Habían pasado casi 3 meses desde que Agatha y Maximiliano se conocieron.
Las vacaciones de verano habían terminado poco después del viaje a Marbella. Ambos jóvenes debían volver a sus correspondientes internados donde estudiaban. Agatha iba a un prestigiado internado de señoritas de la iglesia católica, en Madrid. A ese mismo iban miembros de la realeza.
Por otro lado, Maximiliano iba a un carísimo internado alemán con gran fama situado en Pamplona.
La despedía fue extraña, Agatha las odiaba, por lo que fingió que, como cualquier otro día, le vería al día siguiente y le dijo adiós con la mano a la vez que corría a su casa.
A Maximiliano eso le dejó una sensación fría y algo triste. Sin embargo, comprendió que había sido lo mejor.
Llegó diciembre, y con ello, la semana de vacaciones de invierno. La gran cena de gala de Navidad iba a ocurrir en la mansión del conde González. Como cada año, todos los aristocráticos y gente importante de la zona habían sido invitados, aquella mansión se llenaba de gente rica.
Mucho consideraban esa cena como la gran cena del año.
Las mujeres se preparaban con semanas de antelación para lucir perfectas. Los señores de igual modo se preparaban para que en aquella cena se acercasen a los más ricos y logren atraer sus intereses a los suyos.
Era una noche de oportunidades.
Oportunidades que poco le interesaban a la joven Agatha. Que había regresado de su internado ese mismo día, debido a complicaciones con el clima su vuelta se había retrasado 3 días.
Temió que su amigo se haya visto afectado de igual modo y no pudiera asistir a la cena. Tenía muchas ganas de verle. Le había echado mucho de menos.
Ahora, sin Aurora, el internado se había convertido en un constante aburrimiento. Todas las niñas fantaseaban con lo mismo. Matrimonios, hijos, hombres de buen apellido... Agatha no lo aguantaba más. Las primeras semanas fingía que aquellos temas a ella le interesaban también, pero a medida que pasaba el tiempo lo encontró agotador e insoportable. Por lo que acabó pasando el menor tiempo con las jóvenes. Se dedicaba a leer y a escribir cartas que nunca fueron enviadas. La mayoría eran para su madre. Otras para Aurora, su padre y como novedad este año, pero su querido amigo Maximiliano.
Al llegar el esperado día. Agatha no podía aguantarse las ganas de volver a ver a su amigo.
Preguntó en numerosas ocasiones si alguien sabía algo de la familia Mozzi, y sobre todo de su amigo. Pero nadie le supo responder. El ajetreo era tal que apenas nadie se detenía a hacerla caso. Los empleados iban y venían. Margot a pesar de haberla dado una bienvenida cálida y familiar a su llegada, al corto periodo de tiempo se encontraba nerviosa y algo histérica por motivo de la gran cena.
'lo mismo de siempre' respondió pensando en que cada año era igual, aquella cena desesperaba a cualquier adulto que se precie.
Todavía quedaban horas para la cena. Agatha pensó en ir al punto de encuentro que tenía con Maximiliano, pero la fuerte nevada lo impedía, al igual que las duras prohibiciones que le repitió un par de veces la señora Sabadell con salir de la casa.
Se aburría.
Al poco rato la llamaron para empezar a arreglarse, aún quedaban 5 horas, Agatha alucinaba con la locura de ese día. Pero se tuvo que resignar a obedecer.
Agatha se sintió de todo menos ella. El vestido era incómodo y muy llamativo. Parecía una princesa. Se quedó mirándose al espejo varios minutos, nunca se había visto así. El recogido del pelo era impresionante, incluso pensó que aquel resultado compensó el dolor que tuvo que pasar en el proceso. Le seguía doliendo, pero se veía muy bella. El vestido blanco le favorecía mucho, pero a la vez le apretaba y casi no la dejaba respirar. Por primera vez se había puesto un corsé. Y sintió que podía tratarse perfectamente de un método de tortura.

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Agatha conoce a Maxi.
RomanceAgatha y Maxi, dos amigos aristocráticos cuyo amor traspasará los muros de la sociedad de principios de siglo 19.