Capítulo 4

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—¿Qué podemos hacer? —pregunta Samuel luego de contarle a Julián lo que me sucedió ayer con el fanático.

—Puedo tranquilamente colocarles un hombre de seguridad que los acompañe a lugares públicos —dice este mirándonos.

Estamos en mi casa, yo sigo con los hielos en mis brazos que, en vez de estar rojos, están un poco violetas del moretón que me está saliendo.

—¿Pero los vamos a tener todo el tiempo? —pregunto con una mueca de desagrado.

—Ustedes lo tendrán cuando deseen, pero cada uno tendrá el suyo para evitar problemas o confusiones.

—Yo estoy de acuerdo —dice Romeo—. Principalmente por ellas, si bien se saben defender, son más vulnerables ante la fuerza de otro hombre —dice preocupado y molesto al ver mis brazos.

—Yo también —dice Samu mientras soba mi espalda con dulzura, haciendo que el frío del hielo se pase un poco con el calor que me da su mano.

—Yo también estoy de acuerdo —dice Aria, que estuvo un poco distraída—. Pero cómo lo haremos a eso, o sea... quién va a ser...

—De eso yo me encargo —dice Julián levantándose—. En unas horas les mando la información del que le toca a cada uno, me dicen si están de acuerdo y seguimos, pero para hoy ya tendríamos que decidir quién tiene cuál.

Los cuatro asentimos mientras nos levantamos del sofá para acompañarlo a la puerta.

» Estén atentos al celular, no demoren horas en contestar —les advierte a Aria, Samuel y Romeo que ríen asintiendo.

Una vez él se va y cerramos la puerta, me quejo.

—No quiero que alguien me siga todo el tiempo —bufo y Romeo comienza a retarme.

—No empieces con eso, Hathor Janer, mira tus brazos —dice molesto—. Apenas puedes moverlos del dolor ¿Y no quieres seguridad? —dice indignado y admito que me hace bajar la mirada—. Deja esa tonta idea de lado y acepta la jodida seguridad que se te da.

—Romeo... —intenta calmarlo Samuel—. Yo también estoy molesto, pero háblale suave.

—¡Pero no entiende! —juego con mis pies en el suelo, aun con la mirada gacha.

—Sí entiende —le dice Samu—, comprendo tu indignación, pero ya suficiente tuvo con lo que sucedió, sé más dulce.

—Lo seré cuando entre en razón —dice Romeo ofuscado.

Romeo es como el hermano que nunca tuve, por eso comprendo que se ponga así.

—Lo siento... —digo un poco tímida y siento la mirada punzante de él—. Es sólo que no estoy tan cómoda con eso de que me sigan... pero lo haré...

Escucho un suspiro y de pronto siento el calor de Romeo cuando rodea mi cuerpo con suavidad al abrazarme.

—¿Por qué haces que me enoje contigo?

—¿Porque soy terca? —pregunto y su cuerpo se sacude con una suave risa que me tranquiliza.

—Sí, lo eres —se separa y toma mis hombros para que lo vea fijamente a los ojos—. Dime que tendrás cuidado y aceptarás la seguridad, por favor —veo la preocupación clara y profunda en sus ojos y asiento sin dudarlo, sabiendo que está en lo cierto.

Me duele un poco haberlo hecho preocupar así solo por ser terca, pero acepto tratando de hacerme a la idea de tener a alguien detrás de mi siguiendo mis pasos.

Suspira y vuelve a abrazarme, con sumo cuidado le correspondo el abrazo, ya que me duele todavía.

Una vez el abrazo se acaba, Samu y él se van por comida. Quedando Aria y yo nada más.

HATHORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora