-36-

59 4 0
                                    

- p-padre

- ¡cállate! - la joven Agatha saltó del susto, sus ojos se llenaron de lágrimas - ¿se puede saber qué demonios es eso Agatha?

La hija no fue capaz de mirar a los ojos de su padre, las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas mientras permanecía en silencio, no sabía qué decir, se encontraba paralizada.

- ¡Contéstame! - gritó aún más fuerte el padre.

Agatha comenzó a temblar pero no reaccionaba, seguía llorando sin decir nada.

El padre, perdido en la ira se acercó con rapidez a su hija y le estampó un fuerte bofetón en la cara haciendo que esta cayera al suelo.

- ¡qué es esto Agatha! ¡Qué es esto! - sus gritos podían escucharse en cualquier rincón de la casa.

La joven en el suelo seguía llorando mientras se tocaba la mejilla golpeada con una mano. Esta vez sus ojos estaban clavados a los de su padre, se arrepentía, se arrepentía de todo.

En ese momento se oyeron pasos ligeros por el pasillo, al segundo estaban en la puerta Margot y la señora Sabadell con una expresión de susto y asombro en la cara.

- Alfonso qué ocurre, ¿qué está pasando? - dijo con preocupación Margot.

La señora Sabadell se acercó a Agatha para intentar ayudarla a levantarse.

- esto es lo que pasa - el padre tiró arrojó el libro al suelo, justo al lado de Agatha quien tuvo un impulso de cogerlo para que nadie más lo viera, pero se contuvo.

Margot se agachó a recoger el libro sin dejar de mirar a su marido, una vez lo ojeó, la expresión de su cara cambió de confusión a asombro y espanto hasta dejar caer el libro de nuevo al suelo. Se llevó la mano a la boca y luego miró a la joven todavía en el suelo.

- Agatha... por qué tendrías tú un libro así... - pero la niña fue incapaz de decir nada.

- ¡responde maldita sea, responde! - gritó su padre lleno de furia haciendo el amago de volver a golpearla a lo que Agatha cerró los ojos con fuerza, pero al instante la señora Sabadell y Margot se interpusieron para detenerlo.

- no, Alfonso no - dijo con rotundidad Margot. Al segundo se zafó con desprecio.

Agatha seguía temblando y llorando. La señora Sabadell en vista de que sería imposible moverla por el momento la abrazó con fuerza.

El padre se dirigió a la puerta. En el umbral se giró de lado y sin mirar a su hija dijo:

- Esto me pasa por dejarte hacer todo lo que quieras - tragó saliva - pero se acabó, al infierno todas esas ideas estúpidas que tienes en la cabeza - la miró con desprecio y cada vez subía el tono de voz - SERÁS LO QUE TIENES QUE SER, UNA MUJER CASADA Y CUIDARÁS DE TUS HIJOS, NADA MÁS - acto seguido abandonó el dormitorio con paso firme y ligero. Margot fue tras él con la intención de calmarlo.

La joven yacía en el suelo llorando sin cesar aferrándose a los brazos de su niñera y segunda madre.

- shh querida, shh - decía la señora Sabadell a la vez que la abrazaba y acariciaba su pelo para calmarla. Sin embargo, de reojo miraba el motivo de todo aquel escándalo, ese dichoso libro marrón.

Habían pasado un par de días. Maximiliano no podía aguantar más, había permanecido a la espera de una disculpa por parte de su amiga por la discusión que tuvieron en el picnic. Algo más calmado meditó y llegó a la conclusión que fue él quien perdió la razón, Agatha solo le había dicho que le quería y no quería hacerle daño contándole sus temores o lo que fuera que guardase en su interior que tanto le atormentaba. Sin embargo, al joven aquello no le importaba, quería ayudar a su amiga y consolarla. Se llevó las manos a la cabeza mientras suspiraba con cansancio medio tumbado en uno de los sofás del pasillo de los dormitorios. Estaba hecho un lío, y el solo hecho de pensar en el tiempo perdido sin Agatha únicamente por orgullo le desquiciaba.

Agatha conoce a Maxi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora