Capítulo 24. Valdría la pena

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Olivia

El suave resplandor se filtra a través de las entreabiertas cortinas y mi almohada se siente terriblemente horrible y tan dura como un saco de piedras, pero sumamente sedoso. Además parece que se mueve rítmicamente de forma extraña. Mi pulso se acelera y abro los ojos pestañeando al darme cuenta de lo que me rodea y sobre quién, y no qué, estoy acostada.

Kyros.

En realidad no estoy sobre él, sino totalmente enredada con él. Mi cabeza en su pecho, mi brazo derecho curvado contra su delgado costado y la otra mano descansando sobre el duro bloque de su vientre. Una de mis piernas bajo la suya, la otra enzarzada de alguna forma con él, y sus dedos perdidos en mi pelo.

Noto sus ojos puestos sobre mí.

En algún momento, Kyros me trajo hasta aquí; había levantado las sábanas y me había tapado, y por la noche yo me había convertido en un parásito y, claramente, me lancé hacia él.

Me di cuenta en la madrugada que estaba con Kyros y quería defenderme, gritarle... pero no podía, o mejor dicho, no quise. Me quedé observando su rostro hasta quedarme de nuevo dormida.

Quiero odiarlo, pero no puedo. Solo anhelo que me bese, me abrace y me haga sentir cosas.

Aparto mi parte lógica que me grita «Yo no siento nada. Nada» y un hormigueo se apodera de mi cuerpo, centrándose en mis muslos. Me muevo enderezando mi pierna, y la mano en mi cadera se aprieta.

—Olivia —dice Kyros, con su voz ronca de forma cruda y áspera. Noto su miembro contra el lateral de mi pierna, la cual está entre las suyas—. Si sigues moviéndote, esto se pondrá incomodo.

Mi boca se seca al sentirlo agrandándose contra mi muslo y el calor recorre mis mejillas. No sé qué decir, pero tampoco tengo la oportunidad, porque un jadeo sobresaltado se me escapa de mis labios mientras Kyros rueda haciendo que mi espalda quede contra el colchón y él sobre mí con sus brazos a cada lado de mi cabeza.

Su pelo se arremolina alrededor de sus mejillas.

—¿Qué estamos haciendo? —La punta de mi lengua sale, mojando mis labios y sus ojos se cierran mientras un gran estremecimiento lo recorre—. No deberíamos estar haciendo nada de esto.

El aire que nos rodea se espesa mientras mi corazón amenaza con salirse de mi pecho. Recuerdo sus palabras, y reúno todo el valor posible. Mis dedos rozan el material de su pantalón y la parte más dura de él se presiona en la parte más suave de mí.

—Lo quiero. Quiero que seas el primero aunque no sientas nada por mí, porque yo sí siento.

Un atisbo de aturdimiento cubre su rostro por completo.

—¿Qué?

Sus labios se curvan en una sonrisa y al inclinarse sobre mí, un mechón de su pelo roza mis mejillas y al reírse su aliento caliente choca contra mis labios entreabiertos.

¿Qué tiene de gracioso?

—¿Qué es lo que sientes por mí de verdad, Kyros? —pregunto, apretando mis labios y sintiendo una opresión en el pecho.

Él eleva sus cejas y me da una leve caricia. Sus dedos encuentran mi mentón y ladea mi cabeza y me mira con los ojos penetrantes.

—¿De verdad quieres saberlo?

Una corriente nos envuelve antes de que yo hable.

—Sí... Eres muy impredecible y temo a que hoy sientas algo y mañana sea lo contrario. —Sueno tímida y asustada.

—Siento muchas cosas por ti, pero no voy a ponerle nombre —dice serio, y sus labios se acercan a mi rostro— porque odio las etiquetas. Todo se cataloga y divide según lo que se ve, piensa y siente, y yo me niego a ponerle nombre a lo que siento cuando te veo.

Mojo mis labios con mi lengua y sus ojos se oscurecen cuando lo hago.

—¿Por qué le dijiste a mi hermana que tú no sientes nada por mí y jamás podríamos tener algo?

Parece dudar un segundo y de repente luce asustado.

—No te convengo —admite. El silencio se apodera del lugar y la expresión de su rostro se transforma en una mueca torturada y dolida y un nudo se me instala en la boca de mi estómago—. Pero, soy demasiado egoísta como para alejarme... Cuando me escuches hablar con ella y yo diga que no siento nada por ti, que no te quiero, y que solo eres una niña caprichosa y malcriada, —Una pequeña sonrisa brota de sus labios—. en realidad, te estaré diciendo que siento todo un mundo por ti, que te quiero y que eres un ángel demasiado bonito para ser real. Mi ángel.

Mi corazón se detiene un nanosegundo para reanudar su marcha a una velocidad antinatural, y antes que pueda decir nada, su boca busca la mía y sin pedir permiso, su lengua se introduce en mí y un gemido brota de mi garganta. Hunde su rostro en el hueco entre mi hombro y cuello besándome en ese punto a la vez que sus dedos cosquillean en mis costados y una carcajada ruidosa me asalta.

Un golpe exterior resuena por todo el dormitorio sacándonos del aturdimiento embriagador, me echo hacia atrás y él se impulsa al otro lado de la cama, cayendo directo al suelo. La puerta se abre y me obligo a reprimir otra carcajada. Me aclaro la garganta y mi hermana nos mira a ambos. Presiono mis labios y me siento tapándome con el edredón.

Kacie le dirige una mirada matadora a Kyros, y un músculo de él se aprieta en su mandíbula.

Hay un momento de silencio y, a continuación, Kacie suspira y sacude su cabeza crispando sus labios.

—Livvy, levántate. Quiero que vayáis temprano a comprar el vestido que después se llena de gente y es imposible. —Hace un gesto con la mano como si no quisiera ver nada—. En diez minutos debes estar abajo.

Asiento y mi hermana mira por última vez a Kyros poniendo los ojos en blanco. Se da la vuelta y deja la puerta entreabierta.

—Si tu hermana hubiese llegado antes, ahora estaría cortándome las pelotas —gruñe, tapando su cara con la mano.

Arrugo la frente y me río.

—Dios, que incomodidad.

—¿Pero sabes qué? Perderlos valdría la pena.

Lo miro, y me tiro de la cama cayendo sobre él. Paso mi lengua por su labio inferior, antes de adentrarlo en su boca y un jadeo se escapa.

El beso...

Es lo más suave y dulce que jamás haya sentido.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora