Capítulo 16

286 43 7
                                    

Mi cuerpo entero está tapado con una frazada, incluso mi cabeza está cubierta. Pasaron varios días desde lo que sucedió con Matthew, pero la verdad es que no sé con exactitud cuánto.

Perdí la noción del tiempo desde ese día. Solo me quedo acurrucada en mi cama y encerrada en mi casa sin salir. Sin ganas de salir. Lloré en días lo que no lloré en años.

Samuel, mis padres y Aria han intentado hablarme para saber qué me ocurre, incluso los padres de Aria, pero no puedo decirles nada, no quiero ocasionar problemas, no quiero más recuerdos de ese día.

Pero la mente es inquieta y siempre me recuerda cada exacto momento de esa noche. Esa noche en que mi corazón dejo de latir por una persona que jamás pensé que llegaría a hacerme eso.

Esa noche que terminé llorando durante horas en el suelo frío de mi sala, sin poder moverme del dolor.

Esa noche que me dejó vacía, confusa, enojada, dolida, incrédula, destruida y decepcionada.

Esa noche que me encantaría borrar de mi memoria, pero que no puedo hacerlo.

Maldigo a Cupido. Me flechó de alguien que creí que podría ser para mí, pero se le olvidó flechar a la otra persona también. Dejándome sangrando en el suelo al tener una flecha clavada en medio del corazón por un amor que no me sanó la herida de la flecha, sino que la giro en mí para terminar de matarme en el suelo.


Mi ventana siempre estuvo cerrada, por lo que no sé cuándo es de día y cuándo es de noche. Mis padres me traen la comida, pero en un punto no diferencie cena de almuerzo o merienda de desayuno.

Debe ser porque varias veces no comí. Porque mi estómago se comprimía cuando mi pecho latía del dolor.

Escucho la puerta siendo abierta, pero no me muevo.

—¿Hat? —la voz de Eros me sorprende y por primera vez en horas, saco la cabeza fuera de la frazada.

La luz es tenue, pero aun así me ciega un poco.

—¿Eros? —pregunto y cuando logro ver, confirmo que es él—. ¿Qué haces aquí?

Está parado en el marco de la puerta de mi habitación, sus manos están dentro de su pantalón gris y sus ojos se enfocan en los míos sonriéndome.

¿Vino a verme?

—Vine a ver cómo está Edén —frunzo el ceño y sonríe más—. ¿Pensabas que vine a verte a ti? —no respondo y entra—. También a eso —me saca una suave sonrisa, pero se acerca a Edén.

—Tuvo todos los cuidados —digo cuando verifica su terrario.

—Ella sí —me mira—. Pero tú no.

Vuelvo a taparme con la frazada y escucho su suave risa que me hace retener una sonrisa. Siento la cama hundirse a mi lado y me descubre la cara un poco.

—¿Sigues con fiebre y mal de la garganta?

—Sí —digo con los ojos cerrados.

Por unos largos segundo no dice nada, hasta que lo escucho suspirar y siento que con sus nudillos acaricia con suavidad mi mejilla.

—¿Qué te hicieron, muñeca...?

En ese momento abro los ojos y muevo mi cabeza para poder verlo a los ojos. Me mira triste, sus labios están apretados en una línea delgada.

—¿Qué día es? —pregunto evitando su pregunta.

—Jueves.

—¿Hora? —me mira con el ceño levemente fruncido—. Mi celular estuvo apagado desde el fin de semana, no sabía ni que era jueves.

HATHORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora