CAPITULO IX

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WILLIAM

Despertar en el campo, es mi mayor placer, desde que Elizabeth murió esta casa ha sido el único lugar donde encuentro paz, pero a veces la soledad de un hombre, hace que uno tome decisiones equivocadas, llevando a su lecho, mujeres que solo llenaban un vacío físico, pero jamás lograban llenar mi alma y mucho menos mi corazón, por primera vez en mucho tiempo, anoche cerré con llave la puerta de mi habitación, y mientras trataba de conciliar el sueño, alguien trató de entrar, pero por más que insistió, no acudí a su llamado, supuse que era Iris, pero por más esfuerzos que ella realizara por ganar mi cariño, solo tendría mi cuerpo para saciar el deseo, aunque no podía continuar de ésta manera, debía terminarlo, es una joven hermosa, pero merece un hombre que la ame, y yo no puedo amarla. Necesito salir, sentir la brisa de la mañana, llenarme del aroma del campo, para despejar mi mente y luego hablaré con Iris.

Arthur había mandado a ensillar mi caballo, un hermoso ejemplar de un brillante pelaje negro, al que llamaba Shadow, mientras lo acariciaba, Arthur me informó las novedades.

-Su Excelencia, uno de los hombres, me ha informado, que vio un jinete encapuchado y armado en un caballo blanco, merodeando por los alrededores, más precisamente en la zona del bosque.

-¿Tienen alguna idea de quien puede ser?- pregunté

-No Señor, aunque sospechamos que él, es el dueño de las flechas que encontré hace un tiempo, parece que volvió.- dijo Arthur

-Bien, que los hombres vayan hasta el arroyo, yo veré de sorprenderlo en el mismo bosque, necesito mi arma.-ordené

-Como ordene Señor. Les diré que estén atentos.

Monte mi caballo y me adentré al bosque, lo más sigilosamente posible, cuando divisé un caballo y alguien cubierto con una capa negra, disparando a un blanco improvisado en un árbol, cuando se quedó quieto y lentamente se acercó al animal, pero mientras me acercaba vi su rostro, era Helena, mi caballo se alteró un poco y tuve que calmarlo hablándole, al parecer ella reconoció mi voz haciendo una infinidad de reproches, aunque no era mi intención asustarla, pero esta Señorita tiene la manía de cuestionarlo todo, incluso la autoridad y con mucha seguridad, hasta que descubrió que estaba en mi propiedad, de lo que al parecer no tenía conocimiento, mientras me divertía haciéndola enfadar, despertaba una furia salvaje en ella, al referirme a su comportamiento como impropio para una Señorita, reaccionó dándome una fuerte bofetada, seguida de una serie de apreciaciones hacia mi, y al darse cuenta de lo sucedido sus ojos pasaron de un brillo furioso a agrandarse plagados de temor y culpa, alejándose de mi poco después de tomar conciencia de lo ocurrido, montó su caballo tratando de huir, rápidamente monté al mío y la seguí, me debía una disculpa, pero esta niña me desconcierta, puede pasar de ser una mujer encantadora, refinada y elegante, a una joven con un carácter del demonio, mientras trataba de alcanzarla, su caballo resbaló en la orilla blanda del arroyo y la vi caer, bajé de un salto del mio y al girarla sus ojos se entrecerraron perdiendo el conocimiento, la levanté en mis brazos con cuidado y mi corazón latía muy rápido, llamé a mis hombres, pidiéndoles que fueran por el doctor.

Entré a la casa, tempestivamente subí las escaleras con ella en mis brazos, aún sin reaccionar, abrí la puerta de mi habitación de una patada, para depositaria suavemente en mi cama, mi madre entró desesperada.

-¿Qué sucedió?-dijo alterada sin comprender porqué Helena estaba así

-Discutimos...ella huyó.. y cayó del caballo- decía mientras pasaba mis manos por mi cabello- ¡Madre no reacciona! ¿Qué hice?

-¡Tranquilo, es la conmoción!- dijo mi madre.

-Es mi culpa,...si no la hubiese seguido...

-Si no la hubieses seguido, quizás su cuerpo estaría tendido en el suelo, a merced de que alguien la encuentre. -dijo mi madre intentando calmarme

LA SOMBRA DE UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora