«Te perdono, porque a pesar de todo, mis mejores momentos los he pasado contigo»
—Anne Miller.
DORIANSentí unas inmensas ganas de llorar pero las lágrimas no salían. Ese era el estado más terrible por el que una persona puede atravesar: donde quieres gritar pero no emites ningún sonido.
Sólo podíamos observar la terapia a través del vidrio, por seguridad para ella y de las demás personas que se encontraban ahí.
Anne estaba serena, como si esto fuera una simple inyección intravenosa, como si fuera algo simple y estuviera acostumbrada. En cambio yo, estaba intranquilo, sabía que después de la quimioterapia ella estaría muy débil, peor que cuando sufre los síntomas de la leucemia.
La mamá de Anne se encontraba a mi lado. Era una mujer fuerte porque sus ojos demostraban que quería llorar, sin embargo lo soportaba por su hija, no quería que la viera así. Esto no era fácil para mí, no me puedo imaginar el dolor que esta mujer está pasando ahora mismo.
Una mano apretó mi hombro y tuve que ladear la cabeza para ver a quien me había tocado con tanta confianza, al poner mi vista en aquellos ojos miel, sonreí un poco.
—¿Es la primera? —me preguntó Daniel. Su semblante se notaba decaído, tenía ojeras debajo de los ojos y el brillo que lo caracterizaba ya no existía.
—Sí.
—¿Sabes qué le van a suministrar? —negué con la cabeza—. ¿Quieres que averigüe? —volví a negar y él suspiró—. Te comprendo.
—Tú…¿Cómo estás?
—¿Cómo estás tú? —suspiré con entendimiento. Estábamos igual de frustrados, nos afectaba lo que pasaba con Anne de igual forma.
Nos giramos a ver cuando una enfermera comenzó con el tratamiento, cerré los ojos por un momento y segundos después los abrí para encontrarme con los ojos de la hurón. Anne me miraba fijamente, tenía una sonrisa en los labios, ese gesto me tranquilizó.
Se supone que yo debo de darte fuerzas, no tú a mí.
El tratamiento duró varias horas. No tenía idea del por qué duró tanto…bueno, al menos no porque no sé qué tipo de leucemia tiene o qué tan avanzada esté pero…
Negué con la cabeza, no quería seguir pensando en la salud de Anne. Es difícil siquiera pensar qué tanto ha empeorando.
A Samantha y a mí nos dejaron pasar a la habitación donde Anne se encontraba. De cerca su expresión física era considerablemente desmejorada: tenía la piel aún más pálida, los labios sin su color rosado natural y su mirada…lucía agotada.
Le di un beso en la frente pese al cubre bocas que usaba. Ella me sonrió y se acomodó para sentarse mejor.
—¿Cómo te sientes, princesa? —quiso saber Samantha mientras acariciaba el cabello de Annie.
—Muy cansada, tengo náuseas y dolor en el cuerpo…pero con ganas de irme a la casa—dijo entre risas suaves.
¿Cómo puedes estar tan bien, Anne?
Una enfermera se acercó a nosotros y le dio una gelatina de fresa, Anne la tomó pero la dejó a un lado.
—No tengo apetito—comentó—. ¿Los bebés están bien?
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FUISTE TÚ PRIMERO
Novela JuvenilEn toda historia como en la vida, existen dos versiones. No es fácil identificar cuál es la verdadera, pero puede que las dos sean reales dependiendo de la persona que se la crea. ¿Hay algo de malo en eso? Probablemente sí, porque a veces, sin quere...