Capítulo 17

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Julián nos mira a los cuatro. Estamos en la sala de mi casa, nosotros cuatro sentados en el sofá y Julián parado frente a nosotros. Yo estoy siendo rodeada por una frazada porque la fiebre me subió de nuevo. No puedo cantar porque tengo la garganta inflamada.

Romeo no puede tocar la batería porque le duele la mano con la que golpeo a Matthew y ahora tiene hielo puesto. Aria y Samuel son los único sanos.

—¿Qué hacemos? —le pregunta Samuel a Julián que piensa mientras nos mira.

—Tómense vacaciones.

—¿Eh? —dice Aria.

—¿Vacaciones? —pregunto y él asiente.

—Tú —dice señalándome— estás enferma por el estrés y presión mental. Tú —señala a Romeo— no puedes tocar y no vamos a forzar tu mano. Tómense unas vacaciones, dos semanas, tres, un mes si quieren, no más. Así de paso yo me encargo de la demanda por plagio y no les afecta a ustedes.

—Me parece bien —dice Samuel haciendo que lo miremos—. Ustedes no están bien ni mental ni física, nos vendría bien unas vacaciones.

Dice haciendo referencia a Romeo y a mí.

—No es raro esto —dice Julián llamando nuevamente nuestra atención—. Es común, están iniciando en el caos que a veces puede ser la fama, así que no se preocupen, que es muy normal.

—¿Y... a dónde vamos? —pregunta Romeo sonriendo.

Nos quedamos buscando algún lugar medio alejado de todos para estar los cuatro tranquilos. Hasta que encontramos un lugar en una playa que es medio privada para personas que quieren escaparse un rato.

Una vez cerramos todo, decidimos que nos vamos a quedar dos semanas. Romeo y Aria se van a quedar en una casa y Romeo y yo en otra a su lado. Frente a estas tenemos una vista bellísima del mar.

Volví a ver a Matthew ayer, tiene el labio roto y un ojo morado. No hablamos, yo lo ignoré por más que me preguntó si seguía enferma, sólo evité mirarlo, me di media vuelta y me fui, orgullosa de mí misma.


Edén se duerme en mis piernas cuando me siento en mi cama junto a ella. Estoy viendo una serie en mi notebook cuando suaves toques en mi puerta me hacen ponerle pausa.

—Pasa —digo viendo cómo mi madre entra.

—Hola, mi niña —dice sonriéndome y sentándose frente a mí—. ¿Cómo te encuentras?

—Un poco mejor.

—Aria me comentó de las vacaciones —asiento y le cuento lo que hablamos—. Me gusta la idea, creo que te viene perfecto despejar tu mente, fue mucho en poco tiempo, cariño.

—Tampoco es que pueda quejarme mucho —digo levantando mis cejas y me mira confusa.

—¿Cómo así?

—Hay personas que tienen problemas muchos más grandes, más graves. Problemas en serio, reales.

—No, cariño —dice negando con la cabeza sonriéndome—, nunca debes comparar tus problemas con los de los demás porque tu vida jamás va a ser igual a la de los demás. Tus emociones y sentimientos jamás van a ser iguales al resto.

—Pero... —toma mi mano y acaricia el dorso de esta.

—No tienes que menospreciarte así, la vida de las personas son diferentes, cada uno con sus propios problemas.

—No puedo quejarme, mamá.

—¿Por qué no? —dice ladeando su cabeza—. ¿Por qué los demás sí y tú no? ¿Sólo porque tu problema es diferente al del resto? —no respondo y ella sonríe—. No te desvalorices porque tu vida sea diferente. Tú tienes esos problemas y otros tienen otros, pero jamás van a ser mayores o menores a los tuyos por eso. ¿O crees que los problemas que tiene Romeo o Aria son menores a los tuyos?

HATHORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora