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El día de la boda llegó. Un 24 de Julio.

La ceremonia fue en la iglesia del pueblo, corta y muy íntima.

Agatha y Maximiliano no se separaron en ningún momento. Ella lo pasó mal y él no estaba nada convencido con aquel compromiso. Intentó hablar con su madre del tema, pero fue en vano. Cada vez tenía más sospechas de que Enrique no era lo que se pensaba.

Mientras el cura recitaba las palabras, Agatha se mantuvo erguida, con gesto serio y muy pálida. Cuando Enrique recitó sus votos, las manos de la joven empezaron a temblar, Maximiliano lo notó y justo antes del beso, posó su mano sobre la de su amiga con intención de calmarla. Por un segundo, ambos se intercambiaron una leve y tranquilizadora sonrisa.

La celebración fue en el jardín de la mansión Mozzi. Había pocos invitados, pero el banquete era abundante y no faltaba de nada.

Los jóvenes amigos apenas pudieron ser ellos, entre el mal humor que sentían por la boda y el ambiente tan incómodo y refinado se tuvieron que aguantar y comportar como es debido. Tampoco podían escabullirse debido a que, al haber tan pocos invitados, su ausencia sería notoria.

Permanecieron sentados en una de las mesas.

· ¿No tienes apetito? - preguntó sigilosamente Maximiliano mientras se limpiaba la boca con una servilleta sin dejar de ver el ambiente.

· No mucho, de todas formas, el corsé me aprieta tanto que si como algo siento que explotaré

Su amigo arrugó las cejas.

· No entiendo por qué usas esas cosas tan dolorosas – ella acercó su cara a la de él.

· Se supone que para verme más bella – dijo Agatha con voz y una sonrisa picaresca.

Su joven amigo alejó su cara algo avergonzada.

· Sigue sin tener sentido - tomó un sorbo de su copa y miró al ambiente

· Oye...

De repente un tercer sujeto apareció en escena. Era Adriano Mozzi. Su aparición hizo que Maximiliano cambiara de gesto a uno malhumorado, suspiró y le apartó la mirada con desprecio.

- buon pomeriggio – dijo con su típico tono encantador.

- Buenas tardes señorito Mozzi - Agatha se incorporó de su asiento para hacer una reverencia

- Oh, por favor, no somos desconocidos, llamame solo Adriano querida Agatha - dijo con encanto y una mirada llena de intenciones el primo de Maximiliano a la vez que le besaba la mano.

El joven italiano sentado en su silla, volvió a suspirar con pesadez.

- qué quieres

- buenas a ti también mi querido primo - Maximiliano le lanzó una mirada asesina - no me recibiste esta mañana, suponía que estabas muy ocupado con los preparativos - la sonrisa y mirada confiada de Adriano frustraba a su primo - se puede decir que te he echado de menos, ¿cómo estás?

Maximiliano apartó la mirada y no dijo nada. Agatha, muy incómoda por la situación que estaba presenciando, carraspeó la garganta para cortar el molesto silencio y se dirigió a Adriano con la mejor de sus sonrisas.

- ¿cómo van las cosas por Milán? - Adriano la miró y respondió a la vez que se encendía un cigarro.

- Maravilloso, mucho mejor tiempo que el de aquí, este calor es... insufrible - dijo haciendo énfasis en lo último mientras miraba a su primo de nuevo - deberías venir querida Agatha, te encantaría

Agatha conoce a Maxi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora