Capítulo dos

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—Te espero en el auto, mi amor—Juliet tomó el coche, sabía que sus intenciones eran alejarse con la niña y le agradecí que hubiese salido con la idea, pero mi madre no lo permitió al ponerse en medio

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—Te espero en el auto, mi amor—Juliet tomó el coche, sabía que sus intenciones eran alejarse con la niña y le agradecí que hubiese salido con la idea, pero mi madre no lo permitió al ponerse en medio. 

—¿A dónde crees que vas a llevar a mi hija? 

Fue un balde de agua fría por encima saber que mis sospechas eran ciertas. Definitivamente lo sabía. 

—¿Por cuánto tiempo creíste que ibas a ocultarla de mí?

—¿Yo ocultarla de ti? Fuiste tú quien la dio en adopción, sin importarte a dónde fuera a parar y en manos de quién fuese a llegar. 

—No estoy aquí para charlas innecesarias. Entrégame a mi hija. 

—¿Entregártela? Ni que estuviéramos hablando de un objeto al que puedas desechar y luego recuperar como si nada. Eso jamás. No pienso permitir que la lastimes, fue suficiente con tu rechazo cuando nació. 

—Solamente quien haya estado en mis zapatos podrá comprenderme, no necesito, ni me importa que tú lo hagas. 

—Lo que te pasó fue lamentable y desgarrador, nadie merece pasar por algo así, pero ella no tiene la culpa para que desquites todo tu dolor y frustraciones. 

—No estoy desquitándome con nadie. Solo he venido a traerla conmigo, pues su lugar es al lado de su madre. 

—¿Al lado tuyo? Tú eres un peligro para ella. 

—Cálmate, Laia, no digas cosas de las que puedas arrepentirte—me dijo Juliet en voz baja. 

—¿Arrepentirme? No, jamás me arrepentiré de decir la verdad. ¿Realmente crees que esta mujer viene con buenas intenciones? Si a mí nunca me quiso, nunca estuvo presente ni obró como una buena madre lo haría, ¿qué te hace creer que será la madre que merece mi hermana? Ella merece más de lo que tú puedes ofrecerle.  

—No discutan delante de la niña, por favor, piensen en ella—dijo Juliet. 

—Ma-ma-ma—los sonidos que hizo Daila y esa mirada destellante y risueña me hicieron sentir una enorme opresión en el pecho. 

Siempre que ha hecho eso es cuando quiere que la cargue, pero esta vez no era a mí a quien se lo estaba pidiendo, claramente su mirada estaba sobre mi mamá y, en el fondo, sí, sentí celos. Tal vez estaba siendo demasiado egoísta, inmadura, irracional y patética en estos momentos, pero no pude evitarlo. 

Su mano sostuvo la de Daila y ella descansó su barbilla sobre la suya, es lo mismo que suele hacer con Sebastián y conmigo. 

No soy su madre y por más que me esfuerce en ser una para ella, en darle lo que nunca tuve, jamás será suficiente. 

Juliet me sobó la espalda, intentando reconfortarme, como si se hubiera dado cuenta de lo que estaba sintiendo por dentro. 

—Haré todo lo que esté a mi alcance para recuperar a mi hija. Hablaré con mi abogado para tomar las acciones que crea pertinente. 

«Yo también soy su hija y por mí jamás movió un solo dedo».

—Espera por mí, ¿sí? Pronto estarás con mamá—acarició su cabecita y le sonrió. 

—Maldita cínica… —murmuré, presionando mis puños.  

Así mismo como llegó, así mismo se perdió de nuestra vista. 

—Ella intentó hacerle daño a Daila, la rechazó, la dio en adopción y ahora como si nada hubiese pasado tiene el descaro de venir a buscarla. Sí, ella sufrió mucho y siento lástima por lo que vivió en manos de ese desgraciado de Max, pero no pienso permitir que Daila sufra y tenga que enfrentarse a lo mismo que yo. Sabrá Dios si esto lo hace solo por vengarse de ella y de nosotros. No, yo no voy a permitir que esa mujer se la lleve. 

—No te preocupes, mi reina, eso no pasará. Ni mi hijo, ni nosotros lo vamos a permitir. 

Dulce Veneno 3 (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora