-40-

74 6 0
                                        


La figura de Maximiliano permanecía de pie, rígida y tensa, su rostro expresaba rechazo, frialdad y rencor. Todo debido a que tenía a tan solo unos pasos por delante al causante de todo su dolor estos seis años.

Alfonso Rivera, con algo más de arrugas y canas, le miraba con una expresión neutral, ni superioridad ni lamento. Tras unos segundos de aguantarse la mirada esbozó una pequeña sonrisa y se dirigió al muchacho.

- me alegro de verte Maximiliano, ha pasado mucho tiempo - le tendió la mano sin dejar de sonreír descaradamente.

Maximiliano no se inmutó, su gesto frío y algo despiadado permaneció a pesar de las intenciones pacíficas del señor.

Finalmente, Agatha, quien estaba al lado de su amigo, nerviosa y preocupada le dio un sigiloso toque con el codo para que reaccionara y no empeorara las cosas.

Muy a su pesar, Maximiliano estrechó la mano de aquel hombre con más fuerza de lo habitual, luego apartó la mirada.

Sabía que tarde o temprano iba a enfrentarse a él, pero fue más duro de lo que se imaginó.

La cena fue algo silenciosa y deprimente para él, se limitó únicamente a comer y a permanecer callado mientras oía de fondo la charlatanería de Fernando, si ya se sentía enfadado, aquello le enfureció aún más.

No soportaba estar cenando con quien arruinó la vida de su amiga y tener que verle comer sin ningún remordimiento, con toda la paz del mundo, como si no se arrepintiera de nada.

Dejó salir un ligero suspiro lleno cansancio.

Agatha, a quien tenía a su lado giró la cabeza para regalarle la sonrisa más tranquilizadora dulce que había hecho jamás.

Él le sonrió también, no quería preocuparla. Ahora se sentía algo mejor.

- y bueno Maximiliano, cuéntanos cómo van los negocios en Inglaterra. He oído que piensas expandir la empresa de tu padre y tu primer destino sería Londres...

- me temo que sería grosero para las damas aquí presentes hablar de negocios durante la cena - dijo mientras se limpiaba elegantemente con la servilleta - resumiré diciendo que todo va como tiene que ir.

Aquello tensó el ambiente, ya que Fernando y su padre apenas habían hablado de otra cosa que no fueran los negocios durante la cena, pero poco le importó a Maximiliano.

- bien... - intentó intervenir Fernando.

- me alegro que vayan bien las cosas en Inglaterra - dijo fríamente el señor - ¿cuándo tienes previsto volver?

El ambiente se tensaba aún más. El joven esperó a tragar.

- todavía no lo he decidido, tras seis largos años lejos de casa, me he tomado la libertad de concederme unas merecidas vacaciones - dijo seguro de sí mismo.

- estoy de acuerdo con ello, pero no debes descuidar tus obligaciones, entiendo que ya sabes lo suficiente de este mundo y por ello te recuerdo que un día es una cosa y al otro todo está sumido en el caos si no le presta la debido atención y cuidado.

- tengo una confianza plena en mis compañeros de trabajo y estoy seguro que a mi regreso estará todo como debe estar - respondió tenso - de todas maneras si le deja más tranquilo, me comunico por teléfono de vez en cuando para informarme de la situación.

- me alegro pues, no esperaba menos de ti.

Aquel cumplido hizo que Maximiliano sintiera ganas de vomitar y apartó la mirada.

- Agatha querida, ¿le sirves salsa a Fernando? - dijo el padre de repente.

La joven algo sorprendida tardó unos segundos en obedecer. Mientras lo hacía la cara de Maximiliano era un cuadro, desde cuándo una dama debía servir a un comensal de la mesa, ni que fuera su marido o algo, el joven apretó fuertemente la cuchara que sujetaba.

Agatha conoce a Maxi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora