Capítulo nueve

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Nuestra familia nos esperaba, por eso no nos quedamos más tiempo en la escena. Emmanuel y Daphne se encargarían del resto.

Hicimos una ligera parada para recoger a Daila y cambiarnos de ropa. Luego, la Sra. Juliet vino detrás de nosotros. Desafortunadamente, Damián está en un viaje de negocios y no regresa hasta el miércoles por la noche.

Era de esperarse que estuviera Dereck y su novia. Hace algo de tiempo no los veía juntos, hasta llegué a pensar que ya no estaban saliendo. Supe por Sebastián que perdieron a su bebé. Debió ser un golpe muy fuerte para los dos. Por fortuna, no hubo ningún encontronazo ni malas caras. Tal parece que la fiesta entre nosotros estaba en paz.

Me gustan estos días tan tranquilos en familia, aunque sé que a Sebas se le hace algo incómodo. No está acostumbrado, aun así, hace el esfuerzo. Debo enfatizar que la relación entre Kiran y él se ha vuelto bastante estrecha, incluso con la misma Kenia.

En pleno compartir, Kiran se levantó de la mesa, haciendo bastante evidente que tenía algo importante que decirnos, aunque para ser honesta, lo menos que esperaba oír era que iban a ser padres tan pronto por tercera vez.

—¡Enhorabuena! —dijo Kenia.

—Oh, vaya, no pierden tiempo. ¿Por qué será que no me sorprende? —comentó Sebas.

—¿Cuándo serás tú quien nos dé la noticia del milagrito? Ah, lo olvidaba, no puedes.

Sé que entre ellos suelen bromear y atacarse así, pero no me gusta que Kiran use sus pasadas inseguridades para molestarlo, pues más que nadie conozco a Sebas, y por más que se haga el fuerte, hay cosas que no se olvidan o se superan del todo, y esta es una de ellas, y diría que la más que le ha afectado.

—En estos momentos tenemos otras prioridades, pero no descartamos que, en un futuro, podamos agrandar la familia, por lo pronto, estamos bien con Daila—le respondí.

Sabía que mi respuesta no pasaría desapercibida para Sebas. De hecho, fue el primero que me analizó. Un poco más y se le brotan los ojos. La segunda persona que me escrutó con la mirada fue mi suegra.

En la oportunidad que tuvo, mientras le cambiaba el pañal a Dalia, Sebas se acercó por detrás, rodeando mi cuerpo en un abrazo y descansando su barbilla en mi hombro.

—¿Qué ha sido ese comentario que hiciste en la mesa? —susurró.

—Perdóname, me dejé llevar.

—¿Mi madrastra te dijo algo indebido?

Es demasiado astuto y rápido atando cabos.

—Despreocúpate, no me dijo nada indebido. Lo que dije en la mesa lo sostengo, Sebas. Y es exactamente lo mismo que le dije a la Sra. Juliet. Tal vez no debí soltarlo así, pero sí me disgustó un poco el comentario de tu primo y no pude quedarme callada.

—Entonces, ¿lo que dijiste en la mesa es exactamente lo que piensas?

—Sí.

Le oí reírse en un tono bajo y lo miré de reojo.

—¿De qué te ríes?

—¿Estás consciente de lo que dijiste? ¿Significa que no descartas la posibilidad de llevar dentro de ti una parte de mí?

—Eres mi esposo, mi hombre, mi todo. Sería la mujer más afortunada y feliz del mundo si tengo la dicha de cargar en mi vientre el fruto de nuestro amor.

Creó un ligero camino de besos en mi cuello en dirección hacia el lóbulo de mi oreja y la mordió. No hizo falta ver su expresión, sé que mi respuesta le había conmovido y emocionado lo suficiente para haberlo dejado sin palabras. En mi estómago se avivaron miles de mariposas. Tengo al esposo más maravilloso del mundo a mi lado. ¿Qué más podría pedirle a la vida?

Dulce Veneno 3 (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora