Hera
Mientras Xenia y yo estábamos en el avión privado, uno de mis hombres me llamó con buenas noticias.
—Jefa, todo salió como esperaba. El mensaje fue enviado y recibido.
Es una lástima que no hubiera podido deleitarme con su reacción al tener entre sus dientes y en su estómago la carne de su bruja madre.
—Además, ya llevamos y ayudamos al tanque de guerra a instalarse en la habitación —informó.
Fruncí el ceño ante el apodo que había utilizado. Solo yo podía ponerle ese tipo de apodos.
—Que sea la primera y última vez que te refieras a ella de ese modo.
Él se disculpó rápidamente, y colgué la llamada antes de entrar en la aplicación que me permitía ver las cámaras de seguridad de mi casa. En cada rincón había una cámara.
En la pantalla, vi a Avery en la habitación donde se estará quedando. Estaba en ropa interior, y la imagen me hizo tener una lluvia de pensamientos sucios. Hice algunos acercamientos a la cámara para observarla con más detalle, y justo en ese momento, Xenia se sentó a mi lado. Ella hizo un comentario sarcástico sobre mi afición a las mujeres, incluso en momentos como este.
—No pierdes tiempo, ¿verdad? —comentó con una sonrisa traviesa—. Tengo curiosidad por el tipo de mujer que podría despertar tanto interés, como para que mires la pantalla de tu teléfono por más de diez minutos. ¿Puedo? —me extendió su mano para que le pasara el teléfono, pero decidí apagar la pantalla.
—No soy del tipo de mujer que le guste compartir, mucho menos alimentar la vista con un manjar que aún no tengo el dichoso privilegio de devorar, así que mejor guarda silencio.
—Tienes razón. Disculpa mi indiscreción —murmuró, sin insistir más en el tema.
Es la primera vez que me siento ansiosa por regresar a casa.
Avery
Me encontraba nuevamente en esta casa, un lugar que me traía malos recuerdos de la última vez que estuve aquí. Los nervios me invadían, y el recuerdo de aquel evento en que ella me secuestró y me trajo aquí, a su habitación, no se desvanecía fácilmente. Pero algo parecía ser diferente esta vez.
Las empleadas que vi en aquella ocasión no estaban presentes, y la casa, en su interior, parecía desolada, completamente diferente a la última vez que estuve aquí. Sin embargo, lo que más me sorprendió fue la presencia de varios hombres que, en lugar de tener el aspecto de matones como esa noche, estaban vestidos con ropa colorida y hacían trucos de magia entre ellos. Mi hija los observaba con fascinación, y aunque en un principio me sentía inquieta, sus risas y asombro me hicieron darme cuenta de que esta vez era diferente.
No sabía si esta mujer había organizado todo esto para que nos sintiéramos más cómodas, o si estaba tramando algo más. De cualquier manera, mi mente estaba llena de dudas y preguntas.
Ya que se me dio esta oportunidad, he decidido hacer las cosas bien y esforzarme, dando siempre lo mejor de mí. Debía cocinar para ella, por eso, tan pronto recogí a mi hija a dormir, porque mañana debe incorporarse en el colegio, entré a la cocina. Hera dijo que vendría tarde, pero no me dio una hora en específica, tampoco me dijo los alimentos que le gusta consumir.
Preparé un platillo más elaborado, me tomé el tiempo necesario para impresionarla. Pensé que me encontraría cocinando, pero las horas pasaban y todavía no había hecho su aparición.
Me pregunto, ¿qué tipo de trabajo tiene? ¿A qué se dedica? Son más de las dos de la mañana y aún no llega. ¿Todas las noches es así? ¿Debería esperarla despierta? Eran muchas preguntas que vagaban por mi mente, a las cuales no tenía respuesta.
Cuando finalmente dieron las tres y once de la madrugada, ella llegó. Mi corazón dio un salto inesperado, y sentí una leve taquicardia, sin poder explicarme realmente por qué. Hera vestía su atuendo característico: un gabán negro que le daba un aspecto misterioso, una corbata elegantemente anudada y pantalones ceñidos al cuerpo. A pesar de su aspecto físico tan femenino, siempre se vestía con una apariencia masculina de traje.
Me levanté de la mesa, un gesto automático, y me encontré mirándola mientras caminaba, su cabello moviéndose al compás de sus caderas. Era una presencia imponente, con una mezcla de elegancia y misterio que me intrigaba más de lo que me gustaría admitir.
Mientras avanzaba, una sensación extraña recorría mi cuerpo, y mi mente luchaba por comprender por qué mi corazón latía más rápido de lo habitual.
—¿Y este recibimiento? ¿Qué haces despierta tan tarde?
—Dijiste que vendrías tarde, pero no sabía qué tan tarde. Imagino que saltaste la cena, así que debes tener mucha hambre. Sé que no es hora de comer nada pesado, no sé si quieres que te recaliente la comida que preparé o te haga algo más ligero.
—No te preocupes, eso de recalentar lo que voy a comer, me toca a mí.
No solo fue el tono que usó, sino también la mirada que me dedicó lo que me hizo percatarme de su típico doble sentido.
—En dado caso de que puedes hacerlo sola, entonces me retiro a descansar.
—No me hables con tanta formalidad. Sigue siendo tú, la bola problemática y testaruda de siempre. La misma que me insulta cada vez que puede.
—Cualquiera diría que te gusta que te traten mal.
—No me gusta, me fascina, siempre y cuando salga de esa insolente boquita.
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Dulce Veneno 3 (EN PAUSA)
RomanceDecidir entre el amor y la razón nunca ha sido fácil, pero la decisión se complica mucho más cuando se tiene una serpiente al lado endulzándote el oído... Créditos a @Meganherzart por esta hermosa portada. ♥️