Capítulo 6. Demonios

2 0 0
                                    

Olivia

La semana pasa bastante rápida y mi total atención se dirige en mis estudios y el tener que ayudar a Jughead y mi hermana en escoger los muebles de su futura casa. Después del segundo percance con Finn, nos enfadamos, discutimos muy fuerte y acabó pidiéndome perdón por su arrebato, aunque, los perdones no sirven de nada si el abusón sigue siéndolo. Detesto a la gente que juzga sin conocer, sin estar bien informada, porque cuando la vida te azota tantas desgracias al mismo tiempo, es imposible salir ileso.

Y no hablo de mí.

Martin Luther decía que para tener un enemigo, no hace falta declarar una guerra. Basta con decir lo que piensas.

Es gracioso como ha pasado de estar pegado a alejarse lo más posible porque, en cuanto empiezas a ser prescindible en la vida de ese alguien, no le importa lo más mínimo nada. Ni siquiera la opinión que tienes al respecto. Estar con Finn es: o le das la razón y besas sus pies, o estás jodida y te conviertes en su enemigo; él es el chico idílico y de infarto del que todas las chicas suspiran y desean tener, pero cuando su verdadera cara sale a la luz —sobre todo con aquellos a los que les tiene confianza— se convierte en el terror del que quieres escapar.

O enfrentar.

Depende de cómo lo mires.

—Olivia, ¿me estás escuchando? —Abro los ojos y veo a Kacie de pie, junto a mi cama—. ¿Qué tal me ves? ¿Crees que les caeré bien? —dice nerviosa—. Sería mejor que me pusiera ese vestido, ¿no? —me pregunta a mí, señalando uno tipo ejecutivo formal gris.

Exhalo resignada y volteo mis ojos mientras paso de página a una de las revistas de mi hermana.

—Oh, Stormi Webster acaba de sacar una nueva línea de cosméticos... No sé ni por qué estoy leyendo esto.

—¡Livvy! —exclama, sacándome la revista de las manos—. Livvy, ayúdame, por favor...

—Llevas más de tres horas debatiéndote entre esos dos vestidos, me tienes encerrada en esta habitación y solo hay descargados en tu tablet revistas de moda y cotilleo... Además, me estoy muriendo de sed. —Me levanto de la cama—. No te ofendas, hermana, pero me aburre. —Ladeo la cabeza y me acerco a su armario—. Toma. —Le entrego un vestido blanco de media manga, un cinturón fino y unos tacones.

Ella al verlo sonríe y me abraza.

—Te amo, hermana. ¿No quieres estudiar moda?

Nop.

—Deberías... Y también tendrías que empezar a arreglarte con más frecuencia.

—¿Qué le pasa a mi peto denim?

—Siempre te pones lo mismo —dice, a la vez que se desnuda para colocarse la ropa—. Vaqueros, camisetas, jerséis y los gorros de lana o llevas la cola de caballo —enumera—. Que desperdicio.

—¿Para qué arreglarme? De todos modos, al final del día debo quitarme todo y acabo en pijama. Demasiada tarea eso de escoger vestidos, zapatos y bla bla bla. ¿Ves? Ya me he cansado incluso de hablar de moda —contesto, sonriendo al ver como ella se ríe—. Y el madrugar dos horas antes de salir de casa es un despropósito... ¡Con lo bien que se está en la cama!

—Te aburre, pero tienes un gusto excepcional, Edna moda. Además, ni siquiera necesitas maquillarte para lucir perfecta —farfulla colocándose los pendientes. Coge su móvil, sonríe y se va hasta la puerta de su habitación, para darle la vuelta a la cerradura y sacar la llave—. Vámonos, Jughead está ya esperándonos.

—¿Ya? Que rapidez —digo, irónica.

Bajamos las escaleras para encontrarnos con mamá, papá y los mellizos, y como no, yo soy la única que va como si hubiera acabado de salir de alguna extraescolar sobre programas sociales, cosa que es totalmente cierta.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora