CAPITULO VII

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La cena en casa de la Duquesa, me tenía un poco nerviosa, además del cansancio propio de haber bailado toda la noche, me acosté tratando de dormir pero mis pensamientos se centraban en cierto caballero de ojos azules, era increíble que aquel hombre en el callejón y el apuesto Duque fueran la misma persona, pero era verdad, también era cierto que esos profundos ojos azules, eran los mismos que me cautivaban con su brillo, cuando era una niña, aunque ya no podía encontrar ese brillo que irradiaban cuando veía a Elizabeth, era evidente que cuando ella se fue, una parte de él se había apagado, aunque mantenía todo el esplendor con el que lo recordaba, pero ahora mismo, mi percepción hacia él era diferente, ya no lo veía como la niña, sus miradas causaban sensaciones que no podía explicar, recordar su mano rozando mi piel, su sonrisa tan provocadora, tan seductora y llena de ternura a la vez, todo eso me parecía tan atractivo y quería volver a disfrutar de su compañía; por eso pensar en la cena, me tenía tan nerviosa, traté de acomodarme y dormir, sino en la mañana, me vería fatal.

Le había contado a Rose, que terminé bailando con el Duque, que además resultó ser el dichoso hombre de nuestro encuentro por la tarde, temerosa me preguntó si el había mencionado aquel pequeño incidente, pero se calmó cuando le conté de nuestro acuerdo y que había sido muy amable conmigo, comportándose tan correctamente como todo un caballero encantador.

-¿Parece que ese caballero fue muy encantador?- dijo con picardía

-Que cosas dices, Rose. -sentí que mis mejillas ardían y ella sonrió

-Pero ahora debe prepararse, en cualquier momento comenzarán a llegar otros caballeros, que esperan ser de su agrado.

-Tienes razón- dije resignada de mi suerte.

Me puse un vestido color lavanda, Rose cepilló mi cabello y armó un semirecogido, acorde a la ocasión, bajando a la sala para recibir a los que iban llegando, con flores y obsequios, esperando que en algún momento William entrara por esa puerta, pero quien si llegó, con aires de superioridad, ante los demás jóvenes, fue Lord Henry Carter.

-¡Buenos días, Señorita Helena!- dijo tratando de acaparar mi atención.

-Buenos días, Lord Carter- pronuncie poniendo distancia

-Anoche, alguien un tanto indeseable, se encargó de alejarme de usted, y me quitó el derecho al último baile contigo.- dijo con enfado

-Pues, era de esperarse que mi hermano, le concediera el honor, ya que mi familia y la suya han sido muy cercanas.- dije con satisfacción

-De todos modos ese era mi derecho y él lo tomó.- dijo arrogante.

-¿Perdón? ¿Su derecho? Creo que no entiendo.

-Creo que por los nervios, no pudiste notar, que ningún joven está a mi altura, soy la mejor opción frente a todos los demás.- dijo el muy engreído.

-Creo que está equivocado, aún no estoy buscando un prospecto, como usted dice, solo cumplo con las tradiciones.

-Bien, en estos días me acercaré a solicitarle permiso a su padre, para poder visitarla periódicamente, así podremos conocernos mejor. En dos días estaré aquí, para hablar con él.- dijo sin siquiera preguntarme si era de mi agrado.

-Estaré ansiosa- dije con sarcasmo

-Yo también- dijo ignorando mi disgusto, tomó mi mano, se despidió y la retire rápidamente.

El nuevo encuentro con Lord Henry, me había alterado bastante, no podía creer que éste considerara la idea, de que le permitiría acercarse a mi. No me agradaba, me parecía engreído y autoritario.

Traté de concentrarme en la cena a la que asistiría con mi familia, Rose me ayudó a prepararme, quería verme elegante y atractiva, sin llegar a ser provocativa. Eligió para mí un vestido que resaltaba mi piel clara, peinó mi cabello armando una trenza al costado, dejando mi espalda descubierta.

Llegamos a la mansión de Lady Amalia, que por supuesto nos recibió con gran alegría, pero inconscientemente, tenía la esperanza de que él estuviera ahí, hasta que por fin apareció, con un atuendo que le quedaba a la perfección, al observarlo detenidamente, sin que él lo notara, podía ver que físicamente era un hombre fuerte, los músculos de su cuerpo se dejaban ver, aún a través de su vestimenta, provocándome una extraña sensación, que jamás había experimentado, me resultaba difícil dejar de mirarlo, sobretodo cuando besaba mi mano sin apartar sus ojos de mi, pasar al comedor y disfrutar de la charla fue muy ameno, pero mamá tuvo que mencionar a Lord Carter, para que la expresión en el rostro del Duque cambiará en señal de disgusto y haciéndolo saber con sus palabras, pero no lograba descifrar porque le molestaba tanto que ese hombre intentará acercarse a mi, aun así yo estaba encantada con su presencia y su forma de comportarse, de manera tal que no podía dejar de admirarlo, y cada vez que me sentía descubierta, me llenaba de vergüenza, por mi atrevimiento.

Lady Amalia, propuso pasar unos días al aire libre, en nuestras casas de campo, lo que para mi era maravilloso, era el lugar perfecto para sentirme libre, sin las miradas de la sociedad, juzgando mi comportamiento, allí podría salir a cabalgar, pasear sola por el bosque, y practicar mis actividades tan poco femeninas, según mi madre.

Aquella mañana papá puso todo en perfecto orden antes de partir, le gustaba la idea de ausentarnos y disfrutar del campo, ya que podríamos compartir un tiempo en familia. Mi madre se encargaba de inspeccionar que lleváramos lo necesario para nuestra estadía, por mi parte era la más interesada en partir, así es que mi doncella y yo, teníamos todo listo para ser cargado en el carruaje.

Emprendimos el viaje, sabiendo que el camino era largo, pero era algo que estaba más que dispuesta a soportar, por el simple hecho de estar en mi lugar favorito; el paisaje primaveral que se podía disfrutar era maravilloso para mí, estábamos cerca y a lo lejos se divisaba nuestra casa rodeada por árboles que comenzaron a mostrar sus primeras hojas.

Al llegar nos recibió Rudolph, el hombre de confianza de mi padre, él administraba la propiedad en compañía de su esposa Alice, que se encargaba de mantener todo en orden, el matrimonio Smith, ha servido a mi familia desde que mis padres se casaron, por lo que nos habían visto nacer y crecer a cada uno de nosotros, no habían sido bendecidos con hijos propios, por lo cual nosotros éramos como suyos.

Llegamos y al bajar corrí a abrazar a Alice

-¡Mi hermosa niña! ¡Has crecido mucho en estos últimos meses!- dijo besando mi frente.

-¡Alice! Te extrañé tanto, en aquella casa no hay nadie como tu- dije haciendo un puchero.

-Nadie que cumpla tus caprichos, diras- sonrió tiernamente

Nos recibieron con la familiaridad de siempre, mamá le dijo que mis hermanos llegarían mañana y que estaríamos unas semanas allí, lo que me resultaba extraño, ya que estaba muy interesada en que participara de cada baile de la ciudad, pero para mí era una excelente noticia, era feliz en esa casa. Subí a mi habitación y estaba todo perfectamente ordenado, con rosas cortadas del jardín dispuestas en varios lugares, que invadían muy sutilmente con su perfume todo el lugar, ese era el toque clásico de Alice, sabía que eran mis favoritas.

Mientras Rose acomodaba mi ropa en el armario, yo me encargaba de ordenar mis accesorios y todo lo que iba en el tocador.

La noche llegó, disfrutamos de una exquisita cena, me retiré al terminar, necesitaba dormir, el viaje me había agotado, además quería descansar para salir temprano a recorrer los extensos campos.

LA SOMBRA DE UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora