Capítulo tres

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Estaba ansiosa por llegar a la casa para hablar con Sebas al respecto. Mi suegra se despidió en la puerta, no quiso quedarse un rato, pues nos quiso dar privacidad para que pudiéramos hablar con calma. Además, nos encontraremos nuevamente en la casa de mi papá. 

—¿Hiciste lo que tenías pendiente, mi amor? 

Sebas me siguió hasta la habitación de mi hermanita y la puse en su cuna. Estaba bien despierta, haciendo sonidos que podían interpretarse como «papá». Sebas se mantenía cerca de la baranda, observándola fijamente mientras se encontraba sentada meciéndose y jugando con su maraca. 

—Sí, pude despejar la noche—me miró de reojo—. ¿Qué te sucede? Te ves tensa. 

Me conoce tan bien…

—Me encontré a mi madre en el parque y está enterada de que fuimos nosotros quienes adoptamos a Daila. ¿Sabes qué es lo peor? La tocó y siento que ella la reconoció como su mamá. 

No sé por qué ese hecho me enfurece tanto. 

—¿La tocó? ¿Dejaste que la tocara? —recostó a Daila, rebuscando en su ropa, como si estuviera en busca de algo. 

—Todo ocurrió muy rápido. No creo en sus supuestas “buenas” intenciones con eso de recuperar a mi hermanita.

—¿Recuperar? 

—Sí. Me amenazó abiertamente diciendo que llegaría hasta las últimas consecuencias para recuperarla. Incluso dijo que hablaría con su abogado. 

Le abrió la primera pieza de ropa y escuché su inesperada risa. 

—¿De qué te ríes? 

—Tenemos a alguien más con nosotros. Me pregunto, ¿quién podría ser? —me mostró un diminuto artefacto, del tamaño casi de un botón. 

¿En qué momento? 

Tal vez si no hubiera estado dándole vueltas al asunto en mi cabeza y sintiéndome tan disgustada con su presencia, me habría dado cuenta. 

Lo sabía, algo se trae entre manos y no es nada bueno. 

—Seas quién seas, ha sido un buen intento, debo darte mérito. Pronto nos veremos las caras—lo dejó caer y lo aplastó con la suela de su zapato incontables veces hasta destruirlo por completo. 

—Lo siento, mi amor. Fue mi error. Me dejé cegar por los celos y no me di cuenta de sus intenciones en ese momento con Daila. 

—Tranquila. Por fortuna, ese artefacto no es un rastreador, sino un micro espía. 

—¿Por qué dijiste que no sabes quién es? 

—¿Realmente crees que a tu mamá se le va a ocurrir hacer esto? ¿Por qué le interesaría oír o grabar nuestras conversaciones? Si su objetivo es recuperar a Daila, la lógica te dice que habría optado por un rastreador, ¿no lo crees? Una madre que realmente está preocupada por su hija, es lo que habría hecho, descubrir su paradero. 

—Entonces, ¿piensas que hay alguien más moviendo los cables?

—Definitivamente. 

—Ahora que lo dices, hay algo más que no te he dicho. Había una Cadillac Escalade color blanca y bien tintada por donde estuvimos tu mamá y yo. Me causó mala espina y se lo comenté a ella. Me dio la impresión de que nos estaban vigilando. Justo cuando la vi por segunda vez, fue que apareció mi mamá. He memorizado la placa. 

—Mi esposa siempre tan inteligente. 

—¿No estás molesto? 

—¿Por qué estaría molesto?

—Puse en peligro nuestra seguridad, sobre todo, la de Daila. 

—Jamás lo harías intencionalmente, ¿o sí? 

—No.

—Entonces no hay razón para molestarme. Lo has hecho muy bien, diablita—me despeinó, sonriendo ladeado—. Esta noche, cuando vengamos de regreso de la casa de tu papá, pasaremos por la oficina central. Allí encontraremos la información que necesitamos. Y tómalo con calma, ni ella ni nadie nos quitará a nuestra hija. 

Nuestra hija… 

Oír esas dos palabras hicieron que todo el mal rato que pasé hoy y toda preocupación se desvaneciera. 

Dulce Veneno 3 (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora