CAPITULO XLII

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Los párpados me pesaban, traté de abrirlos y lo vi a él, su rostro mostraba preocupación, traté de incorporarme y un dolor terrible me atravesó, pero me quedé quieta, sus ojos estaban repletos de tristeza y enseguida pregunté
-¿Qué pasó? ...¿Cómo está nuestro bebé?- Pero él me miró con lágrimas en sus ojos y ahí en su mirada lo supe, mi miedo más profundo se había hecho realidad, una que me desgarraba por dentro, sentía su dolor pero el mío se mezclaba con el vacío que sentía, como un puñal en mi vientre, grité ¿porque? Pero el tampoco, tenía la respuesta, aún no podía aceptar, no quería aceptar, que no podría tenerlo entre mis brazos jamás, no escucharía su llanto, no vería sus ojos, que yo había imaginado que serían tan azules como los de su padre, cuanta crueldad ilusionarme con mi niño, para luego arrebatarlo de mi vientre así, William también sufría, era nuestro dolor, uno más para él, pero me prometía que esto pasaría aunque en el fondo de mi corazón sabía que sus palabras solo eran un dulce consuelo, ese que nace desde el amor, cuando el dolor es tan inmenso que no sabes como aplacarlo, y aunque sus brazos contenían mi cuerpo, no podían contener ese sentimiento me estaba desgarrando el alma, ¡era mi bebé! era el fruto de nuestro amor y nos lo habían arrebatado sin piedad, como si no valiera nada, nos habían arrancado un pedacito de nuestra vida, de nuestra alma.
El dolor y el llanto me desgastaron hasta sumirme en un profundo sueño, pero al despertar William, aún estaba a mi lado sin soltarme, continuaba sobre su pecho, como si no quisiera dejarme sola un segundo, aunque ya no me podían hacer un daño tan grande como haberme quitado a mi hijo. Ahora lo único que quería, es que esos malditos pagaran por la vida de mi pequeño, que sufran tanto o más que nosotros, quería verlos rogar por su vida; no me importaba nada de lo que les pudieran hacer, si me lo permitían yo misma acabaría con ellos, pero eso era algo que estaba descartado, William jamás dejaría que me ensuciara las manos con ellos, ni siquiera por esa razón, para eso estaba él, les demostraría que no dañarían a su familia, no tocarían nunca más a un ser amado porque entonces sabrían de lo que es capaz y nadie lo detendría.
Esa mañana desperté con mucho dolor, pero no era tan grande como el que sentía en mi corazón, mis manos acariciaban mi vientre, donde hasta hace unos días, guardaba como a una perla, a mi bebé; era inevitable no llorar pero mi madre estaba allí, para consolarme
-Se como te sientes mi niña, es un vacío que nada ni nadie puede llenar, cada hijo es parte de ti, y una parte de ti se va cuando lo pierdes-
-¡Yo no lo perdí madre, me lo arrebataron! ...y quiero que paguen por lo que hubiera sido su vida y por nuestro dolor ahora.-
Mi madre jamás había visto una reacción mía semejante, pero quería venganza por mi hijo, hacia dos días que William no aparecía y comenzaba a sentir ese temor, a que cayera una vez más en ese pozo profundo de dolor, como cuando los perdió a ellos, la sola idea de haberlo llevado nuevamente a ese momento tan doloroso de su vida, me hacía sentir peor de lo que ya estaba, que volvieran los recuerdos de Elizabeth entre tanto dolor y que pudiera hundirse en lo que perdió, sin poder ver que al menos yo estaba allí para acompañarlo esta vez y que los dos sufriamos del mismo modo. Mi temor era que su recuerdo volviera y me lo arrebatara, las noches eran difíciles de transitar con todos esos pensamientos dando vueltas en mi cabeza, ya había perdido a mi bebé, no quería perder a mi amor después de haber pasado por tantos momentos difíciles. Deambulaba en la noche, había enviado a Rose con un mensaje para él, pero no encontró a nadie en la casa, a estas alturas mis temores se estaban volviendo una realidad muy dura de llevar.
Los rayos del sol que se colaban por la ventana me despertaron, no había dormido casi nada y al voltear hacia el otro lado para dormir un poco más, lo vi durmiendo en un pequeño sillón al lado de la chimenea, cubierto con una manta, mi corazón de repente se aceleró con solo verlo, despacio me levanté y caminé hacia él, me senté en sus piernas rodeándolo con mis brazos y deposité un beso en sus labios, rápidamente se despertó
-¡Estas loca! Debes descansar, tendrías que estar acostada- me levantó en sus brazos, yo me aferré a su cuello, para que luego me depositará suavemente en mi cama.
-Es que me hace feliz verte aquí, pensé que no querías volver a verme-
-¿Cómo puedes pensar eso de mi?¡Claro que quiero verte! Es más, para mi eres lo más importante que tengo en mi vida-
-Es que te fuiste sin decir nada después de...bueno ...lo de nuestro bebé.- me entristecia recordar ese momento, pero me dio un beso en la mejilla y sentía una molesta barba incipiente, como si no hubiera tenido tiempo para quitarla.
-Me haces cosquillas -le dije.
-Es que he estado muy ocupado, tratando de resolver un asunto muy importante y no me había dado cuenta de mi aspecto un poco descuidado.- dijo frotándose el rostro -¿Y tu cómo estás?-pregunto con ternura
-Estoy...simplemente eso, aún me cuesta aceptar lo que pasó, casi no me quedan lágrimas, yo estaba muy ilusionada y feliz con ese embarazo y no me importaba lo que pudieran pensar.- dije con las lágrimas atascadas en mi garganta.
-¿El doctor te revisó?-
-Si, hablo con mi madre, debo estar en la cama un tiempo, por lo tanto no podremos casarnos tan pronto.-
-Luego hablaré con ella para saber que le dijo, pero por lo pronto para mi es muy importante que te cuides, no soportaría que te sucediera algo, por no hacer caso a las recomendaciones del doctor.- dijo esto con firmeza.
-¿Los pudieron encontrar?- pregunté
-Las autoridades se están ocupando, no te preocupes ya no podrán hacerte daño- afirmó convencido
-Claro, no podrían hacerme más de lo que me han hecho-
-Yo me encargaré de cuidarte de ahora en adelante, nadie te hará daño, lo juro.-

LA SOMBRA DE UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora