Capítulo treinta y dos

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La presencia de esa mujer en mi casa, en un momento tan inoportuno, me tenía al borde de la desesperación. Las palabras de Omar, su sorpresa por la situación, me hicieron darme cuenta de lo complicada que se estaba volviendo esta visita.

—¿Qué? —Omar me miró confundido, tratando de asimilar las palabras de ella—. ¿Desde cuándo te gustan las mujeres?

—Desde que me probó…

La detuve rápidamente, agarrando su brazo y alejándola de Omar.

—¿Acaso estás buscando la forma de que me quite a mi hija? —le cuestioné en un tono bajo, temiendo que pudiera poner en peligro la custodia de Alany.

—¿Puedes considerar esa cucaracha como una amenaza?

—Por favor, no compliques más las cosas. Está bien si quieres seguirte desquitando conmigo, pero no metas a mi hija en esto, por lo que más quieras.

Parecía inmutable, su rostro una máscara de indiferencia que me resultaba inquietante.

—¿Qué puedes cocinar en menos de una hora? —Su pregunta inesperada me desconcertó.

—¿Qué?

—Me estoy impacientando. Si me harás quedar más tiempo, gracias a esta visita tan indeseable, al menos ofréceme algo de comer. Me están rugiendo las tripas aquí parada. ¿O me dirás que no puedes? ¿No es a eso que te dedicas?

Por lo visto, estaba muy informada sobre mí y mi trabajo. ¿Cuánto más investigó de mi vida y con qué propósito?

Su solicitud era extraña, pero no tenía elección más que ceder.

—¿Podrías esperarme unos minutos? ¿Por qué no tomas asiento mientras busco resolver esto?

Se dirigió al sofá, cruzó las piernas y miró su reloj con impaciencia.

—¿Me vas a decir qué demonios está pasando aquí?

—Mi vida privada no es asunto tuyo, Omar. Si persistes en llevarte a esta hora a nuestra hija, tendrás que llevarla a la escuela mañana.

Esperaba que mi advertencia lo hiciera desistir. Sabía que no le gustaba madrugar. Pero él no apartaba la mirada de esa mujer.

—Bien. Pasaré a recogerla mañana. Te sugiero que te comportes y tengas cuidado con el comportamiento inapropiado y repulsivo que pueda presenciar mi hija.

—¿Comportamiento inapropiado y repulsivo? ¿Qué estás insinuando?

—Tú bien sabes de lo que hablo. Anda con cuidado, porque si me entero que le estás enseñando conductas inapropiadas a mi hija, no dudaré ni un segundo en llevármela conmigo para siempre y voy a asegurarme de que no la vuelvas a ver nunca más.

Cuando Omar se marchó, apreté los puños, tratando de calmarme. Alany aún estaba ajena a la visita de su padre, y eso era lo mejor.

—El tiempo sigue corriendo.

¿Realmente pretende que cocine algo para ella?

—¿Qué quieres que prepare?

—¿No eres tú la cocinera aquí?

—Sí, pero las carnes están congeladas.

En sus labios se dibujó una sonrisa sugerente.

—A mi parecer, sí hay otras carnes disponibles para consumir.

Capté su doble sentido y mis labios se sellaron de modo automático. Un escalofrío recorrió mi espalda, y asentí ligeramente, dirigiéndome hacia la cocina. Cuando llegué, me apoyé en la nevera, tratando de controlar los recuerdos que amenazaban con inundar mi mente. Necesitaba concentrarme y dejar de pensar en eso.

¿Qué sucede con esa mujer tan desvergonzada y atrevida?

[...]

Mientras preparaba algo en la cocina, noté que Alany no estaba en la antesala donde se suponía que estaría viendo la televisión. Un escalofrío de preocupación recorrió mi espalda, y rápidamente miré hacia la sala. Allí estaba mi pequeña, sentada en el suelo con las piernas cruzadas, totalmente absorta en lo que esa mujer le estaba leyendo en voz baja: su libro favorito, "Los Cinco".

No sabía en qué momento Alany había cruzado de la antesala a la sala, pero lo que más me sorprendió fue ver a esa mujer, quien tenía una expresión neutral mientras sostenía el libro y pasaba las páginas. Era un gesto que nunca habría esperado de ella. Incluso Omar, el padre de Alany, se negaba a leerle cuentos, argumentando que odiaba las historias infantiles.

Siempre había esperado que Omar actuara como un verdadero padre y compartiera momentos mágicos con Alany, pero eso nunca sucedió. Aunque Alany estaba con su padre, seguía siendo una niña con un padre ausente y despreocupado, y eso me llenaba de culpa. Me reprochaba a mí misma por no haber sido más selectiva al elegir a Omar como el padre de mi hija.

Mientras estas reflexiones llenaban mi mente, una lágrima solitaria se deslizó por mi mejilla.

Dulce Veneno 3 (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora