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· ¡Hola Agatha, cuánto tiempo! - dijo con alegría Enrique el médico del pueblo.

· Buenas señor García - dijo la joven algo seria y nerviosa.

A Agatha no le gustaba ir al médico. Y no porque le diera miedo o asustara como le pasa a otra gente, sino porque prefería tener el mínimo contacto con Enrique. Su falsa amabilidad y comentarios fuera de lugar no le gustan, sin embargo, es médico, hombre, mayor y no puede hacer nada. Sus aires de casanova le hacen sentir arcadas y esa sonrisa estúpida que tiene dibujada en la cara siempre le molesta.

· Ven siéntate bonita.

Ella obedeció con una sonrisa forzada.

· ¿no puede pasar la señora Sabadell?

· Me temo que no. Ya eres una mujer Agatha, debes enfrentarte a ir al médico sola, ¿no crees? - dijo con su típica sonrisa de tener la situación contralada.

Ella asintió sin ganas.

· Túmbate en la camilla.

· ¿perdón?

· Túmbate para que pueda hacer el chequeo correctamente.

Ella se resignó a obedecer aún más nerviosa.

El insufrible médico al principio hizo su correspondiente trabajo, sin embargo, a medida que pasaba el rato levantó ligeramente el vestido y sus manos se deslizaron por sus piernas a modo de masaje.

· Debo ver si tienes alguna anomalía - dijo concentrado en lo que hacía.

Agatha quería salir corriendo, no le gustaba nada que ese hombre la estuviese tocando. Cerró los ojos con fuerza para evitar que caigan sus lágrimas contenidas.

De repente, su mano se acercó a la entrepierna de la joven a lo que esta se incorporó con rapidez y se alejó del médico.

Este tenía cara de sorprendido, pero guardó la calma.

Agatha le miró con los ojos llenos de lágrimas a punto de caer mientras se agarraba con fuerza el vestido y apretaba los labios.

Tras unos segundos de pura tensión Enrique dibujó de nuevo su típica sonrisa en la cara y se dirigió a su escritorio. Apuntó unas cosas en su libreta y después le ofreció un papel a Agatha.

· Ya está todo. Puedes irte. - dijo de nuevo con una amabilidad falsa.

Agatha no se había movido de donde estaba. Se acercó y agarró el papel rápidamente y con la misma velocidad se dirigió a la puerta.

Una vez abierta el médico la interrumpió antes de que saliera.

· Como siempre ha sido un placer Agatha.

Agatha no se giró. Miró hacía arriba dejando caer sus lágrimas a la vez que salía por fin de aquel infierno.

A paso muy ligero, casi corriendo, se dirige a la salida de la clínica, pero la señora Sabadell la detiene al verla tan agitada.

· ¿señorita Agatha?

Ella la miró asustada y con los ojos rojos.

· Dios mío, ¿está usted bien? ¿qué ha ocurrido? - dijo con tono preocupante la tutora.

Agatha tragó saliva.

· Vámonos por favor.

· No, primero dígame qué le ocurre

· No es nada... es solo que... - Agatha tardó un segundo en pensar – el señor García me ha dado un jarabe bastante molesto... - mintió

· ¿un jarabe? ¿está usted enferma?

Agatha conoce a Maxi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora