Capítulo 37. ¡Estoy bien, Becca!

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Olivia

La mañana siguiente amanece como ya es habitual en Tribeca, llena de nubes y el cielo totalmente gris, y por primera vez en toda mi vida académica, falto a clase. Sé que esto puede afectar a mi curso académico pero no tengo fuerzas ni ganas de encontrarme a Finn ni a Becca ni a nadie, ya que equivaldría a tener que dar respuestas que ni yo misma tengo, estar en el punto de mira y escuchar comentarios súper desagradables, los cuales no voy a poder soportar.

Mamá me pide que me quede con la hija de Cam y Tara, Briseida, cosa que me ayuda al menos a evadirme de mi propia cabeza, ya que es una niña muy muy muy inquieta, y por la noche, mamá me lleva con ella a un restaurante donde habla conmigo sobre temas trascendentales y me cuenta anécdotas de la tía Yanet, mi padrino Cam y de ella, y sé que lo hace para que deje de pensar en Kyros.

Los días posteriores llegan sin prisa y sin pausa, y sin poder quedarme más tiempo en casa, me obligo a mí misma a asistir a clase.

Ya he faltado tres días, y un día más sería imperdonable.

Aunque esto me toma todo mi autocontrol y todas mis fuerzas.

—Livvy, date prisa... voy a llegar tarde al trabajo —se queja mi hermana desde la planta inferior.

No sé ni que hace aquí todavía. Su casa ya está lista y Jugh ya vive allí, pero Kacie parece que se niega en dejar la casa de mis padres.

Suspiro.

Acomodo mi gorro de lana y bajo a toda velocidad las escaleras cuando Kacie se queda con la mirada fija en mí.

—¿Qué se supone que llevas, hermana?

No puedo evitar tragar saliva y mirarla con nerviosismo... ¿Se habrá dado cuenta de que es de Kyros?

—¿Qué?

Ella rueda sus ojos.

—Tu camiseta —puntualiza.

—¿Qué hay de malo en ella? —digo, encogiéndome de hombros suspirando.

—Es tres tallas más de lo que deberías usar y tiene roturas como si la hubiese comido un ratón.

—Para tu información, es overside y no está rota, es así.

—Niñas, podéis estar discutiendo tres años por como es la camiseta de Livvy y por ende, hacer que llegue tarde al trabajo, o bien, subiros al coche —demanda mamá con los labios fruncidos.

Ambas suspiramos, salimos de casa para subirnos al coche y en casi todo el trayecto ellas dos lo pasan hablando sobre la organización de no sé qué proyecto que le han mandado hacer a Mely y Nathan. Cuando al fin llegamos al instituto, detiene el auto y antes de bajarme, mamá se dirige a mí.

—Tengo tantas cosas en mi cabeza que no sé ni donde vivo... Ya se me olvidaba de decirte que esta noche los Jones celebrarán una fiesta.

Mi boca se abre levemente.

—¿Pero no era dentro de unas semanas?

—Sí, sigue siendo en unas semanas... pero, ya sabes cómo es Nichole y su marido... ¿Vendrás o te quedarás en casa? —pegunta como si esto le hiciera tanta gracia como me hace a mí, es decir, ninguna en absoluto.

—No lo sé... ¿Por qué debemos asistir? —digo, tratando de no parecer antipática, pero mi tono de voz deja mucho que desear.

Mamá voltea su rostro y se queda mirándome.

—Primero, son nuestros vecinos. Segundo, creía que tú y Finn estabais juntos, y por último, son tan tercos que me han estado insistiendo tanto que me agotaron y tuve que aceptar. —Se medio ríe—. Qué horror.

Secretos (ARKHÉ I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora