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Agatha Rivera de la iglesia Abadía, una dulce joven de 14 años, hija de una familia aristocrática. Su padre es empresario, dueño de una famosa marca de vinos. Su madre murió en un accidente cuando Agatha era una niña. Poco después su padre se casó con una hija de buena familia aristocrática, ella no podía tener hijos por lo que Agatha nunca tuvo hermanastros. Su madrastra no cumplía el típico papel de odiosa y malvada, de cierta manera había logrado una relación cordial e incluso afectiva entre ella y la joven Agatha.

Agatha creció entre lujos, nunca le faltó de nada. Su padre dejó de ser lo poco estricto que era cuando su madre murió, pues era su única hija y no quería perderla a ella también. Por lo que Agatha tenía todas las papeletas para convertirse en una repelente niña mimada de la alta clase aristócrata, sin embargo, esto no fue así. Agatha desde pequeña fue adoptando el carácter y personalidad de su difunta madre, era alegre, simpática, empática y muy curiosa, presentaba un buen sentido del humor, le gustaba estar con gente independientemente de su clase social, era muy sociable. Leía mucho, eso fue lo que le hizo enriquecerse de conocimientos de todo tipo, su padre nunca le negó ningún libro ni le prohibió algún género determinado, pues le agradaba y sorprendía lo feliz que era ella leyendo, era uno de sus grandes entretenimientos ya que hermanos para jugar nunca tuvo y hasta los 12 daba clases en casa por lo que tampoco tenía muchos amigos.

Tenía una amiga, su única amiga, Aurora. Agatha se llevaba bien con los demás niños del exclusivo colegio al que iba, pero sin duda solo llegó a conectar con Aurora. Se conocieron desde que empezaron la escuela presencial, se hicieron muy amigas e incluso tuvieron la suerte de que sus casas no estuvieran tan lejos. Sin embargo, Aurora y sus hermanos pasaban prácticamente todo el verano en su exclusiva casa de la playa, por lo que los veranos Agatha volvía a estar sola.

Sin embargo, Agatha siempre lograba encontrar la forma de divertirse o distraerse. Sus días de verano consistían en; por la mañana, clases de violín, idiomas y literatura, seguidamente su tiempo libre lo consumía en estar en los establos con los caballos o escabullida en las cocinas de la gran casa hablando con el personal, se llevaba muy bien con ellos y siempre tuvo cuidado de no ocasionarles problemas con su presencia. A pesar de tener una tutora que era quien la cuidaba y le decía lo que debía hacer en cada momento, Agatha huía fácilmente de ella.

Agatha no era como las demás personas. Ella vivía en un mundo diferente al nuestro, no le interesaban las típicas cosas de la edad, ni el dinero ni el apellido. Vivía el presente y no se estresaba por el futuro. Ella era consciente de su estatus social y de que algún día la casarían con alguien de la alta clase a quien serviría como buena esposa y madre de sus hijos. Sin embargo, su pasión por la lectura le hizo tener una visión más abierta del mundo. No vivía en esa burbuja aristocrática donde no ven más allá que de su monedero, como por ejemplo su padre o madrastra. Ella tenía el deseo de poder ir a la universidad, estudiar antropología y lograr un trabajo investigando ruinas antiguas. Ella sabía que eso solo podía ser un sueño, pero en su mundo, hasta la idea más loca tenía un hueco.

Lo que más odiaba Agatha eran las despampanantes cenas o fiestas aristocráticas. Una reunión de pura gente avariciosa y egocentrista, burlándose de aquel que no hace mucho era su amigo o de clases sociales por debajo de la suya, no podía soportar cuando se metían con el servicio de su propia casa, sentía una ira y enfado interno que nunca logró desahogar del todo.

Agatha tenía muy claro el futuro que le correspondía, pero también que jamás iba a convertirse en un ser tan despreciable como aquellos bien vestidos que bebían vino en su casa mientras reían y se burlaban de los demás.

La familia de Agatha tenía varías lujosas casas dispersas por España. Sin embargo, pocas eran las veces que iban a visitarlas desde la muerte de la madre de Agatha.

Un día cualquiera de junio en el verano de 1912, llega corriendo una de las sirvientas de la casa a la cocina. Jadeando y algo alterada, comunica a todos que ha llegado una familia nueva al barrio. Mientras hacía recados en el pueblo, le contaron de una reciente mudanza a una de las mansiones más lujosas de la zona. Agatha justo estaba en la cocina, sin embargo, poco caso le hizo al comunicado ya que temía que fuera otra familia rica y vacía por dentro. Una de las cocineras mayores con la que mejor se llevaba le dijo sonriente:

- A lo mejor hay alguien de tu edad y os hacéis amigos, señorita

A Agatha se le iluminó la cara. Salió corriendo de la cocina y se adentró al enorme jardín, se lo tenían prohibido pues podría perderse o hacerse daño. Pero ella ya se lo tenía más que conocido. Se dirigió hacía uno de los caminos que conectaba con la mansión de la que hablaron en la cocina. Llegó a su destino y entre los arbustos vio los camiones y los muchos trabajadores en constante movimiento, llevando y trayendo cajas, muebles costosos, cuadros envueltos... sin embargo, no lograba encontrar a quienes serían sus nuevos vecinos de barrio, tenía muchas esperanzas de que fuera una niña de su edad con la que podría hablar con confianza al igual que con Aurora.

De repente, una mano gélida le toca el hombro provocando un susto de muerte a Agatha. Era su tutora, la señora Sabater. La joven aun con el susto en el cuerpo la miró con los ojos bien abiertos mientras jadeaba.

· Sabía que estarías aquí, señorita

· Lo siento muchísimo, señora. ¿cómo me ha encontrado?

· Demasiado años siendo tu tutora me temo - hizo un mueca y luego miró alrededor - y yo también me he enterado de la gran noticia.

La señora alzó la mirada y observó por un instante la mudanza a escondidas también. Tras un rato regresaron a la casa las dos.

Esa noche, Agatha en su rezo rogó que hubiera una amiga para ella de esa mudanza.

Al día siguiente, mientras desayunaba notó alboroto entre los sirvientes y empleados del hogar. La madrastra de Agatha, Margot, le comunicó que esa misma noche iban a tener una cena de bienvenida, habían invitado a la nueva familia del barrio. Agatha se sorprendió de lo rápido que mueven los intereses a su familia, ni dos días instalados y ya habían sido invitados a una cena galante. Como siempre, entre gente rica reía la cortesía y la falsedad.

Poco más se enteró Agatha acerca del tema, solo de que era una familia italio-española que venían a cenar hoy a su casa. Por mucho que quería averiguar si sabían de algún integrante de su edad nadie tenía tiempo para ella pues todos estaban trabajando a contrarreloj. Incluso se cancelaron sus clases para probarse vestidos. Daba por hecho de que sería una familia muy rica por todo en lo que se estaban esmerando. Eso hizo que Agatha perdiera esperanzas de que pudiera encontrar a alguien como ella en esa familia.

Harta del ambiente estresante, el resto del día lo pasó en el jardín leyendo.

Llegó la noche, la esperada e importante cena comenzaba. Todo impoluto, cada detalle de la mansión perfecto. El gran jardín recién cortado y regado, los árboles podados. La fachada de la mansión daba sensación de gran riqueza y estatus social. Agatha estaba colocada al lado de Margot y su padre en la entrada, a la espera de dar la bienvenida a la misteriosa familia italiana. Todos estaban con sus mejores galas.

Al fin, llegó dos lujosos coches negros, aparcaron en la entrada. Del primero salieron los padres, un elegante hombre en esmoquin y su hermosa mujer, ambos morenos de piel. Con los ojos bien abiertos y cruzando los dedos a escondidas, Agatha vio cómo del segundo coche salían dos hermosas jóvenes, su hermosura intimidó un poco a Agatha, eran mucho más altas que ella, le sacarían al menos 4-5 años. Esto y junto al aire aristocrático que desprendían ambas hizo que Agatha se desmotivara y dio por hecho de que su deseo no iba a cumplirse. Sin embargo, del lujoso coche salió una última persona, un joven. Un muchacho más joven que las anteriores chicas, lo cual correspondía a la edad de Agatha. Esta abrió los ojos de par en par. El joven no desprendía ese aire de alta clase, era elegante y recto, pero se veía tímido, miraba al suelo, y se le notaba avergonzado.

Agatha conoce a Maxi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora