CAPITULO II

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Era la hora de la cena, una muy especial según mamá, estaba toda la familia reunida, mis hermanos mayores Thomas y Robert, con sus encantadoras esposas, David, Gregory, Simon, mis padres, el Barón y por supuesto los duques, que llamando la atención de todos, William se puso de pie para hacer un anuncio muy especial.

-Con una inmensa alegría...mi amada esposa y yo... queremos anunciar...¡que estamos esperando a nuestro primer hijo!... ¡Elizabeth está embarazada!- entre abrazos de felicitación y besos, mamá y el Barón murmuraban, pero se veían con algo de preocupación en sus rostros.

-Sinceramente los felicito y me alegra la noticia,...pero dadas las circunstancias y la frágil salud de Elizabeth... debo reconocer que me preocupa un poco que se hayan apresurado tanto, sin tomar en cuenta la opinión de su doctor.

-Querida tía, se que tu felicitación es sincera, también entiendo tu preocupación...pero solo pasó y yo estoy muy feliz de poder tener un hijo con William, ya le había hecho saber a mi padre mis intenciones de ser madre, pero a pesar de sus ruegos para que lo reconsidere, le dije que era mi decisión, por lo tanto mi responsabilidad y lo único que quiero es hacer realidad mi sueño de ser...madre... no me quiten eso.-mamá la abrazo entre sollozos, emocionando a todos.

Mamá logró entender que no podía ir en contra del deseo de Elizabeth, sólo le quedaba acompañarla, a pesar del temor por lo riesgoso de su embarazo, ya que ella había heredado un corazón tan frágil como el de su madre, pero todos cuidaríamos de ella hasta el momento de dar a luz.

William había tomado la decisión de que los últimos meses del embarazo los transitara en compañía de mi madre, para seguridad de todos, con lo que ella estuvo feliz de ser parte de ese momento tan especial.

Era una mañana lluviosa de primavera, cuando el alboroto y alteración de la mayoría me despertó, algunas doncellas decían que Elizabeth estaba a punto de dar a luz, por supuesto que yo no podía ser participe de este acontecimiento porque era muy pequeña para estar en ese cuarto, pero por los rostros preocupados de los hombres, sobretodo el de William y del Barón, pude darme cuenta que algo no andaba del todo bien, y lo confirmé cuando el doctor salió del cuarto, con los gritos de Elizabeth de fondo, para hablar con él.

-Su excelencia, no puedo mentirle, la situación es muy complicada, su esposa está muy agotada, lleva tres largas horas con un trabajo de parto muy extenuante, temo que sea demasiado para su débil corazón. Necesito saber por usted, quien tiene prioridad,... en el caso que debamos llegar a ese punto.

-Por supuesto, no dude ni un segundo en salvarla a ella, sin importar lo que la duquesa le haya pedido... ¡Es una orden!- dijo William.

-Entiendo, haré lo humanamente posible.- dijo el doctor mientras entraba en la habitación.

Una hora más tarde, entre gritos y sollozos, una partera salió con el bebé en brazos para entregárselo a William.

-¡Su Excelencia, lo felicito! ...¡¡es un niño!!... pero de pronto toda la alegría se vio truncada al escuchar el llanto desgarrador de mi madre, proveniente de la habitación, rogándole a Elizabeth que no se fuera, con lo cual William entró empujando la puerta con desesperación y lo vi caer de rodillas junto a la cama, mientras el doctor le daba la peor noticia, seguida de la explicación que había perdido mucha sangre, lo cual el Duque ni siquiera escuchaba, pues estaba sumergido en un llanto ahogador y desgarrador, como si todo fuera una pesadilla. El llamado desesperado de la partera hizo que el doctor palideciera en un instante y vi lágrimas brotar de los ojos de ambos, el doctor se acercó a aquel hombre que aún estaba aferrado con desesperación al cuerpo de su amada, sólo para darle otra noticia que terminaría por destruirlo, si es que algo de él, aún quedaba en pie.

A mi corta edad, me costaba entender como en un instante, una vida tan joven se apagó de repente, dejando a todos los que la habíamos amado, con el corazón devastado, todo fue tan rápido, que ninguno podía, ni quería creerlo.

Estábamos todos despidiendo a la dulce y hermosa Elizabeth junto a su niño, que apenas logro sentir la calidez de los brazos de su padre. El Barón estaba frente a la tumba de su hija y nieto, reprochandole a Dios entre sollozos, porque no fue él, en lugar de su niña, pues ya no le quedaba nada, ver a William llorando de rodillas sobre la tumba de su amada esposa y su pequeño, culpándose por el trágico desenlace, sin querer abandonar el lugar, estremecía el corazón de cualquiera que los viera. Dos hombres destrozados en vida, por la pérdida de aquella joven que en su corto paso por sus vidas las lleno de alegría.

Hoy se cumple un mes, que nuestra querida Elizabeth nos dejó, mamá fue temprano a llevarle unas preciosas rosas rosadas, como le gustaban a ella, a su regreso escuche que le contaba a papá, con gran pesar, que el Duque estaba allí y le había hecho saber, que abandonaría la ciudad por un largo tiempo. Esta noticia se sumaba a la partida del Barón, hace apenas dos días, ambos hombres aún no lograban calmar su inmenso dolor y trataban de huir, como si eso ayudara a atenuar en algo el inmenso pesar. Quizás algún día logren recomponer sus maltratados corazones.

LA SOMBRA DE UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora