CAPITULO VIII

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El sol comenzó a asomar sus primeros rayos, me levanté ansiosa por salir, elegi un vestido verde claro, ate mi cabello con una cinta de igual color, bajé a desayunar, mis padres aún dormían, le pedí a Rudolph que preparara mi yegua, volveríamos a correr libres por el campo después de tanto tiempo, ella era mi compañera de aventura desde que yo tenía seis años; cuando papá me la obsequió mamá quería matarlo, pero luego se dio cuenta que ella y yo seríamos inseparables, por lo tanto oponerse a que me quedara con ella, era una batalla perdida y tuvo que ceder, tomé mi capa negra, mi equipo de arquería y me dirigí a los establos y allí estaba esperándome para volver a sentirnos una con la brisa de la mañana, era imponente y elegante, su color blanco le daba un toque sofisticado, cuando me acerqué, golpeó sus cascos, como invitándome a correr con ella.

-Afrodita, te extrañé-dije mientras acariciaba su pelaje, me monté en ella y nos dirigimos en dirección al bosque, cabalgamos por la orilla del arroyo, de vez en cuando chapoteaba, salpicándome, nos adentramos en el bosque buscando un lugar donde practicar mi puntería con el arco, mientras mi compañera disfrutaba de la sabrosa hierba silvestre, hice una marca en un árbol, tomé una distancia adecuada para comenzar la práctica, acomodé la flecha en mi arco, apunté con la espalda erguida, relajando la respiración, fijando la mirada en mi blanco, tensioné y disparé, pero no logré acertar, seguí intentando, cuando un ruido entre los árboles me puso en automático estado de guardia, acercándome a Afrodita, lista para escapar si era preciso, de pronto un hermoso corcel negro se abrió paso entre la vegetación y suspiré con alivio, al escuchar que el jinete calmo a su caballo y su voz se me hizo familiar, pero seguido a eso el enfado se salió de mi, sin tomar en cuenta a quien me dirigía

-¡Casi me mata del susto!-dije enojada-Perdón…Excelencia- bajando el tono con arrepentimiento

-No era mi intención… asustarla…mis disculpas señorita Helena- desmontó de un salto e hizo una reverencia sonriendo de una manera muy seductora, dejándome sin palabras por un segundo.

-Pero así fué... además, ¿que hace aquí? -increpé enojada

-Pues, fui alertado de que un jinete encapuchado y armado, en un caballo blanco, merodeaba por mis tierras, por supuesto que debía investigar. -

-¿Por sus tierras?- pregunté asombrada

-Así es, el arroyo marca el límite entre la propiedad de su familia y la mía, así es que en vez de enojarse, debería agradecer que no le disparé- dijo esto, mientras me señalaba su arma en la montura.

-Lo lamento, no tenía idea-dije apenada

Se acercó y tomó una de mis flechas y observándola en sus manos me preguntó

-¿Estas flechas son suyas?-preguntó

-Si, por supuesto, Rudolph  las empezó a hacer especialmente para mi, poniendo plumas de mi color favorito ¿Porqué la pregunta?

-Es que casualmente, Arthur hace unos meses, recolectó varias iguales a esta, y suponía que pertenecían al jinete misterioso- dijo burlándose

-¡Pues son mías! Y reitero que desconocía que estaba en sus dominios… Además era el lugar ideal para practicar mi puntería, pero le prometo que no volveré a inquietar a su Excelencia, invadiendo su propiedad.- le arrebaté mi flecha de sus manos y me dirigí hacía donde estaba Afrodita, cuando me detuvo tomando mi brazo volteándome hacia él, quedando a pocos centímetros de su cuerpo, fijando sus ojos en los míos.

-Esos no son los modales de una señorita- sin apartar su mirada, cerró sus ojos aflojando mi agarre- Y tiene usted un carácter un tanto salvaje, para ser una señorita de una familia tan respetable. -dijo sonriendo.

LA SOMBRA DE UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora