CAPITULO XXII

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Pedirle que fuera mi esposa, me había dado la libertad de visitarla sin tener el asedio constante de su madre, aprovechaba los encuentros de nuestras madres para planear la boda, de esa manera estaban tan ocupadas, asi es que casi no se ocupaban de nosotros, de esa manera, eso me daba espacio para acercarme y torturarla con mis caricias disimuladas.

-¡Te puedes calmar! Podrían verte, y no sería propio.- se sonrojaba al sentir mi mano deslizarse incitante por su espalda.

-Pronto estaremos casados y serás mi mujer...pero te advierto que no podrás escaparte de mi- me miró tan seductora, que la hubiera tomado en ese mismo instante, pero debía controlar mis deseos, aunque ella disfrutaba provocándome, para luego tomar esa postura recatada mientras yo ardía de deseo.

Era la primera vez que una señorita como ella, me incitaba a poseerla con toda la pasión, sin siquiera tocarme, observaba cada movimiento de ella, deseando besarla, sacarle el vestido y poder recorrer cada centímetro de su cuerpo con mis caricias, me estaba volviendo loco.

Las noches eran cada vez más largas, imaginaba el calor de su cuerpo junto al mio, porque decididamente la futura Duquesa, no pasaría una sola noche, fuera de mi cama.

Por estos días, el servicio de la casa estaba avocado a acondicionar la habitación de mi futura esposa, la que estaría junto a la mía, una cama con grandes cortinas de raso, las paredes en tonos celestes, un mobiliario digno de una reina, blanco con detalles dorados, un gran espejo en el cual pudiera apreciar toda su belleza, floreros dispuestos sobre la chimenea, para perfumar con las más bellas flores todo el lugar, por supuesto que sería poco el tiempo que pasaría aquí, pero quería que fuera perfecta para ella.

-¿Su Excelencia?- preguntó la Señora Claus- ¿quiere que hagamos algún arreglo en el resto de la casa?

-No, de eso se encargará la Señora, cuando ya esté instalada aquí, que ella disponga de todo.

-Muy bien, me parece lo propio, señor.

-Espere..., hay algo más... La habitación de la Señora Elizabeth... quiero que usted misma se encargue... guarde todo cuidadosamente, ya es tiempo.

-¡Señor! ¿Está seguro?-preguntó la Señora Claus asombrada

-Si... quiero que esta casa sea sólo de Helena, que ella la sienta suya, Elizabeth fue un hermoso momento en mi vida, pero es tiempo de que viva en algún hermoso recuerdo, nada más. -dije convencido

-Cuanto me alegra oírlo hablar así.

-Voy a empezar una historia nueva, con una mujer maravillosa, que logró rescatar mi corazón lastimado, animándolo a amar de nuevo. Ella se merece que me entregue por completo a su amor. - dije sonriendo

-¡Por supuesto, Señor!...yo me encargaré de que todo sea perfecto para la Señora.- dijo emocionada, con una gran sonrisa.

Estaba convencido que mi nueva historia con Helena, tenía que iniciarse sin la sombra, de mi antiguo amor por Elizabeth, ella sería un hermoso recuerdo que guardaría para mi, en cambio Helena era real, ella pone mi mundo de cabeza, llena cada momento con su alegría, su dulzura, su rebeldía la hace tan auténtica, tan única y esa curiosidad por querer descubrir cuanto guarda bajo ese manto de inocencia, me dejan tan vulnerable ante ella que no me interesa nada que no tenga que ver con su persona.

Estaba tan perdido en mis profundos pensamientos, que últimamente eran dedicados a Helena, mi bella Helena, cuando Rudolph, entró a mi estudio anunciando su presencia, mi corazón se aceleró imitando el galope de Shadow. Al salir en su encuentro, por supuesto debía mantener las formas, aunque luchaba para no tomarla en mis brazos y besarla con pasión, devorando esos labios que ya eran solo míos, estaba sentada junto a la chimenea, pero venía acompañada, por supuesto, de ese modo mis fantasías solo quedaban en mi.

-¡Buenas tardes, Lady Christine! ... mi adorada Helena, estas preciosa hoy- besé su mano provocando una ligera incomodidad en ella, que por como agitaba su abanico cerca de su pecho me daba la seguridad, que ella también contenía sus deseos.

Nuestras miradas cada vez disimulaban menos el deseo del uno por el otro, si tan sólo nos dejaran a solas, nos entregaríamos completamente a lo que sentíamos, dejándonos llevar por la pasión.

-¿Lady Christine, me permite mostrarle algo a su hija?- ella me miró dudosa - Le aseguro que mi comportamiento será el más adecuado- aunque hasta yo dudaba de mi promesa.

-Esta bien... pero por favor, recuerden...aun no están casados. - dijo en tono de súplica.

-¡Madre, por favor!- dijo apenada Helena.

-Lo siento, pero son muy jóvenes... y a veces...en fin, no está de más recordarles su condición actual.

Le ofrecí mi brazo y la conduje hacia el jardín trasero.

-¿Donde me llevas? ¿Que tienes para mi?- su curiosidad era evidente

-Recordé tu gusto especial por las rosas y quería darte algo que sólo sea para ti, así es que...- me puse tras de ella tapé sus ojos y la conduje hasta que aparté mis manos para que pudiera apreciar lo que tenía para ella, la emoción y el asombro se hicieron presente en su delicado rostro, al ver un jardín cubierto, en el  centro había un juego de sillones blancos adornados con delicados almohadones floreados, rodeado de diversos rosales.

-¿Esto es para mi? No recuerdo que estuviera antes.-sus manos tapaban sus labios y sus ojos mostraban su asombro

-Este lugar tenía que cobrar vida y creí que necesitarías un lugar hecho solo para ti, rodeado de tus flores favoritas, el jardinero hizo un trabajo increíble ¿no lo crees?

Se volteó hacia mi y sin darme cuenta tomo mi rostro entre sus manos y me robó un beso fugaz, un impulso que no era correcto entre dos personas que aún no eran esposos, pero para mí fue encantador. La acerqué a mi, sin importarme quien pudiera vernos, la estreche en mis brazos y la besé, su cuerpo se entregaba sin resistencia a cada caricia, mi lengua jugaba en su boca, dejándola sin aliento, mi cuerpo reaccionaba a su contacto, hasta que el ruido de una puerta, nos separó inmediatamente, sin dejar de mirarnos.

-Mi amor, ya no puedo seguir así, escondiendo mis sentimientos, será muy difícil esperar hasta la boda.- ella me miraba, pero bajo la mirada para admitir algo de lo que yo tenía la certeza.

-Para mi es un poco vergonzoso admitir... pero no puedo contener los deseos de que me beses, me acaricies, se que seguramente hay más y no tengo miedo a descubrirlo contigo, aunque no se que será, algunas dicen que puede ser tormentoso, pero es el deber de una esposa.- dijo algo confundida y temerosa.

-¡Espera! -dije al ver su expresión - No se que te habrán dicho con respecto a las relaciones entre los esposos, pero te aseguro que no hay nada tormentoso, por el contrario es un hermoso y placentero acto de amor entre dos personas, que se aman.

-Creeras que soy una tonta, por no tener conocimiento en ese tema, desde luego tu habrás conocido otras mujeres más instruidas en estas cuestiones...

-No me interesan otras mujeres... en poco tiempo tu te convertirás en mi mujer y estoy deseoso de guiarte en el arte de amar.

LA SOMBRA DE UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora