Capítulo 40

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Hace casi dos semanas que con Eros no nos pudimos ver, ya que realmente no tenía tiempo con todas las cosas que estamos haciendo con la banda. Y cuando tenía un tiempo libre, debía dormir de lo agotada que estaba.

Estuve un poco triste por eso, y también nerviosa al saber lo que siente Eros respecto al ámbito de la fama, pero admito que un poco me tranquilicé cuando vio la nota con la canción que le dediqué y me mandó un mensaje diciendo que jamás creía que yo le iba a llegar a dedicar una canción de Måneskin de esa manera y que se sentía mucho más tranquilo con respecto a todo.

Si bien intentamos estar en constante comunicación, había días en los que realmente no podía ni tomar el celular y simplemente llegaba a mi casa y me desmayaba en la cama. Llegué hasta a dormir en el sofá porque no llegué a la cama, y aparecía en mi habitación porque Romeo me llevaba en los brazos a mi habitación.

También admito que cuando tenía unos segundos libres el tema de Eros con su incomodidad rondaba mi cabeza, pero quiero creer que esa canción le dio entender que nada va a cambiar entre nosotros dos. Ni aunque todo se sepa.

Ahora sonrío mirándome al espejo. Un vestido al cuerpo me cubre, que la parte de arriba se cierra en mi cuello, sin escote, color rojo, corto que se arruga en ambos lados de mi cadera, unas botas cortas negras cerradas con tacón, un bolso negro con cadena plateada.

Mi cabello negro suelto está liso porque decidí tomarme el tiempo de plancharlo, me hice un suave smokey eyes negro con plateado en los ojos, resaltando mis iris, un labial nude para que la atención esté en mis ojos, y mis accesorios de siempre.

Es la primera vez que vamos a cenar en un restaurante nosotros dos solos, ya que se tomó el tiempo de hablar con Julián y con mi seguridad para reservarnos un lugar privado para nosotros dos solos.

Él me pasa a buscar y lo veo esperándome en el estacionamiento del edificio.

Va con una camisa blanca mangas cortas, los botones desabrochados hasta casi la mitad, puedo ver el dije que yo le regalé en su cadenita como siempre, ya que jamás se lo quita desde que se lo regalé. Pantalón de vestir negro, zapatos negros, su barba más perfilada que nunca, su arito en la oreja, y su cabello con su corte que luego de unos días se le emparejó aún más y le queda aún mejor.

Suspiro cuando lo veo y me acerco a él que me mira de arriba abajo. No se pierde ningún detalle. Puedo sentir su mirada en cada milímetro de mi piel.

Cuando me acerco no dudo en abrazarlo aferrándome a su cuello, y él se aferra a mi cintura levantándome y haciéndome reír. Su aroma me envuelve, y me relaja sentirlo.

—No te das una idea cuánto te eché de menos, muñeca —susurra en mi oído luego de dejar un beso en mi cuello que me estremece.

Le digo que yo también lo extrañé y saco mi cabeza de su cuello para poder al fin darle un beso. Luego de llenarnos de halagos y de sus comentarios de doble sentido, me abre la puerta del auto para dirigirnos al restaurante.

En el auto quiero tocar el tema de su incomodidad, pero al mismo tiempo no quiero que sienta que invado su privacidad al saber algo que él no me dijo. 

Porque supongo que tuvo una razón para no decírmelo.

Puedes preguntárselo de manera indirecta.

—¿Te sientes incómodo? —pregunto volteando a verlo mientras él maneja con una mano en el volante y con la otra en mi pierna.

No quieras ser tan indirecta, quizás no la cace.

Me recrimina con pura ironía mi conciencia.

Lo siento, no me pude aguantar.

Veo que Eros frunce el ceño y voltea un segundo para verme, pero luego vuelve a ver hacia adelante.

HATHORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora