Capítulo 11

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Junio, 2022

Entro al lugar en donde voy a conocer a mi nueva maestra de canto. El lugar es grande, la recepción me da la bienvenida en donde hay instrumentos de artistas famosos o instrumentos con la firma de artistas famosos ya fallecidos en soportes rodeados de vidrio para que nadie los toque.

—La señora Catalina la espera al final del pasillo —me dice el chico que está detrás del escritorio antes que pueda decir algo.

Le agradezco y me dirijo al único pasillo que hay, diferentes habitaciones hay a los lados, pero no se escucha nada en ninguna ya que todas las paredes de las habitaciones son aprueba de sonido.

Voy a la última puerta al final del pasillo y cuando entro, está la mismísima Catalina vestida con un pantalón negro y camisa banca, tacones, unos lentes, rodete alto y los labios de color rojo. Está mirando unas hojas.

—Hola —digo cuando entro haciendo que me mire por arriba de sus lentes, me da un repaso de arriba abajo—. Soy...

—Hathor, lo sé —dice interrumpiéndome—. Pasa y colócate ahí —me dice volviendo a ver las hojas.

Me señala en donde hay una cruz hecha en el piso y obedezco, un poco incómoda.

La habitación es amplia, el techo muy alto, las paredes están libres de cualquier decoración. Hay un piano vertical en medio junto con dos guitarras a su lado, una acústica y la otra eléctrica.

A mi derecha hay cuatro soportes de micrófonos con sus respectivos micrófonos. A mi izquierda hay un mueble que encima tiene varios micrófonos inalámbricos.

No hay ventanas y detrás de mí hay un pizarrón.

—Julián me dijo que van a ser dos clases por semana ¿Puede ser?

—Así es —dice para dejar las hojas sobre el piano y pararse frente a mí—. Hoy tienes una presentación —asiento—. ¿Qué canciones van a tocar?

No sonríe en ningún momento, su voz sale neutral en todo momento y su cara está seria siempre.

Le digo los nombres y asiente.

—¿Quiere que se las muest...?

—Ya las oí —me corta y frunzo el ceño ya que es la segunda vez que me interrumpe y lo detesto, pero me quedo callada—. Antes de empezar, aclaremos unas cosas; no soy tu amiga, no soy familiar, no tenemos confianza, no me interesa tu vida privada ni a ti la mía.

» La puntualidad es obligación, si llegas tarde no te atenderé. No me mandes mensajes, si me quieres comunicar algo, le dices a tu representante que me lo comunique. Aquí no se viene a jugar, a divertirse o relajarse, se viene a aprender y mejorar cueste lo que cueste ¿Se entendió?

—Sí —digo automáticamente, un poco triste al no sentir la comodidad que tenía con mi otra maestra de canto.

—Bien, comencemos.

Se acerca al piano y comienza a hacerme calentar la voz. Me hace imitar las notas y me corrige hasta los más mínimos detalles diciendo que no hay margen de error.


Luego de una hora —la clase dura hora y media— me deja descansar cinco minutos, los cuales aprovecho para beber agua y respirar.

Sus clases son muy duras, no te deja parar ni un segundo, no tienes espacio para pensar en otra cosa y se concentra mucho en que pueda llegar hasta la nota más alta que mi garganta me permita, aunque duela. Algo en lo que no coincido.

La voz no debe forzarse, como me decía mi anterior maestra, se debe practicar hasta que por sí sola llegue a esas notas que antes no llegaba.

Pero Catalina piensa que no hay tiempo para eso, dice que hay que hacer las cosas rápido y perfectas. Al contrario que mi anterior maestra que decía que con tiempo y esfuerzo todo se logra sin presionar las cosas.

HATHORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora