Capítulo 13. ¿Podemos largarnos de aquí?

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Kyros

Y ahí está ella.

—Mírate, ¿te está saliendo barba?

La piel me hormiguea. La sangre palpita y el pulso se me acelera y la energía me invade como si me hubiese metido un chute de cafeína directo a mi corazón.

Mierda.

Oh, mierda.

¿Teníamos que encontrarnos en el mismo bar?

Entran agarrados de la mano juntos y se acercan a una mesa donde hay más gente.

El mundo entero —o el mío— se centra en esa chica y una parte de mí se siente como algo completamente diferente rugiendo como un tren de mercancías.

Son la pareja perfecta, los típicos que salen elegidos rey y reina del baile de graduación y acaban casándose porque parece la conclusión más lógica... ¿Por qué no se dé cuenta de lo inútil que es su novio? ¿Cómo puede estar tan ciega? Entiendo el encanto que supone el "estrella del futbol", pero hay algo en Finn que grita: «quiero que creas que soy una gran persona cuando realmente soy un idiota».

—Dios, Kyros, te ves realmente mal... —Jessy hace una mueca—. Tu cansancio ni siquiera se disimula. ¿Está todo bien con tus tutores?

Si ella ni siquiera lo ama, ¿para qué molestarse en estar con él? ¿Quién perdería el tiempo con alguien del cual no se está enamorada? ¿Cuál es el punto?

Él le susurra algo al oído y ella sonríe iluminándose todo su rostro. Y yo me pongo tenso.

Mierda.

—¿Kyros? ¿Dónde estás?

Le doy la espalda a la feliz pareja, desvío mis ojos de Olivia y me enfoco en Jessy.

—En ninguna parte.

Jessy estira su cuello en dirección a Olivia y sus amigos y alza sus cejas y una risa ronca aflora entre sus labios.

—¿Los conoces? ¿Quieres que los saludemos? ¿Quiénes son?

—Van al instituto en el que voy ahora...

—Entonces, ¿a quién miramos? ¿Al chico? ¿O a las chicas sexys? —pregunta burlona.

Pongo los ojos en blanco y paso mi mano por mi rostro ignorándola.

—Jessy, ¿irás a Harlem?

Ella niega poniéndose seria.

—Quiero escaparme —suelta.

—Es un suicidio.

—Lo sé, pero no tengo opción. En la casa que estoy ahora es una absoluta mierda. —Sube la manga de su camiseta y me muestra una rojez, para después volverse a tapar—. No puedo.

Vuelvo a mirar en su dirección y su novio pasa su mano por su espalda atrayéndolo a él para besarla. Entrecierro mis ojos y estiro mis piernas por debajo de la mesa para, seguidamente, agarrar el vaso de refresco.

—¿Qué te sucede? ¿Vas a seguir mirándolos? Como sigas así, les preguntaré yo misma si nos pueden hacer un hueco en su mesa... Dios, Kyros, despierta.

—Lo siento... Es que no quiero que me vean. La rubia es hermana de la prometida de Jugh.

—Pues deja de mirarla y no notará que tienes dos pares de ojos vigilándola —dice—. Además, ¿qué importancia tiene que te vea? —pregunta a la vez que su voz se desvanece—. Wow, Kyros al parecer ama a las rubias.

—¿Pero qué dices? —suspiro.

—¿Cómo es ella?

¿Cómo es Olivia?

Decidida, fuerte, determinada y bonita.

Me paso la mano por el pelo, me vuelvo y observo la puerta acristalada.

—No tengo hambre. ¿Podemos largarnos de aquí? Tienes que contarme tu plan suicida —declaro, ignorando su pregunta—. Y odio estar en lugares rodeado de gente que me mira.

Jessy sonríe apartando su plato.

—Está bien.

Me levanto y de inmediato mi atención se dirige a Olivia y, como si ella notara mis ojos, poco a poco su mirada viaja hasta mí. El mezquino y ruin de su novio —también conocido por llamarse Finn— sigue en el mismo lugar rodeándole la cintura con los brazos.

Traga con dificultad y aprieta sus labios.

—Kyros —su voz es apenas un susurro.

La evito y salgo, junto a Jessy de ahí.

—Es muy guapa. —Me toca el brazo—. Guau, frena, Kyros. Si cualquiera te viera ahora te daría un babero. Si te gusta tanto solo ve a buscarla.

—No me gusta nada, Jessy. Yo no me enamoro. —Ella baja la barbilla—. ¿Algo más? —añado—. Porque si esperas a que yo te apoye con tu plan es mejor que te sientes.

—Sí, una cosa más —se apresura—. ¿Estás conectado? ¿Es por eso?

—¿Por qué no se lo preguntas a Sachs?

—Te lo pregunto a ti.

Tomo una inspiración y ladeo la cabeza tragándome un montón de maldiciones.

—No es seguro, pero creen que sí. ¿Acaso esto importa ahora?

Moja sus labios y asiente.

—Sí son tus sentimientos... Sí, sí importa —añade.

Y durante un momento nos quedamos ahí, casi cara a cara sin que ninguno hable. ¿Cuántas veces nos hemos quedado en esta postura? Más de las que podría contar; nuestro pasado en común jamás ha sido un paseo en canoa.

—Hay un par de cosas que tengo que decirte y hay algo que debo preguntarte. Debo asegurarme de dejarlo en orden —dice—. Se acabaron las medias tintas.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora