Capítulo 49. Todos me miran

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Olivia

—¿Lista?

Cristóbal me mira cogiendo su chaqueta y poniéndosela con fluidez.

Asiento en silencio cargando la mochila. Abro la puerta y voy directa al auto sentándome en lugar del de copiloto, pero él carraspea abriendo la puerta.

—Debes ir en la parte de atrás. Los cristales son antibalas. Es por tu seguridad.

Emito un bufido.

—¿Quién querría dispararme?

Miro su perfil molesta, pero él no responde, me cruzo de brazos y ruedo mis ojos cambiándome y yendo a la parte trasera. Me ato el cinturón y Cristóbal pone el coche en marcha. Una vez en los aparcamientos del instituto, saco de mi mochila un calendario.

—Toma. Aquí tienes mis horarios y el mapa del campus.

—No los necesito. Tengo órdenes de estar a una distancia máxima de un metro.

—¿Vas estar también cuando esté en clase? —pregunto, alzando mis cejas.

—Son órdenes.

Al entrar a clase de Lengua Inglesa junto al guardaespaldas, tanto el profesor como los alumnos me miran con mala cara. Me siento en la última fila y saco el portátil abriendo un blog de notas, y concentrarme teniendo los ojos de Cristóbal sobre mí es algo completamente imposible.

El resto de la mañana pasa de forma pesada y noto como todas las absolutas miradas están puestas sobre mí. Los alumnos cuchichean mientras ando —con el maldito guardaespaldas detrás— sin parar. Me acerco a la taquilla con paso fuerte, suspiro por enésima vez y me pongo con un humor todavía peor al ver a Finn rodeado de todos sus amiguitos imbéciles, los cuales me silban y se ríen como si yo fuese un mono de feria traído para su diversión.

Está claro que hay dos cosas que jamás cambiarán en el mundo: la estupidez humana y el sentimiento de algunos de sentirse superior a otros.

—Livvy... ¿Dónde has dejado a tu mascota? —dice Finn, riéndose e imitando el sonido del ladrido—. Hemos extrañado tu trasero, porque desde que te rodeas del pulgoso... Algunos hemos tenido que recurrir a la pornografía clásica, y al parecer te has encontrado a otro perro.

Guau... Guau...

La rabia emana de mi cuerpo, pero ignoro su comentario. Cierro la taquilla con fuerza y voy hasta la cafetería, pido una pizza y me siento en una mesa donde está Becca. La que era mi amiga al verme, se levanta.

—¿Tú también vas a esquivarme? —suelto, dejando la bandeja de plástico.

—No me dejan acercarme a ti. Todo está diferente y no puedo estar a tu lado para que manches mi nombre —murmulla, sin mirarme—. No me hables. No quiero tener nada que me relacione contigo.

Y dicho eso, se aleja juntándose en otra mesa.

Apoyo mis manos en la mesa y aprieto en el borde, y sin siquiera darle un mordisco a la comida, me levanto de la silla para dirigirme al baño, mientras comentarios siguen llegando a mis oídos. Abro la puerta y al ver como Cristóbal tiene intención de entrar, lo paro.

—¿También vas a controlarme cuando hago pis?

—Es mi trabajo.

Paso mis manos por mi cabeza.

—Estoy menstruando, si no quieres ver nada, mejor quédate aquí fuera. No hace falta que controles como hago pipí —miento, excusándome.

Entro al wc me encierro en uno de los cubículos apoyándome en la pared y llevando mis manos a mi cara para cubrir mi rostro y un sollozo se me escapa. Unos golpes resuenan a través de la puerta.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora