Capítulo 50. Huir para vivir

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Kyros

La habían secuestrado y no es una broma de mal gusto de instituto. Han actuado y esto quiere decir que Olivia está marcada, y si ella lo está, significa que también me están marcando a mí...

Miro el mensaje que había llegado a mi móvil por la mañana.

Si ella cae, nosotros también.

Maldigo a todo y todos, sobre todo a mí mismo.

Se avecina una tormenta y pocas cosas pueden decirse en una jodida situación como esta. Un beso, un roce, una caricia en la mejilla no son nada, ¿verdad? No deberían de serlo si fuésemos otros.

Escucho como Jughead está en el salón golpeando algo que no se qué es y hablando con fuerza a través del móvil. Llevan discutiendo literalmente todo el día sobre como deberían preceder ante la anulación de las invitaciones de la boda, la repartición de bienes comunes y acerca de aspectos de su relación. Siempre supe que me estaba metiendo en un infierno y las consecuencias de estar con ella podrían costarnos tanto a ambos que me causaba miedo incluso de pensarlo, sin embargo, algo en mí me empujaba en seguir y querer pensar que todo lo que me habían dicho era solo una ilusión de la vida y una de las millones de posibilidades, pero no. Todo ha ocurrido.

Incluso peor de lo que imaginé.

He destrozado la vida del único ser que me acogió, quitándole su felicidad para que me proteja. Mis padres de acogida los he metido en un marrón, y lejos de servirles como terapia, me convertí en un lastre. Y he transformado la vida de la chica a la que amo en una absoluta y completa mierda enfrentándola a sus padres y poniéndola al borde de un abismo. ¿Y a costa de qué? ¿Por creer que podría ser un chico normal como cualquier otro? ¿Qué toda la mierda de mi pasado se evaporaría sin más? ¿Qué desaparecería y todo se solucionaría con el amor? Lo único que he logrado es crear más mierda sobre la mierda ya creada. No hubo lugar para advertencias o pensamientos, ni unos segundos para meditar lo que estaba haciendo. Me he convertido en una bola de acción, de mil cosas diferentes, y en algún punto la lujuria, la necesidad y el deseo se mezclaron.

Quise darle placer.

Quise entrar en ella.

Quise lo que había en ella.

Quise amarla.

Y es imperdonable.

Se suponía que tenía que ser fuerte, pero no lo he sido.

Pulso el botón derecho del ratón y le doy a comprar, y al instante el billete sale de la impresora, lo cojo y lo doblo guardándolo en mi chaqueta.

Yo soy el problema, y para acabar con los problemas hay que erradicarlos.

Eliminarlos.

Mi móvil suena justo cuando cojo la correa de la bolsa.

Número desconocido.

Respiro hondo intentando tranquilizarme antes de coger la llamada.

—¿Diga?

—¿Kyros?

—¿Melody? —pregunto con curiosidad—. ¿Por qué me llamas?

—Es por Livvy. Está... mal... No sé que le sucede, pero creo que te necesita. Mis padres no me dicen nada y aunque preguntara tampoco me lo dirían. Siguen creyendo que soy una cría —suspira—. Escuché como hablaba con mi tía y decía que tenía miedo de volverse loca.

Mierda.

—Melody, me voy —declaro.

—¿Te vas? ¿Dónde?

Aprieto mis dientes hasta sentirlos chirriar. Cierro mis ojos y rasco mi nuca.

—Me voy del país.

Escucho como chasquea su lengua.

—Debes decírselo a Livvy

No puedo porque como lo haga y sus ojos me miren, no seré capaz de irme y alejarme, y no quiero ser un egoísta.

—No.

Una pausa se forma entre ambos.

—Pues al menos dale una última noche. Cuando mis padres estén en su cuarto, distraeré a Cristóbal y usa ese tiempo para entrar por la ventana de su habitación. Te dejaré la puerta del patio trasero abierto —susurra—. Solo espero que aparezcas... porque si desapareces sin más, vas a derrumbarla y no habrá nadie que llegue a consolarla.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora