· Te dije que te constiparías.
Él joven italiano postrado en su cama lanzó un gruñido señalando las ventanas.
· Ya lo sé, te duele la cabeza y tienes calor. Pero no podemos abrir las ventanas o nunca te recuperarás. Eso te pasa por acercarte a mí sabiendo que tenía gripe.
Maximiliano le lanzó una mirada asesina.
· Vale, vale, ya me callo. Al menos come un poco más de la sopa. Huele muy bien.
· No tengo hambre. - dijo con pocas ganas
· Pero debes comer. Anda, hambre la boca. - y con toda la confianza del mundo la joven metió con fuerza la cuchara llena de sopa en la boca a su amigo.
Este puso mala cara.
· Qué es esto. No está rica.
· Deja de quejarte. Es de setas, hace mejor efecto que el de pollo. Aunque entiendo que no sea tan sabrosa. Al fin y al cabo, no deja de ser agua con setas.
· Déjame, quiero estar solo. Mañana estaré bien. - dijo enfadado.
· No tiene caso que te enfades por haber pillado una gripe. Además, no pienso irme. Tú te quedaste conmigo cuando estuve enferma y yo haré lo mismo. No me gusta deberle a nadie sabes.
Maximiliano la miró. Le agradó su consideración.
· Bien, dime cuál es tu libro favorito.
· Mmmm, siempre he querido leer Moby Dick.
· No se hable más. Ahora vuelvo. - dijo la joven saliendo con rapidez del dormitorio.
El malestar de Maximiliano no le dejó percatarse de lo que estaba a punto de hacer su amiga.
Recorrió el gran pasillo, cruzó gran parte de la casa. Bajó unas elegantes escaleras y al percatarse de que no hubiera nadie alrededor se dispuso a correr hacia su objetivo, la biblioteca de la casa Mozzi.
Agatha dio gracias de haber podido recordar cómo llegar, dudó varias veces, pero al fin lo consiguió. Pegó su cabeza a la puerta para comprobar que no hubiera nadie. Después, abrió la puerta y se reencontró con el Edén de la pasada noche. De igual manera, ella observó unos instantes sin moverse la inmensidad de aquel paraíso lleno libros.
Sin embargo, no quiso demorarse más, Maximiliano la esperaba y tenía miedo de que alguien pudiera descubrirla. Rápidamente, ella se acercó a ver qué tipo de distribución tenía aquella biblioteca. Al parecer, iba en orden alfabético según el apellido del autor. Gracias a Dios, Agatha recordaba el nombre y apellido del autor de Moby Dick, Hernan Melville. Corrió a la estantería donde se encontraba la letra M, sin embargo, todo estaba en latín, no encontró rastro de la novela que buscaba. A punto de rendirse y volver porque sentía que ya había demorado demasiado tiempo, miró hacia arriba y pensó que a lo mejor estaba en la planta de arriba. Decidió subir por las viejas escaleras de madera. Corrió a la zona correspondiente y milagro, ahí estaba. Un ejemplar de la novela de Moby Dick, sin embargo, ella era demasiado bajita para alcanzarlo. Buscó una escalera de biblioteca, la encontró y fue tras ella, al arrastrarla sonó un fuerte ruido por lo vieja que era provocándole un susto de muerte. Sin embargo, ella necesitaba ese libro. Cogió aire, contó hasta tres y arrastró con fuerza y rapidez aquella escalera hacía donde la necesitaba. Una vez subió y logró su objetivo de coger el libro, bajó con sumo cuidado.
De repente,
· AGATHA - gritó una voz
El susto fue tan fuerte que la joven Agatha se soltó de las escaleras inintencionadamente provocando que cayera de espaldas a gran altura. Lejos de haber muerto, cayó en unos brazos logrando salvarla.

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Agatha conoce a Maxi.
RomanceAgatha y Maxi, dos amigos aristocráticos cuyo amor traspasará los muros de la sociedad de principios de siglo 19.