CAPÍTULO 26

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«Ella me ha ayudado, aun sin darse cuenta, a sobrellevar la carga de mis pesares más que ninguna otra persona en el mundo y todo a través del simple hecho de su existencia»
—Oscar Wilde.

DORIAN

Los días pasaron. Me gustaría decir que estos quince días han ido pasando rápidamente pero no, han sido muy largos y complicados.

El proceso de quimioterapia consta de seis sesiones, Anne ya lleva la mitad, sin embargo los efectos secundarios han avanzado muy rápido. Lo teníamos previsto, pero no tanto para que a la primera semana se vieran los cambios.

Observé a Annie desde el borde de la puerta, ella estaba desnuda frente al espejo de cuerpo entero que tenemos en el baño. La vi pasar sus manos por su cabello y muchos mechones quedaron en su palma. Comenzó a llorar mientras fijaba su mirada en los cabellos que se le habían caído.

Sentí un nudo en la garganta. Temía que este día llegara.

Oculté mis lágrimas y me acerqué para abrazarla desde atrás. Besé un lado de su cabeza y la miré en el reflejo del vidrio.

— L-lo siento…—musitó y se estremeció entre mis brazos— y-yo no…

— Está bien, Khorek. Está bien, aquí estoy para ti—la giré para que me mirara a los ojos, quería que viera mi verdad en ellos—. Sabes que siempre me tendrás aquí. Te amo.

— Mi cabello…—me mostró los cabellos negros y los tomé para ponerlos sobre el tocador.

— El cabello crece—acaricié su mejilla izquierda—. Volverá a crecer.

— P-pero, estaré…

— Más hermosa.

— No, Dorian, no lo entiendes…no quiero estar sin cabello, yo no soy…

— Ey—tomé con mis dos manos los laterales de su cabeza—, no te atrevas a decirlo. Tú eres hermosa. Además, no pasa nada.

— Pero, si quedo…

— Podrías utilizar esos gorritos infantiles que yo sé que te gustan—sugerí recordando que a ella le encantaban los peluches y los colores chillones—. Sí, eso debemos hacer…compraremos gorritos de animales o de lo que te guste.

Ella meditó mi propuesta y luego sorbió su nariz.

— ¿Pueden ser de ositos?

— Sí, hasta de ranas si quieres.

— Y…¿Pelucas? —asentí y ella sonrió pese a las lágrimas en su mejillas y su nariz roja de tanto sorberla—. Quiero usar primero un color rosado, no importa si soy color humilde.

— Tú no eres de color humilde—le fruncí el ceño. Era una exagerada.

— Lo sé, es un decir—golpeó mi hombro juguetonamente.

Sonreí y la miré de los pies a la cabeza, notando que seguía desnuda.

— Te queda bien tu outfit—ella separó los labios, iba a decir seguramente que estaba sin ropa, pero mejor me topó los ojos con las manos.

FUISTE TÚ PRIMERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora