Capítulo 30. Tu triste y amarga necesidad de juzgarlo todo

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Olivia

Miro mi alrededor y encuentro el salón inquietante. En las paredes cuelgan lienzos demasiado escalofriantes que no estaban ahí cuando mi familia y yo vinimos a cenar, y todo está lleno de motas de pintura. Camino a uno de los lados y contemplo las fotos de la pared. La mayoría de ellas son de Jughead y sus amigos o de cuando era pequeño. Levanto una foto de una estantería que se halla boca abajo y al mirarla jadeo. Es Kyros, sentado al borde de lo que parece un acantilado. Su semblante es sombrío y desgarrador. El cristal está roto y en la parte de atrás tiene escrito algo en otro idioma.

Desenrollo mi smartwatch, y al hacerlo, me entra un mensaje que, según lo que pone, ha sido enviado para todos los alumnos del Senior.

La bilis me sube por la garganta al leer lo que estoy leyendo.

No puedo creerlo. Simplemente no puedo.

¿Las personas no tienen vida propia de la cual preocuparse? ¿Por qué difundirían algo así?

Rumores. Estúpidos rumores.

—Livvy, te llevo a casa —dice Jugh, asustándome.

Pego un brinco sobre mí y me giro dejando el marco de la foto tal y como estaba.

—Está bien. Iré a recoger mis cosas —cedo, señalando la puerta de la habitación de Kyros. Él asiente y mira su reloj.

—Te espero en la puerta. Coge lo que tengas que coger y vayámonos.

Meneo la cabeza de arriba abajo y me deslizo hasta la habitación. Al entrar, veo como Kyros está sentado al borde de su cama con los codos apoyados en sus rodillas.

—¿Estás bien? —pregunto, arrugando el ceño.

—Sí.

Me acerco a él, apartando sus brazos para sentarme en sus muslos y agarro sus mejillas presionando mis labios en los suyos.

—Nadie me ha afectado del mismo modo que tú —susurro.

Un breve silencio.

—¿Qué tienes que perder? —inquiere.

—Todo.

—¿Y qué podrías ganar?

—Todo.

—¿Crees que merezco la pena?

A modo de respuesta, rodeo su cuello con mis brazos y Kyros me corresponde envolviendo los suyos alrededor de mi espalda mientras me presiono contra él. Abre su boca dándome acceso, y lo invado felizmente, lamiendo y saboreando su lengua.

El universo ha estallado. Nada existe. Nada duele. Nada importa en este momento porque todo se ha disipado.

Después sus labios rozan mi garganta y un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Atrapa mis labios de nuevo y amortigua los gemidos. Mis ojos se aprietan cerrándose cuando la fricción de sus caderas entre mis piernas me hace perderme. Mis manos se cierran en puños en la tela de su camiseta y sus pulgares trazan suaves caricias en mi mejilla.

Pura euforia.

—Nunca se gana sin haber perdido, Kyros —jadeo, abriendo mis ojos para mirarlo—. Y si perder me lleva a ti, perderé una y mil veces.

Está leyéndome, y con suerte, lo que siento por dentro está escrito por todo mi rostro.

Nuestros cuerpos permanecen pegados unos segundos.

—Debes irte, Jugh está esperando por ti.

Lamo mis labios y antes de levantarme, le doy otro beso. Pero, al mirarlo, veo como su cuerpo tiembla.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora