CAPITULO XII

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Desperté desperezándome y abrazándome a la almohada, pude sentir una fragancia varonil en ella, me quede pensando un poco en la charla con Alice, y lo que me provocaba su cercanía o esas cosquillas que desataba en mi cuerpo, el contacto con él.

Me levanté y ya tenia lista la tina con agua caliente y dentro había muchos pétalos de flores para perfumar el agua donde me sumergí con cuidado y me relaje en ella, creo que por un instante me dormí, porque un ruido me sobresaltó y al voltear no vi a nadie, extrañada volví a acomodarme mientras enjuagaba mi cuerpo, entonces entró Alice.

-¡Buenos días mi niña!¿Cómo dormiste, cómo te sientes hoy?- preguntó mientras tomaba unos jarrones.

-¡Buenos días Nana! Dormí de maravilla…y gracias por este baño tan perfumado.

-Busqué las flores más perfumadas para ti mi niña. -mientras se acercaba con una toalla y mi bata para ayudarme a salir.

Me preparé, me puse un vestido floreado en tonos claros, un medio recogido atado con un listón blanco, dejaban mi rostro despejado, por suerte mi semblante el día de hoy era mejor, me senté en la cama para ponerme unos zapatos bajos de color blanco y me topé con una hermosa  rosa blanca sobre la almohada inhale su perfume y la dejé en un florero junto a la mesa de noche, supuse que la trajo Nana, bajamos lentamente las escaleras cuando llegando a los últimos escalones, escucho un reproche.

-Deberían haberme avisado y yo la podía bajar.- dijo William un poco molesto.

-Buenos días Excelencia- dije ignorando su reclamo

-Perdón…¡Buenos días Helena! Y le recuerdo que no es necesario mantener la formalidad en mi casa, creo que se lo había mencionado. -dijo blanqueando sus ojos.

-Perdón…William- me dirigí en compañía de Nana al comedor, en el camino noté que las doncellas estaban acomodando algunos floreros, con un amplio surtido de perfumadas flores, y en el comedor ya había varios ubicados sobre algunos muebles, incluso unos decoraban la mesa donde ya se encontraba Lady Amalia, esperando para ordenar que sirvan el desayuno.

-¡Buenos días mi Lady! ¡Que bellas flores! todo se ve muy hermoso con ellas- dije con entusiasmo

-¡Buenos días Helena! Me alegra que te gusten, ya que mi hijo pidió que llenarán de flores frescas todos los ambientes de la casa para que te sientas a gusto, es más temo que no haya quedado ninguna flor en el jardín-rió divertida

-¡Madre!... Es una exageración-dijo retirando una silla invitándome con esos ojos divinos a sentarme.-Solo es un detalle para nuestra invitada- dijo

-¿Es eso cierto? ¿Todo esto es por…mi?- dije asombrada – No debía tomarse semejante molestia, ya ha hecho demasiado por mi, no se que decir.-dije con alegría

-Es cierto, recordé que Alice mencionó, que amabas las flores- dijo sonriendo- Espero que le agrade el gesto, además si más tarde quiere salir a tomar el sol, puedo acompañarla y con gusto le mostraré nuestros jardines.- dijo con una bella sonrisa

-Ciertamente, me encanta la idea, y me honraría su compañía.- dije sonriendo y vi una leve sonrisa de satisfacción dibujarse en su rostro, tanto la duquesa como mi Nana, cruzaron miradas cómplices.

Luego de desayunar, muy caballerosamente me ofreció su brazo y salimos al jardín en compañía de ambas mujeres, que se sentaron a conversar y observarnos desde el descanso, dándonos nuestro espacio para conversar tranquilos.

Mientras caminábamos lentamente hasta un banco dispuesto alrededor de una hermosa fuente de agua, para que pudiera sentarme cerca de los arbustos con pequeñas florecitas blancas, el se sentó a mi lado sin emitir ninguna palabra, no se si era mi idea, pero parecía estar un poco nervioso, entonces traté de romper el silencio preguntando.

-Quería preguntar por mi yegua ¿ella se encuentra aquí?

-Si, está en mis establos y muy bien cuidada por cierto,  no debe preocuparse por eso.

-Si la han tratado como a mi, no querrá irse- dije y él soltó una risa por lo bajo.

-Pues acostumbro a tratar bien, a quien me importa.- dijo mirándome con cierta dulzura en sus ojos

Una mirada que me generaba una sensación  que nunca había experimentado, la compañía de este hombre era sumamente placentera, me gustaba observarlo mientras me explicaba con detalles los arreglos que estaba haciendo en el sector de los cultivos, los que me prometió que cuando pudiera me llevaría para recorrer a caballo; se sentía cómodo hablando las cosas que hacía para mejorar la calidad de vida de su gente y como eso lo ayudaba a estar ocupado para que la soledad no le pese tanto, aunque la soledad de la noche, suele ser el momento más difícil de afrontar. Al verlo tan cómodo en la charla, sólo me limitaba a escucharlo encantada de cómo manejaba su lenguaje corporal, dándole un porte de distinción tan varonil, que era imposible no aprovechar su concentración en lo que contaba, para admirar más detenidamente su cuerpo, su espalda ancha, brazos fuertes, piernas con músculos bien marcados y un pecho en el que me encantaría descansar, de repente su silencio me sacó de mis pensamientos.

-Me temo que la estoy aburriendo con mi conversación.- dijo apenado.

-No al contrario, me interesa mucho su conversación, además compartimos el gusto por muchas de las tareas que usted también disfruta.- dije amablemente.

-¿Ah, si?- dijo acomodándose- ¿Cómo cuáles? Me interesaría saber que es lo que disfruta hacer.- dijo con evidente interés.

-Primero que nada cabalgar me hace sentir libre, las prácticas de tiro me parecen una actividad especial para poder controlar la concentración y tener el control de la situación, trabajar con la tierra es maravilloso, una puede sentirse a gusto con la naturaleza, como verá mis actividades predilectas, son muy parecidas a las suyas, pero le pido que esto quede entre nosotros, no está bien visto que una señorita, se interese tanto en estas actividades , los caballeros esperan que una Señorita como yo, aprenda a bordar, coser, tocar el piano, danzar con gracia, y todo lo que se espera de una esposa.- dije con resignación.

-Permítame contradecirla, no todos los hombres esperan que quien los acompañe sea una dama de la casa, en mi caso quiero que quien sea mi esposa disfrute de su vida junto a mi que pueda sentirse libre, haciendo lo que le guste y si comparte gustos conmigo mucho mejor, de esa manera la tendría siempre a mi lado. Creo que cualquier hombre que sea su esposo será muy afortunado al compartir los días y las noches a su lado.-mientras decía estas palabras su mirada estaba llena de dulzura y para mi eran como una declaración.

-Pero se, por conversaciones con otras damas, que muchos solo comparten los días, las noches suelen compartirlas en lugares poco decentes, por eso yo deseo un hombre como mi padre, aunque no se si tendré la suerte, que tuvo mi madre.

-¿Su madre sabe de esas conversaciones? ¿O es otro secreto que debo guardar?-dijo divertido

-No, me temo que ahora conoce muchos secretos sobre mi.- lo miré fijamente mientras le sonreía

-¿Y que otras cosas le han contado esas damas?-pregunto con curiosidad

-Las demás conversaciones, me las reservo, además hay cosas que una Señorita, debe de saber y las madres no están dispuestas a contar, hasta que se casen.-dije presumiendo

-Es usted curiosa, audaz, divertida y muy bella. No se imagina el esfuerzo que estoy haciendo para no besarla.-dijo casi susurrando cerca de mi oído,  a lo cual no le contesté, solo sonreí y bajé la mirada.

De repente nuestras compañeras nos interrumpieron sugiriendo que debíamos entrar, lo que agradecí, porque aquella impulsiva declaración me había sonrojado, a la vez me halagaba, que pudiera despertar esos sentimientos en un hombre como él. Además él no me era indiferente, al contrario yo hubiera deseado probar sus labios.

Entramos, y una vez en el interior de la casa William se dirigió a su despacho, con un humor un tanto molesto, disculpándose porque tenía unos asuntos que resolver, a su madre le llamó la atención que cambiara tan repentinamente de actitud, ya que afuera se lo veía muy a gusto y distendido, pero a mi me pareció que al haber pasado tanto tiempo con nosotras, de seguro el trabajo se le habría acumulado y debía ponerse al corriente. Decidí que subiría a recostarme un rato, con la excusa de que el paseo me había cansado demasiado. Le dije a Alice que no se preocupara, yo podía subir sola.

LA SOMBRA DE UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora