Capítulo ochenta y tres

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—Mami suena muy bien viniendo de tu dulce boca. ¿Me has recordado?

—Han sido recuerdos vagos. No sé si es producto de mi imaginación o realmente sucedieron.

—¿Recordar mi nombre o tenerme así de cerca no te hace sentir nada?

—Todo es tan confuso.

—Solo responde lo que te pregunté. Si me aseguras que no te soy del todo indiferente y que mi mera presencia o cercanía te hace sentir algo, así sea lo más mínimo, te juro que en este instante cometeré la peor locura que haya hecho alguna vez.

—Me provocaste muchas cosas desde el primer instante que te vi. Familiaridad, protección, curiosidad, atracción, un mar de sensaciones y sentimientos contradictorios.

—Eso es suficiente para mí —la cargué en mi hombro, no me hacía falta oír nada más, esta vez no iba a haber marcha atrás.

—Yo no soy un saco de papas para que me estés cargando de esta forma. ¿A dónde me llevas?

—Danna es quien está casada con él ante los ojos de la ley, pero él solo conoce una versión incompleta, falsa y totalmente diferente de ti, en cambio yo, conozco la verdadera mujer que hay en ti. No pude ser la primera esposa de Danna, pero sí seré la primera y la última en la vida de Avery, tal y como siempre debió ser.

Salí de la casa en dirección hacia el auto y la coloqué con cuidado en el asiento del copiloto. Mientras abrochaba su cinturón, noté su mirada fija en mí, llena de sorpresa y confusión.

—Ahora conociendo mis verdaderas intenciones, te doy tres segundos para bajarte del auto si estás en contra.

Era evidente que tres segundos no serían suficientes para desabrocharse el cinturón y bajarse, aunque no vi intenciones en ella de hacerlo.

Avery

Mi cuerpo no reaccionó. No podía explicarme por qué era incapaz de rechazarla, incluso en estas circunstancias, mucho menos el desistir de esta locura. 

Al entrar a la capilla a la que me trajo, un escalofrío de nervios recorrió mi espalda. Las luces tenues y el aroma a flores frescas creaban una atmósfera especial. La capilla, aunque modesta, estaba impregnada de un encanto único.

Los detalles simples pero cuidadosamente elegidos daban al lugar una sensación acogedora. Las bancas de madera, la alfombra roja que se extendía hacia el improvisado altar y las velas titilantes añadían un toque romántico a la escena. Las paredes, decoradas con cortinas blancas y algunas guirnaldas, le daban un aire íntimo al lugar.

Nos separamos, ella se alejó con el oficiador, mientras que yo era llevada a otro cuarto para ser vestida y maquillada. Los nervios se intensificaron, creándome un enorme nudo en el estómago. El vestido que eligieron para mí era sencillo pero elegante, y el maquillaje resaltaba de manera delicada mis rasgos. Cada vez que me miraba al espejo, la duda se mezclaba con la emoción y la expectativa. Jamás me sentí de esta manera, ni siquiera cuando pisé la iglesia por primera vez con Gérard.

Cerré los ojos por un instante, tratando de calmar mi corazón acelerado. Este lugar, lejos de ser un capricho, era el punto de encuentro entre mi pasado y lo que mi corazón clamaba en el presente.

Incluso cuando pedí una señal a Dios, no sabía que la respuesta la encontraría en el brillo de sus ojos.

El momento en que nuestras miradas se cruzaron frente a la capilla fue mágico. Ella estaba radiante, con un vestido que resaltaba sus ojos y cabello azul. En ese instante, todas mis dudas se desvanecieron. No era solo un impulso, una locura, era una conexión que superaba la lógica y la razón.

Mientras esperaba por mí, entendí que este era el camino que mi corazón había elegido. Dejé que mis miedos se desvanecieran al abrazar la certeza de que estar con ella era lo que mi alma verdaderamente anhelaba.

Extendió su mano hacia mí, y cuando la tomé, una corriente eléctrica recorrió mi piel, y supe que lo que alguna vez sentí por Gérard palidecía en comparación con la intensidad de mis emociones actuales.

Sus ojos, profundos y llenos de sinceridad, reflejaban mi propia esencia. Era como si pudiera ver mi alma a través de ellos.

—Lo que siento por ti, va más allá de las palabras y del tiempo — confesó, sus ojos transmitiendo una seriedad y verdad innegable—. Nunca le he dicho esto a nadie, pero ciertamente eres la única que me ha despertado esa necesidad de hacerlo. Te amo, bolita, y desde siempre he sido tuya, incluso cuando pensé que te había perdido para siempre, por eso desde hoy en adelante solo tienes permitido ser mía.

Sentí que las mariposas revoloteaban en mi estómago, un eco de la conexión profunda que compartíamos desde el pasado hasta el presente.

Dulce Veneno 3 (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora