa cama.
Margot no cruzó el umbral de la puerta.
· no te acerques mucho, no queremos que te contagies – dijo Margot con tono leve – bien, os dejaré solos.
Maximiliano se adentró a la habitación con lentitud. No quería hacer ruido y tampoco estaba seguro de lo que hacía. Antes de llegar a la cama escuchó un gruñido proveniente de la cama que le asustó tanto que dio tres pasos hacia atrás. Tras respirar un poco, volvió a acercarse con delicadeza, al llegar a la cama vio el rostro de su amiga en un profundo sueño. Se la veía algo acalorada, tenía la frente brillando del sudor. La observó detenidamente. Le pareció divertido lo muy despeinada que estaba. A pesar de que tenía muchas ganas de hablar con ella, no quiso despertarla. Solo miraba cada uno de sus detalles, su cara sin rastro de ningún grano o espinilla, su respingona nariz, sus largas pestañas, sus finos labios, sus alborotados rizos rojizos... acercó su cara a la suya para observar sus pecas, pero de repente la cara de Agatha cobró vida, abrió los ojos lo más que pudo e impulsó su cara hacia su amigo italiano mientras gritó 'buh' provocándole tal susto de muerte que hizo que el joven diera un salto hacia atrás con la mala suerte de perder el equilibrio y caer al suelo.
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Agatha conoce a Maxi.
DragosteAgatha y Maxi, dos amigos aristocráticos cuyo amor traspasará los muros de la sociedad de principios de siglo 19.