Capítulo 31

292 34 3
                                    

—¿Crees que va a salir bien? —le pregunto a Elías cuando vemos a mi tía salir de su casa.

—Esperemos que sí —me responde este.

—Va a salir bien, confíen —dice mi madre que está en el asiento de adelante, a su lado mi padre conduce.

Janice se sube al auto y nos sonríe para comenzar a andar. No sabe a dónde vamos y mi padre va a tomar otra ruta para que no sospeche.

En el trayecto hablamos de diversas cosas, más que nada de la vida de cada uno ya que ella no sabe mucho al siempre estar fuera del país.

Mi mente no para de imaginar cientos de diferentes posibles escenarios. Sé que Elías está igual porque se está mordiendo las uñas y la pierna de mi madre no para de moverse, el más tranquilo es mi padre o al menos eso parece.

—¿A dónde estamos yendo? —pregunta mi tía en un momento cuando estamos a dos cuadras del cementerio.

—¿Ya ensayaron la canción de esta noche? —me pregunta mi padre para no responder la pregunta de Janice.

—Sí, pero vamos a hacer unos ensayos más antes de grabar la canción en vivo.

—¿Qué hacemos aquí? —la voz tajante y fría de mi tía al llegar al cementerio nos deja callados a todos.

—Venimos a visitar a Sam —dice mi madre y con Elías nos miramos confusos—. ¿Recuerdas a esa amiga que falleció?

—Oh, sí, lo recuerdo —dice Janice más tranquila bajando del auto.

Mi tía no sabe dónde está la tumba de Ane, porque jamás vino al cementerio, ni el día de su funeral. Sólo sabe que está en este cementerio y nada más.

Cuando me bajo del auto, con mi corazón latiendo a mil por hora, veo que el auto de mi seguridad estaciona detrás de nosotros y me aseguro de tener a Ray a mi lado ya que tengo confianza con él.

Siento que mi cuerpo tiembla cada vez que nos acercamos más a la tumba. Mi madre le habla a Janice de Sam en el trayecto, aunque por el hecho de estar acá ya está reacia.

—Es aquí —dice mi madre y es cuando todo se desmorona.

Janice al leer el nombre tallado intenta irse, pero mi seguridad no la deja.

—¿Por qué me hacen esto? —dice con la voz entrecortada, acentuando el dolor que se instala en mi pecho.

—No puedes seguir así... —le dice suave mi madre.

—¡¿Por qué me hacen esto!? —dice en un grito desgarrador.

Quiere irse, pero no la dejan.

—¡Déjenme! ¡No quiero verlo! —grita y siento mis ojos picar con las lágrimas asomarse.

Me acerco a ella y la tomo por los brazos con suavidad.

—No puedes seguir negándolo, debes aceptarlo.

—Te estás consumiendo —agrega Elías con un claro dolor en su voz.

—¡No! —grita, pero mi madre la agarra cuando se zafa de mi agarre y ella la acerca a la tumba.

—¡Por favor!

Janice termina en el suelo, siendo abrazada por mi madre, ambas rompen en llanto. Y eso libera el mío.

—No queremos perderte a ti también —dice en medio de sollozos mi madre—. Te estás yendo con ella.

Mi cuerpo tiembla y mis manos se cierran con fuerza aguantando la compostura, porque lo importante ahora es Janice.

HATHORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora