Capítulo ochenta y seis

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Laia

La tranquilidad y la paz que tanto habíamos anhelado, por fin había llegado a nuestra vida, acompañado de tres enormes y valiosas razones para desligarnos de todo aquello que pudiese representar un peligro inminente.

Han sido los años más maravillosos de mi existencia. A pesar de todo el proceso que nos tocó enfrentar para formar una familia, Dios nos premió con tres tesoros, quienes nos cambiaron por completo la vida.

Después de la espera y el procedimiento, creímos que tomaría tiempo quedar embarazada, pues según el doctor y sus años de experiencia, las probabilidades eran bajas, pero resulta que a la primera sesión nos surgió el milagro.

Nuestro amor se materializó, en forma de nuestros bellos hijos; Sofía, Dexter y Daylon. Ellos fueron la luz que alumbraron el camino. La noticia nos sacó de base. Ni mi esposo ni yo podíamos creer que seríamos bendecidos en abundancia.

Mi esposo; vaya que no hay palabras para describir el amor de hombre y padre que es. Se ha dedicado exclusivamente a nosotros, dejando a un lado ese pasado tormentoso que lo agobiaba. He conocido tantas facetas suyas a lo largo de todos estos años, que no puedo elegir cuál de todas me gusta más. Desde que decidió renunciar a todo, luce más tranquilo y lleno de vida. Todo lo opuesto a ese hombre frío y cortante que conocí.

Esmeralda y Kiran nos regalaron una casa cerca de la playa, en la cual residimos desde que nos enteramos que seríamos papás. Hemos vivido nuestros mejores años y momentos aquí. Eso sí, ellos no se quedan atrás. Tal parece que quieren formar un equipo de fútbol. Esmeralda está por cumplir cinco meses de gestación de su cuarto hijo. La familia ha crecido, nuestro vínculo se ha fortalecido. La unión que existe entre nosotros es inquebrantable.

Damián y la Sra. Juliet no la están pasando bien. Tan reciente como ayer, me enteré por Damián que su esposa estaba hospitalizada de nuevo. Ha estado atravesando problemas de salud desde lo sucedido con sus hijos. Aunque Sebastián no ha querido saber de ellos, Damián nunca se ha desconectado de nosotros por completo. Logró contactarme y me he estado comunicando con él. Sé que Sebas no es tonto, por supuesto que lo sabe o, al menos, se lo imagina, pero no me ha dicho nada al respecto. Insisto que en el fondo, Sebas le guarda algo de cariño a sus padres. Lo conozco lo suficiente como para darme cuenta de que sus acciones esa noche fueron fríamente calculadas.

¿Algún día podrá vencer el orgullo y darle una oportunidad a sus padres? Aunque haya mucho rencor de por medio, sé que el amor es más fuerte que el resentimiento.

Y cuando creí que podría desconectarme de esa situación, recibí otra llamada de Damián, haciéndome una petición que solo me puso entre la espada y la pared. Entendía a la perfección su anhelo de conocer a sus nietos y de que ellos sirvieran de fortaleza y motivación para la Sra. Juliet y su recuperación, pero era precisamente la preocupación de que mi esposo tomara de mala manera esto. Era una decisión que debíamos tomar en conjunto, pero definitivamente no era algo que fuera aceptar, y más con lo sobreprotector que es con nuestros hijos. Además del resentimiento que sigue latente en su corazón.

Damián se oía mal, angustiado y triste; y no era para menos. En estos momentos es cuando más necesita apoyo, pero no cualquier apoyo, sino el de su hijo. Sebastián y sus nietos son lo único que les queda.

Su petición ha estado rondando mi cabeza todo el día, por eso estoy en busca del momento oportuno para hablar con mi esposo. Sé que no debía presionarlo, es un tema difícil y delicado para él.

La calidez y el gozo que rebosa en mi alma cada vez que veo a mi esposo entrenando con nuestros hijos, no tiene precio o comparación alguna. Se ven tan tiernos compartiendo los cuatro que podría pasar largas horas observándolos.

Por Dios, es como si hubiese sido él quien los parió. Físicamente son tan idénticos a su papi, incluso heredaron lo fuerte, cariñoso y dulce. 

Estando en la mesa del comedor, reunida con mis tesoros, esperé que ellos terminaran de comer y se fueran al cuarto de juegos. La empleada retiró los platos y no hizo falta pronunciar una sola palabra para que él se diera cuenta de que tenía algo que decirle.

—¿Qué está dando vueltas por tu cabecita, preciosa?

Él me conoce más que nadie.

—Quiero que me escuches hasta el final. Sé que traer esto, después de tanto tiempo, puede ocasionar conflictos entre los dos, pero estoy dispuesta a arriesgarme. Me conoces lo suficiente como para saber que por nada del mundo me quedaría de brazos cruzados, teniendo la oportunidad de hacer algo.

—¿Qué exactamente?

—La Sra. Juliet está en el hospital. Sufrió otro infarto. Sé que ahora fingirás que no te importa nada de lo que ocurra con ella o con tu papá, pero conozco que en el fondo, tal vez, demasiado en el fondo, pero queda algo, así sea lo más mínimo, por ellos. Han pasado muchos años desde la última vez que decidiste alejarte y renunciar a todo. En su momento, me puse feliz de saber que para ti era una prioridad, que para ti era importante y que estabas dispuesto a todo por estar conmigo. Tenemos una familia juntos y, aunque te cueste tanto aceptarlo, ellos también forman parte de la familia. Son tus padres, son los abuelos de nuestros hijos y merecen conocer a sus nietos, así sea solo una vez. Ellos estuvieron contigo en los peores momentos, y habrían estado con nosotros todavía hoy, si tan solo se los hubieras permitido. Es cierto que se equivocaron, pero nadie es perfecto en esta vida. Si tu corazón todavía no ha sanado, si no sale genuinamente de ti ir a verlos o tan siquiera perdonarlos y llevar la fiesta en paz, no te pediré que hagas un esfuerzo por mí, pero al menos piensa en que nuestros hijos tienen el derecho de conocerlos y pasar tiempo con ellos.

Se quedó en silencio, mirándome fijamente, tal vez esperando que agregara algo más o simplemente pensando en una forma de persuadirme, pero me mantuve imperturbable.

—Iré a la ducha —se levantó de la silla, dejando la mesa atrás.

Definitivamente no será tarea fácil. Este hombre más terco que una mula y orgulloso imposible.

Lo seguí con la mirada, observando cómo nuestros hijos se pusieron en fila tan pronto como se acercó a ellos.

—Damas y caballeros, nos ha surgido una misión un tanto peligrosa y compleja, en la cual necesitaré su asistencia.

—¿Cuál es el nombre de la misión, papá? —cuestionó Sofía.

—Nietos al rescate de dos abuelos perdidos. No tenemos mucho tiempo para rescatarlos. ¿Quién se bañará primero?

Mis ojos se encontraron con los suyos y mi corazón se sacudió con fuerza dentro de mi pecho.

Dulce Veneno 3 (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora