Capítulo 5

1.2K 88 5
                                    

Mi mano deja de escribir cuando puedo escuchar la voz de alguien que reconozco entrar. Estoy en mi cuarto, componiendo un poco, pero me quedo estática al escucharla.

¿Es... Janice?

Escucho cómo habla con mi madre y con el corazón acelerado, me levanto de golpe para bajar en cuestión de segundos.

—¡Tía! —digo bajando y cuando me ve, sonríe y abre sus brazos para agarrarme cuando me tiro sobre ella para abrazarla.

—Hola, cariño —dice suave.

Dejo de abrazarla para verla. Me duele le pecho cuando dejo de ver el brillo que siempre tenía y jamás recuperó.

—¿Cómo te encuentras? —pregunta acariciando mi mejilla.

Su pelo negro igual que el de mi madre está sin brillo, seco y siempre atado en un rodete o cola alta, los ojos celestes iguales a los de mi madre también están opacos y decaídos, con ojeras y bolsas a su alrededor que tapa con maquillaje.

Y ella tenía una sonrisa tan bella... como la de su hija... pero ya no está.

La presión en el pecho se acentúa cuando comienza a hablar de su trabajo y el de mi madre, evitando a toda costa cualquier tema que se conecte con Ane o con su estado.

—¿Vas a venir a la presentación de hoy? —pregunto y me hace una mueca que me dice más que las palabras que va a decir.

—No puedo, tengo otro viaje.

—Pero acabas de volver de uno... —susurro y me sonríe apenada.

—Lo sé, por eso quise pasar a saludar antes de irme de nuevo —su cuerpo está mucho más delgado, frágil.

Sólo asiento, no digo más nada al saber que es en vano.

—¿Y Edén? —pregunta porque ella también ama a las serpientes.

—En mi habitación —digo con la voz un poco entrecortada, pero lo disimulo.

Mi madre, al contrario, tiene sus ojos brillosos por ver a su hermana así.

—¿Podemos hablar? —mi tía ve a mi madre y niega con la cabeza—. Por favor...

Ambas se miran, como si hablaran por los ojos sin necesidad de ninguna palabra. Mi tía suspira y asiente. Puedo ver el dolor de mi madre en su cara y quiero abrazarla, pero va a romperse y noto que quiere mantenerse fuerte para lo que sea que vaya a decirle.

—Yo me voy... —digo sintiendo las ganas de llorar acumulándose en mi garganta.

Me despido con un fuerte abrazo de mi tía. Pero sin tanta fuerza, porque temo romperla más de lo que ya está.

Me subo al auto y sin decir nada a nadie, comienzo a manejar durante un largo proyecto. No hay música, no hay nada.

Una vez llego a mi destino, me bajo del auto para contemplar la vista. Es un acantilado poco conocido, siempre vengo para sentarme aquí cuando me siento así, que no puedo hablar.

En el suelo, abrazo mis rodillas mirando la ciudad frente a mí, con mi cabello moviéndose con el viento frío. Ignoro que el dolor en mis brazos sigue un poco y me abrazo con fuerzas. Las fuerzas que desearía darle a mi tía para seguir adelante.

Mi pecho se hunde en dolor, recordando cuando veía a mi tía sonriente y radiante. Cuando la veía orgullosa de su hija que lograba lo que quería

La ciudad se vuelve borrosa. Mis ojos se inundan en lágrimas. Mi garganta duele al contenerme. Y mis manos se cierran aguantando un dolor que temo dejar ir. Porque temo que dure horas y no pueda detenerme.

HATHORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora