Apenas el sol comenzó a mostrar sus primeros rayos, tomé mi arco, mis flechas, monté a Afrodita y salimos a recorrer los campos, y luego cabalgar como loca, liberando A esa fiera que habitaba mi interior y que había estado cautiva todo este tiempo sin darme cuenta, llegamos al borde del arroyo y mis deseos más profundos me gritaban que cruzara, tal vez podría verlo, pero en cambio, casi como si de un mensaje se tratara, tomé mi arco, saqué una flecha, apunté y la dirigí a un árbol en la otra orilla, quizás si él estaba aquí la vería y sabría que yo también estaba aquí.
Volví a los establos, dejando a mi yegua para que descanse un poco, saludé a los empleados como de costumbre, alegres de que estuviera de vuelta y fui a la casa a ver si mis haraganes hermanos, se habían despertado.
-Bueno! Parece que alguien salió muy temprano- dijo Gregory, mientras me sentaba a desayunar
-Pues si, extrañaba recorrer estos campos, saben que siempre he sido más una mujer de campo, que de ciudad.
-Pero creo que todo eso cambiará muy pronto, ya que a tu futuro esposo no le agrada el campo. Dijo David.
-Por lo pronto, disfrutaré cada momento aquí, no se cuando regresaré otra vez y no creo que volvamos a estar juntos los cuatro.
-Por supuesto hermanita, pronto serás una dama, muy ocupada organizando fiestas en la ciudad y concurriendo a otras.
Sabía que mis hermanos tenían razón con respecto a Henry, era un hombre que le encantaba la vida en la alta sociedad, y me había dejado en claro que su esposa debía compartir esos gustos, no permitiría que anduviera montando a horcajadas como un hombre, ni “jugando” con el arco y las flechas, como si fuera una salvaje, él quería una dama con todo lo que implica. Era inevitable comparar lo diferente que hubiera sido con William, pero debía resignarme y aceptarlo.
Mis hermanos habían organizado todo tipo de actividades que generalmente, practicábamos juntos y en varias de ellas era muy buena, gracias a que mi padre, siempre consideró que debía aprender de todo un poco.
Una tarde, tomé a mi amada yegua, decidida a recorrer las tierras que lindaban con las de William, tal vez, casualmente nos cruzáramos. Llegué, desmonté y me senté a leer junto a una gran piedra, donde el sol la bañaba con sus cálidos rayos y al cabo de un rato, escuché los cascos de un caballo, levanté la mirada y lo vi, majestuoso sobre su hermoso caballo negro, observándome, bajé la mirada a mi libro nuevamente, como intentando leer, pero sin lograr concentrarme, lo escuché acercarse, desmontó y trepó la roca para ponerse justo frente a mi
-Buenas tardes Señorita Helena!-
-Buenas tardes Lord William!
-Sabe que está usted invadiendo, mis tierras?
-Que? Sus tierras? Creo que está equivocado el arroyo es común a ambas familias.
-Pues eso será hasta aquella roca- Señalando el lugar- Desde allí en adelante le pertenece a mi familia.
-Bien, no volverá a suceder- dije mientras trataba de ponerme en pie, para bajar, para mi mala suerte, resbalo y antes de caer al agua sus brazos, logran contenerme. Sentí sus manos en mi cintura, nuestras miradas se cruzaron y con todo el cuidado trató de estabilizarme para ayudarme a bajar.
-De nada- dijo para romper el silencio.
-Perdón, gracias por evitar que cayera.
-Es bueno verte otra vez, creí que no volverías, tenía entendido que a tu prometido, no le agrada el campo.
-Es cierto, pero no vine con él, es una escapada de hermanos.
-Entonces él no está aquí, que descuido de su parte dejar a su hermosa prometida a la merced de caballeros como yo.
-No, no está aquí, y yo puedo cuidarme perfectamente sola. Además cerca de ti siempre me siento a salvo.- lo dije y le sostuve la mirada, sabiendo que eso era jugar con fuego.
Él retiro la mirada, posando sus manos en su cintura e inspirando profundo.
-Es muy difícil, muy difícil…
-Que es tan difícil, Milord? Pregunté acercándome peligrosamente.
-Que estés solo a un paso,…a un paso de tomarte en mis brazos, llenarte de caricias y besarte con locura, aunque me cueste la vida.
-No entiendo que te lo impide.
-Tener la certeza, de que si lo hago, jamás dejaría que seas de él.
Sus labios estaban sólo a un centímetro de los míos, mi respiración estaba agitada; su mirada más azul que nunca, nublaba toda mi coherencia dejándome a su merced.
Sus manos tomaron mi rostro, acercándome a él, cerré mis ojos y me deje llevar por el deseo de sentir sus labios; sus manos recorrían mi espalda, mientras su boca devoraba con pasión la mía, un calor inexplicable se apoderaba de mi, correspondiendo a cada caricia, sus labios trazaron un camino ardiente desde mi cuello hasta mi hombro, quemándome por dentro, mi cuerpo reaccionaba a su contacto y no dudaba de entregarme a él, ser suya en cuerpo y alma.
Mientras estaba en esa nube, el se detuvo y depositó un tierno beso en mis labios.
-No puedo hacerte mía así, como si fueras…no debería ser así, debías ser mi esposa. Te deseo como a nadie, pero tu mereces ser amada con delicadeza, disfrutando de cada instante, solo los dos, no aquí donde cualquiera podría vernos y no soportaría que te juzguen. Es mejor que regreses con tus hermanos.
Mas tarde, y con cada imagen de lo que había surgido entre los dos, dando vueltas en mi cabeza, no podía conciliar el sueño, me levanté y mirando por la ventana contemplaba la luna brillante tan plena, entonces ahí tomé una decisión que cambiaría mi vida para siempre.
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LA SOMBRA DE UN AMOR
RomanceElla, una joven llena de vida, audaz, inteligente, rebelde y portadora de una belleza indiscutible. La menor luego de cinco varones, la joya de la familia, un excelente partido para cualquier joven, pero ella sería deslumbrada por el hombre menos pe...