CAPÍTULO 3

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«Hasta la persona que te quiere puede mentirte»
~ Dorian Maslov

DORIAN

Carlos no dejaba de parlotear en todo momento mientras que Alex comía una manzana verde y Leonardo, bueno él estaba comiendo tanto como podía. Desde que Margot se fue, no vi a Daniel por ningún lado.

—Y así fue cómo le dije que…Anne, ¿Si me has escuchado verdad? —Carlos le preguntó a Anne.

Ella asintió sin quitar la vista de su plato a medias.

—Vale, comprendo—él entrecerró los ojos—¿Quieres contaros algo?

—¿Yo?

—Sí, Anne. Tú—enarcó una ceja esperando una respuesta.

Se quedó pensativa.

Arrugó la nariz y sonrió. Aquel gesto hizo que yo también lo hiciera, llevaba una eternidad sin poder verla reír de esa manera.

Si tan supiera que una sola sonrisa basta para iluminar mi mundo.

—¿Recuerdas cuando fuimos al concierto de Chase Atlantic? —toda su cara estaba iluminada con felicidad, como si aquel recuerdo le pareciera fantástico.

—¿Concierto? — Carlos arrugó el entrecejo, confundido—. Nunca salimos del internado, y menos para un concierto de… eso.

Anne borró su sonrisa y parpadeó repetidas ocasiones.

—Carlos—dijo su nombre entre dientes—¡Eso pasó! Recuérdalo…estuvimos bailando y divirtiéndonos toda la noche y... ¡Nos embriagamos! Y Dorian nos regañó aquella vez… ¿Lo recuerdas? —ella me miró buscando ayuda—. ¿Tú lo recuerdas Dori Toki?

Fingí una sonrisa y asentí.

—Si Khorek, lo recuerdo—ella sonrió ante mi respuesta y le enarcó una ceja a Carlos dándole a entender que él había mentido en ello.

Carlos me dedicó una mirada de coraje, pero no cambié de opinión.

—Oye Annie, ¿Y sí te muestro tu habitación? —Alex le pinchó la nariz con el de dedo.

—Sí, Alex… pero, ¿Es rosita? Es que los colores oscuros no me gustan—hizo una mueca.

—Sí…y tiene peluches y…una ventana grande donde puedes ver la luna— comentó.

—Llévame allá, quiero dormir…—bostezó—ha sido un día, muy largo para mí.

Alex la tomó de la mano y se fueron caminando hacia las escaleras para subir a la planta alta de la casa. Ella se fue con una gran sonrisa en el rostro, con su oso de peluche en la mano y una soda en la otra.

Cuando desaparecieron de la vista, me giré a Carlos. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho con una expresión de desaprobación.

—¿Qué? —fruncí el ceño.

—¿Caes en cuenta de lo que hacéis?...¿Por qué no le dijiste la verdad? Sabes perfectamente que nunca hicimos eso, esta no es la mejor manera de…

—No empieces por favor, ¿No viste la reacción de ella? Estaba feliz—intenté explicarle pero no cambiaba de posición.

—No es la forma chaval, ella necesita vivir en el mundo real. Créeme que si intentas que sea feliz a base de engaños jamás se curará.

FUISTE TÚ PRIMERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora